Oriol Paulo no se pone nunca las cosas fáciles. Cada proyecto que emprende es un poco más ambicioso que el anterior y, de alguna forma, también más personal. Después de debutar con El cuerpo en 2012, alcanzó el éxito de taquilla internacional gracias a Contratiempo, una película que se convirtió en un auténtico fenómeno en China.
Su estilo ya estaba bien definido por entonces. A Oriol Paulo le gusta la intriga, los giros inesperados de la trama, los repartos corales y también las pelucas, un sello distintivo que llevó a su máxima potencia en la serie de Netflix El inocente, basada en la una novela de Harlan Coben.
Después de embarcarse en la adaptación de Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, ahora el director catalán compone su particular versión de La ultima noche en Tremore Beach, de Mikel Santiago, en esta ocasión, en formato miniserie de 8 episodios para Netflix.
De qué ‘La última noche en Tremor’
La acción transcurre en un pueblo costero del norte de España en donde se ha refugiado Peter (Javier Rey), un compositor de bandas sonoras que se encuentra sumido en una profunda crisis creativa. Está separado y tiene dos hijos, así como toda una serie de traumas que lo atormentan relacionados con su madre (Nora Navas), que ejercía sobre él una profunda toxicidad.
Ahora, intenta recomponer su vida mientras inicia un romance con una joven que regenta un hostal en el pueblo, Judy (Ana Polvorosa), al mismo tiempo que mantiene lazos de amistad con una pareja algo extraña que vive cerca de su casa, tan aislados como él, interpretados por Pilar Castro y Guillermo Toledo. Sin embargo, cuando todo parece que comienza a ir bien, tendrá una serie de visiones que lo perturbarán por completo.
¿Qué es lo que más le interesó de la novela de Mikel Santiago?
Recuerdo que cuando leí la novela tenía una sensación de inseguridad constante, algo que me pasa en muy pocas ocasiones. Me trastocó mucho el cerebro el giro del primer episodio, pero en ese momento los derechos no estaban a mi alcance. Más tarde, cuando terminé Los renglones torcidos de Dios, entré en una especie de crisis preparando el siguiente proyecto, y empecé a cuestionarme un poco hacia dónde iba. Me acordé del protagonista de Tremore Beach, que también pasaba por un mal momento personal, existencial y profesional. Además, me interesaba mucho el juego que proponía Mikel à lo Stephen King, mezclando el costumbrismo con lo paranormal, pero también me di cuenta de que se podía ir más allá de la novela, tirar de algunos de los hilos de los personajes y hablar de algo que me preocupaba mucho en ese momento como era la necesidad de sanar traumas.
¿Por qué terminó siendo una serie y no una película?
Creo que se hubiera quedado más en la parte fantástica, en el thriller psicológico y no hubiera dado tiempo a desarrollar como quería a los personajes. Por primera vez no quería tener prisa, sino ir poco a poco y que cada capítulo tuviera algo único, como si fuera una ‘mini’ película independiente y que uno fuera abriendo una puerta al siguiente.
El estilo de Oriol Paulo
¿Qué pasa con las identidades falsas que le atraen tanto?
Bueno, me interesa sobre todo lo que es la percepción que tenemos de las personas. Es decir, al final, tú y yo estamos hablando, y nos vemos de manera diferente. Yo decodifico de una manera, y tú de otra y me da la sensación de que todos mostramos de alguna manera lo que queremos. A mí siempre me ha parecido algo sobre lo que reflexionar. Hay gente que dice que es muy transparente, pero siempre hay algo que se oculta. Creo que es un tema que está muy arraigado en mi infancia, porque yo crecí con todo el universo de Alfred Hitchcock, así que es un tema que forma parte de mi esencia.
En La última noche en Tremor, vuelve a trabajar el thriller junto con el elemento fantástico, pero también practica el costumbrismo, ¿cómo casan esas cuestiones?
