Pol Guasch, el autor más ‘destroyer’ de las letras catalanas: “No me siento parte de una generación, pero sí de la destrucción del canon establecido”

Después de convertirse en un icono de la literatura más joven y disruptiva con ‘Napalm al cor’, el poeta y escritor regresa con la fascinante novela ‘En las manos, el paraíso quema’

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Pol Guasch y su última novela, 'En las manos, el paraíso quema' (Anagrama)
Pol Guasch y su última novela, 'En las manos, el paraíso quema' (Anagrama)

Cuando apenas había cumplido 24 años, publicó Napalm al cor (Anagrama), una obra que lo situaría como una de las puntas de lanza no solo dentro de la literatura catalana, sino también dentro de la revolución estilística que caracteriza a los representantes más importantes de las nuevas generaciones.

Se llama Pol Guasch y es insultantemente joven e inteligente, un talento en bruto que demostró sus habilidades con su anterior novela y que ahora vuelve a demostrar con En las manos, el paraíso quema (Anagrama), que nos encontramos ante uno de los autores revelación en nuestro país por su capacidad por convertir la poesía el dolor cotidiano a través de una serie de personajes dentro de un mundo que se derrumba.

Una novela que parte de lo íntimo, para alcanzar el dolor universal

Por contextualizar, hay un protagonista que se está muriendo de una enfermedad terminal que lo ha estigmatizado y, a su alrededor, una serie de personajes, principalmente su mejor amiga, la que lo ha acompañado desde que se conocieron en una noche mágica que los marcaría para siempre. Todo enmarcado en un entorno casi mítico, en un paisaje que se descompone y que desaparece para siempre, aunque quede impregnado en la memoria de los protagonistas.

Infobae España entrevista Pol Guasch unas horas antes de que se dicte el nuevo Nobel de Literatura y, precisamente, hablamos sobre las estructuras longevas y arcaicas, sobre los patrones totémicos y toda esa estirpe hegemónica que nos sustenta. No sabíamos, en ese momento, que el galardón iría a parar a una mujer surcoreana de menos de sesenta años, Han Kang.

¿Cree que la literatura se está abriendo a nuevos caminos gracias a las nuevas generaciones?

Creo que, en efecto, se están multiplicando las voces, así como las lenguas. Cada vez tenemos menos reticencia a la hora de leer a autores que no escriben en castellano, fuera del Estado español. Se ha producido un fenómeno en las letras gallegas, y las procedentes de Euskadi, con autoras como Katixa Agirre o Eider Rodríguez. Así que también, para los autores catalanes, se abren nuevas vías. No sé si se trata de aire fresco o de una nueva generación que rompe las barreras lingüísticas. Lo que tengo claro es que hay una desazón política que incita a que estemos desorientados, desubicados. No sé si me siento parte de algo, pero sí en la destrucción del canon establecido.

¿Siente realmente esa marginación en lo que respecta a la lengua catalana?

Creo que es una cuestión de política e ideología cultural. Creo que el catalán se ha estigmatizado durante años, incluso se ha prohibido y perseguido en la época de la dictadura y más allá. Y eso ha prevalecido en las consideraciones históricas, más allá de las obras, como si se tratara de una lengua menor. Afortunadamente, creo que eso se está superando.

'En las manos, el paraíso quema', de Pol Guasch (Anagrama)
'En las manos, el paraíso quema', de Pol Guasch (Anagrama)

¿Cómo evolucionó su pensamiento poético hasta evolucionar a su prosa?

Yo aprendí a leer y a escribir con la poesía. Llegué a la novela accidentalmente. No tenía la intención de convertirme en narrador o novelista, y todavía no me considero eso. Cuando escribo, no siento que estoy construyendo historias, como lo hacen los narradores; más bien, siento que estoy escribiendo sensaciones, atmósferas, paisajes emocionales. Me considero un escritor, alguien que se enfoca en cómo cuenta las historias más que en las historias mismas. La forma es primordial. La poesía aparece en esa conciencia sobre la palabra justa, la forma adecuada, el tono, la imagen. A partir de ahí, surgen personajes, conflictos y movimientos, pero no es lo que me ocupa al escribir; todo eso es una consecuencia del lenguaje. Ahí está el corazón de lo poético.

Es muy interesante lo que comenta porque parece que, tanto en cine como en literatura, siempre se habla más de los temas que de la forma, del estilo, lo cual es un problema. ¿Hasta qué punto cree que los autores se encuentran condicionados por esta cuestión?

