La protagonista de esta historia bebe leche con galletas. También asesina abuelas a sueldo. La primera novela de Irene Cuevas (Madrid, 1991) se termina tan rápido como la dulce tentación que se imprime en su portada, una obra de Pepe Baena, el artista que se dio a conocer en redes sociales a través de sus peculiares, y nostálgicos, bodegones. Un momento de ternura y de piedad (Reservoir Books) ha sido descrita por Pedro Almodóvar como su novela favorita del año. “Es un mito, un genio, un referente”, dice la autora a Infobae España.
Tras una realidad artística centrada en los cuentos, Cuevas se animó a rescatar una fábula que tenía guardada en un cajón —y que escribió hace ocho años— para reconvertirla en una novela. “Ha sido complicado, porque he tenido que traducir el idioma”, indica. Se ayudó del diálogo y bajó “el tono” para que el relato no se nutriese en exceso en el drama que suele definir al género del que es experta. “Era una apuesta arriesgada porque suelo apoyarme en la prosa”, sintiéndose “desnuda” al tener que abordar la historia desde otro prisma.
Un momento de ternura y de piedad nace de “la típica noche de fiebre en la que te tomas un paracetamol”, dice Cuevas. El humor y el thriller se aúnan en una narración en la que una joven lidia con la posible muerte de su madre mientras mata a personas mayores bajo encargo de hijos o familiares deseosos de hacerse con una fortuna testamentaria. Una suerte de Glovo, aunque con un menú basado en los asesinatos y no en las hamburguesas. Más allá de las escenas que tiran del hilo cómico, la novela ahonda en la “supervivencia”: “Con el tiempo me he dado cuenta de que es una novela de duelos”, relata. “La madre está en un duelo anticipado por su propia muerte, la asesina está en otro por si su madre se mata, y Lucía, el personaje central, intenta lidiar con todo aquello que perdió”, apostilla Cuevas.
La escritora cree que su libro puede “gustar mucho” a las nuevas generaciones, pues es el público “que mejor va a entender” la idiosincrasia del relato. “Los personajes son precarios”, dice Cuevas. Un momento de ternura y de piedad “toca un montón de temas que están a la orden del día para los millennials o la Gen Z”, apostilla. La novela es un homenaje a Lucia Berlin, su escritora predilecta, cuya novela Manual para mujeres de la limpieza casi adapta Almodóvar a la gran pantalla. Durante un tiempo, ella y el director que acaba de estrenar La habitación de al lado estuvieron conformando su análisis particular de la obra de la escritora estadounidense.
Aunque no le gustan las etiquetas, reconoce que quiso incluir un romance lésbico en la historia porque “como mujer lesbiana”, necesitaba “referentes”. Cree que, más allá de las historias narradas desde el punto de vista del colectivo homosexual, hay muchas novelas que están incorporando pasajes de reconocimiento que no marcan que la historia sea de carácter LGTBIQA+. “Más allá de las novelas de Sara Torres o de Eva Baltasar, que sí están catalogadas como contenido LTGB, hay obras como Lectura fácil o Panza de burro que tienen unas escenas lésbicas muy chulas”, relata Cuevas. Admite que, siempre que tenga la opción de hacerlo, adoptará la “toma política” de convertir la escritura en un espacio de reivindicación.
“La nueva narrativa está volviendo a la ficción”
Irene Cuevas cree que, pese al peso que ha adquirido la autoficción en la industria editorial, “la nueva narrativa está volviendo a la ficción”: “Me interesa mucho el relato autobiográfico, pero a veces la historia de la persona que lo cuenta no es lo suficientemente interesante”, añade. Hablando de premios y de mujeres, la autora celebra el Nobel de Literatura recién concedido por la Academia Sueca a la surcoreana Han Kang. “Me ha encantado que joda tanto, siempre pasa con las mujeres”, dice. Se refiere a la “reacción tan macha” que se produjo al conocer quién seguiría los pasos de Jon Fosse o Annie Ernaux, entre muchos otros nombres.
Otra compañera suya, Beatriz Serrano, se alzó esta semana como finalista del Premio Planeta por Fuego en la garganta, su nueva obra, que llega tras el furor de El descontento. “Ojalá sea una ruptura y no una forma de robar a la autora de otro catálogo”, cuenta Cuevas, consciente de que el galardón es ampliamente criticado. “Seguramente merecía un premiazo”, añade.