Fue algo muy deliberado. Me ha hecho mucha ilusión llevarlo por ahí, de tener delicadeza a la hora de construir los personajes. Por eso es la primera vez que he dedicado mucho tiempo a los ensayos con los actores. Teníamos una ‘coach’ en el rodaje para que les ayudara a mantener el tono. Hemos podido hacer todo el viaje con antifaces, sin antifaces, con mil juegos para encontrar complicidades. Más allá del género fantástico, lo que quería es que fuera una serie palpable sobre unos personajes que quieren hacer las paces con su pasado para poder tener un futuro.
Qué pasa en el capítulo 4 de ‘La última noche en Tremor Beach’
No sé hasta qué punto se puede hablar de que, en cierto capítulo de la serie, se produce una violación en grupo
No creo que haya que esconderlo. Es un tema que se planteaba en la novela, el personaje de Judy había sido víctima de una agresión sexual. Pero a mí no me gustaba el tono en el que se introducía, porque no había ningún tipo de denuncia, estaba solo al servicio de la historia del protagonista. Había ahí una serie de ‘micromachismos’ que quería corregir. Cuando escribía el guion junto con Laura Sendim nos dimos cuenta de que teníamos varias opciones. O quitábamos esa trama, o la pasábamos de puntillas y nos parecía un tema importante de tocar. Empezamos a explorar algunos casos reales y claro, el de ‘la manada’ es inevitablemente el que más resuena. Siempre quisimos tratarlo desde el mayor respeto posible, aunque también queríamos mostrarlo con la crudeza que implica.
¿No cree que aquellos que vean La última noche en Tremor como una serie de entretenimiento no se quedarán impactados por las dosis de violencia que contiene ese capítulo y cómo se registran a nivel visual?
Intentamos que desde el principio se intuyera que ella había pasado por algo muy traumático, como si se fuera anunciando lo que va a ocurrir. Pero entiendo lo que dices y que pueda generar un debate. Pero no quería quedarme solo en la superficie del divertimento, me parecía cobarde.
¿En qué se parece el personaje de Javier Rey a usted?
En algunas cosas se parece, hay puntos de conexión, desde la crisis que yo tuve a la necesidad de salir de ella. Tenía la sensación de dar vueltas sobre mi mismo porque, cuando entras en una zona de confort, es complicado salir de ella. Por eso aquí he explorado otras texturas y por eso, el capítulo cuatro y cinco son tan ‘cañeros’. También es cierto que me podía reflejar en el propio personaje como una especie de hombre que se niega a madurar, que no tiene ganas de crecer. Y de alguna forma, ese aspecto también fue terapéutico para mí. Esta serie ha sido un paso no sé si a la madurez, pero sí a intentar crecer de alguna manera.
Una producción ambiciosa
¿Cree que dentro del panorama español La última noche en Tremor podría considerarse como ambiciosa?
Supongo que es porque a nivel de producción no estamos acostumbrados a trabajar de esta manera. Desde el principio había una ambición narrativa que yo puse como condición para ejecutar la adaptación. Es verdad que a medida que fuimos avanzando, la serie fue creciendo. Trasladamos el lugar donde ocurría en la novela a Asturias, a Puerto de Vega, integramos sus fiestas populares, así que de pronto se fue haciendo más compleja. He tenido suerte de que me han dejado hacer la serie en unas condiciones que nunca había tenido, desde poder ensayar cuatro meses a construir una de las casas. O sea, poder crear un universo.
¿Y ahora? ¿Tocaría algo todavía más grande o más pequeño?
Es la primera vez que no tengo proyecto en marcha después de muchos años encadenando uno con otro. Solo tengo medio planteado una cosa muy pequeñita, que es la adaptación de una obra de teatro.
Sería algo que rompería con tu trayectoria hasta el momento
Sí, pero necesito descansar un poco. Ha sido una experiencia muy bonita, pero también muy dura. 28 semanas de rodaje, las diez últimas enteras de noche. El desgaste físico y emocional ha sido muy grande y necesito tomarme un poco de tiempo para saber qué quiero hacer a continuación. Dentro de lo que es mi mundo, quiero crecer y contar otras cosas.