Yo creo que esa es la gran frustración del autor cuando entra en las lógicas de la industria cultural. Cuando un autor publica toma conciencia de que todo de lo que va a hablar a partir de ese momento tiene poco que ver con lo que ha escrito o con lo que le llevó a la escritura. David Foster Wallace decía que lo peor que puede hacer un autor es generar un relato sobre lo que ha hecho, porque es la forma más rápida de matar su propia obra. Hace poco, un escritor dijo que no tenía nada que decir sobre su novela porque ya lo había dicho todo en el libro. Al final, hablar sobre temas es una manera comercial de generar una identificación rápida del lector con la novela. Pero lo que lleva al escritor a crear es un proceso mucho más complejo, abstracto y difícil de identificar con el público.

¿La voz de una generación?

¿Y cuando le preguntan sobre los temas de esta novela, usted qué dice? Porque hay tantas cosas que están contenidas en ella: soledad, incomprensión, el fin del mundo, la amistad. ¿Para usted qué era el núcleo central de la obra?

Cuando empecé a hablar de la novela, decidí hablar de muchas cosas. Respondía sobre amistad, sobre la esperanza, sobre el deseo de permanencia en un mundo difícil. Lo hacía para evitar que el discurso se centrara en cosas que no quería, como que se leyera la novela como una distopía o una imagen del apocalipsis. La novela no es eso. Con el tiempo, mientras hablaba, descubrí cosas que no había visto al escribir. Me di cuenta de que la historia trataba de la amistad, un vínculo que no nombré mientras la escribía, pero que estaba ahí. Eso lo descubrí casi después de terminar la novela.

El autor Pol Guasch
El autor Pol Guasch

Pero es curiosa esa sensación del fin de una época, que resuena de nuevo en nuestros días después del cambio de siglo. ¿Está relacionado con la inestabilidad social y política?

Yo creo que la sensación de incertidumbre y de estar al final de la historia es una preocupación histórica que se ha repetido durante siglos. Cada generación siente que se enfrenta un reto que las anteriores no pudieron superar. Esa sensación de desafío da un sentido vital. Sin embargo, hay una diferencia fundamental ahora, y mi novela se centra en eso: el límite de los recursos naturales. El cambio climático y la transformación del planeta ya no son una intuición, son hechos. Este momento es colectivo, compartido. Antes se sentía como una sensación, pero ahora es real.

Leí su novela y, poco después, vi La habitación de al lado de Pedro Almodóvar, y me parece que dialogan de manera especial

No he visto la película, pero he escuchado los discursos de Almodóvar, y me gusta su idea de que crear es una responsabilidad en torno a ciertas cuestiones. Crear no es hacer un manifiesto político ni echar broncas, pero sí es un acto de responsabilidad que va más allá de lo político, de lo institucional y de la actualidad. Aunque no sabía que la película trataba sobre el fin de los mundos, entiendo que hay una resonancia, y me parece un gesto valiente hablar de acompañamiento en un momento de final. A veces, la ficción se adelanta a la realidad, captura el espíritu de una época. Sin embargo, creo que si intentas capturar algo universal desde el principio, no lo lograrás. Las grandes historias surgen de lo particular.

¿Cree que su obra es adaptable al cine?

No escribo pensando en el cine, aunque me sorprendió que compraran los derechos de Napalm al cor para adaptarla. Hay algo cinematográfico en mi escritura porque trabajo mucho con la imagen y la sensación. Cuando escribo, pienso en imágenes, no en palabras. Después busco las palabras para capturar esas imágenes, y muchas veces esas imágenes son sensaciones. Hay gente que me ha dicho que esta novela es cinematográfica, porque te quedas más con las imágenes que con la historia. Quizás eso lo hace fácilmente adaptable al cine.

Hemos hablado mucho del estilo en tus novelas. ¿Es una forma de situarse políticamente en el mundo?

Sí, totalmente. Pensar que lo que escribimos es inocente es absurdo. No creo que mi novela transforme el mundo, pero sí creo que toda forma de representación es política. Una novela con un principio, un nudo y un desenlace es política, porque te dice que la realidad es ordenada, lo cual genera consuelo en el lector, un consuelo que su vida caótica no le da. Ese consuelo puede desactivar políticamente. En cambio, me gusta pensar que mis formas de representación conecten con la incertidumbre y el caos que vivimos, porque no hay finales cerrados en la vida. Eso es profundamente político.

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