Si Oriol Paulo fuera a Hollywood...
¿Nunca le han ofrecido ningún proyecto en Hollywood?
Me han pasado proyectos, pero nunca ninguno para plantearme dejar toda mi vida e irme a trabajar con gente que no conozco. Yo estoy acostumbrado a hacer las cosas con mis personas de confianza que han estado ahí casi desde mi primera película. Soy muy de familia, así que me tendría que compensar mucho para meterme en un entorno en el que no dominara nada a mi alrededor. Los americanos tienen una cosa: te dicen que les gusta mucho lo que haces, pero te llevan a su terreno para que lo hagas como ellos quieren. Por ejemplo, los chinos también me han ofrecido cosas. Pero, de verdad, yo estoy muy bien aquí.
Si le propusieran en Hollywood una franquicia, ¿cuál elegiría?
Creo que te va a sorprender, pero me hubiera gustado hacer las adaptaciones de Agatha Christie de Kenneth Brannagh. Me encantaría hacer Diez negritos.
Bueno, esas películas tienen un buen nivel de pelucas
Sí (ríe). Bueno, en La última noche en Tremor también hay alguna, supongo que te habrás dado cuenta.
En el reparto, sorprende la recuperación de Guillermo Toledo. ¿Podría contarme cómo fue su fichaje?
En el caso de los personajes de los vecinos fui dando tumbos hasta que llegué a Guillermo Toledo y a Pilar Castro. Ellos habían sido pareja en la vida real y, de hecho, buena parte de las fotografías de jóvenes que aparecen en la series nos las proporcionaron ellos. Y después me apetecía mucho recuperar a Willy, no te voy a mentir, sobre todo después de haber adaptado a Torcuato Luca de Tena en Los renglones torcidos de Dios, que se asociaba mucho a la derecha. Además, me encanta como actor, es un tipazo que le ha dado muchos matices a su personaje y ya somos mayorcitos para separar su faceta como actor de sus declaraciones públicas. Se merece trabajar porque “es lo más”.
Hablando de mensajes políticos, es la primera vez que introduce un alegato reivindicativo en su obra. ¿Le gustaría seguir por ese camino?
Hay muchísimas películas que me flipan que son thrillers políticos. Pero, hasta el momento había funcionado por inercia. Hacía una peli, gustaba y hacía la siguiente y gustaba más, incluso en China. De repente se genera una presión de lo que se espera de ti. En ese sentido, cuando Paco Ramos me ofreció hacer El inocente, tuve libertad para llevarla a mi terreno, estaba casi hecha a mi medida y eso me encantó. Pero después de Los renglones la cosa cambió. Y ahí apareció la crisis, el desgaste emocional, porque al final soy muy obsesivo, le doy muchas vueltas a todo, hacemos muchos planos...
¿Cuántos tiros de cámara utiliza?
En una jornada normal, unos 25, pero en La última noche en Tremor batimos el récord hasta llegar a 57. Sí, soy muy exigente porque, si quieres exigir a los demás tienes que empezar por ti mismo.
¿Está cansado de que le hablen sobre los giros de guion de sus películas y sus series?
Bueno, es un poco mi marca, como lo puede ser para Scorsese la voz en of. Pero creo que en mis películas hay más cosas aparte de los giros de guion, aunque no lo voy a negra, es un elemento que está siempre presente en mis trabajos y que me gusta mucho, porque soy muy disfrutón.
Algunos hemos bautizado su cine como el ‘OriolVerse’ (el universo cinematográfico de Oriol Paulo). ¿Cómo cree que La última noche en Tremor va a dejar a sus fans?
Es verdad que en esta ocasión me he puesto un poco a mí mismo en cuestión. El peligro que tenía era caer en el exceso, porque es muy goloso. Y aquí he intentado que todo estuviera muy medido.
¿Se ha contenido?
Bueno, también hay momento en los que me suelto y que son una locura. Hay que mantener el equilibrio.