Neige Sinno, autora de ‘Triste tigre’, un relato sobre el abuso infantil tan testimonial como literario: “Yo quiero cuestionarme todo”

La autora francesa habla con ‘Infobae España’ de su propia experiencia en un libro que reflexiona sobre la cultura de la violación tanto en la sociedad como en el contexto de la creación artística

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Neige Sinno y su obra,
Neige Sinno y su obra, 'Triste tigre', editada en Anagrama en una version de la propia autora, que vivió en México durante años y domina el idioma español

¿Cómo se puede abordar el abuso sexual en una obra testimonial? En los últimos años hemos asistido a ejemplos significativos, que nos llevan desde Vanessa Springora y su libro El consentimiento (Lumen) a La familia grande, de Camille Kouchner (Península), que se encargaban de denunciar, a través de la literatura, casos que las autoras habían vivido en primera persona o en su entorno más cercano y que tenían que ver con el abuso sexual en la infancia.

En cualquier caso, se trata de narrar lo indecible. Nadie quiere escuchar cómo a una niña de siete años un hombre mayor de edad le introduce su miembro en la boca. Hiere, incomoda y preferimos no saber que esas cosas se encuentran incrustadas en el seno de nuestra sociedad con más frecuencia de la que quisiéramos imaginar.

El abuso sexual infantil más allá del sensacionalismo

Podría haber muchas maneras de acercarse a esta novela que nos ocupa, Triste tigre, de Neige Sinno (Anagrama), la mayoría de estirpe sensacionalista. Y, precisamente, es uno de los miedos que se encuentran presentes en esta novela, en la que la propia autora se encarga de reflexionar alrededor de si es mejor contar su experiencia o no, de cómo contarla, de qué lenguaje (si explícito o no) es preferible utilizar.

En definitiva, Triste tigre se encuentra enmarcada en una eterna duda, que la convierte en una obra de una vulnerabilidad incontestable, porque en todo momento la autora se pregunta la naturaleza de su propio relato.

¿Qué le ocurrió a Neige Sinno? Su padrastro la violó desde los siete hasta los 14 años, y solo cuando se emancipó y se marchó a estudiar a la universidad fue capaz de contarlo, de denunciar y de saldar las cuentas con un pasado que, a pesar de todo, siempre la perseguirá. Porque hay heridas que nunca se curan.

Portada de 'Triste tigre'. (Anagrama)
Portada de 'Triste tigre'. (Anagrama)

El encuentro con la autora tiene lugar en el Instituto Francés de Madrid. Al principio hablamos del Festival de San Sebastián y de que Albert Serra ganara la Concha de Oro con Tardes de soledad, un documental sobre tauromaquia que, a través de su estilo y la puesta en escena, de su visión artística, trasciende el tema real que trata. Eso, cuenta Sinno, es precisamente lo que quería hacer con su novela. ¿Se puede a través de la creación sublimar el tema en cuestión?

“Supongo que se trata de una suspensión del juicio”, cuenta la autora. “A mí lo que me interesa son las contradicciones, porque creo que, en mi caso, se trataba de abordar una obra imposible de contar y expresar la voz propia resultaba un ejercicio muy desnudo”.

Cómo hablar de lo indecible

Pregunta: Me gustaría que me hablara de esas contradicciones que se encuentran latentes en la novela.

Respuesta: En efecto, en toda la novela hay una pulsión entre escribirla o no, así como también sobre cómo hacerlo. No quería que fuera enteramente autobiográfica, ni tampoco un artefacto literario, pero al mismo tiempo es las dos cosas. Así que lo que intenté es hacer visible lo imposible, de la forma más transparente posible, para que el lector fuera percibiendo poco a poco tanto lo que era obvio como lo que no. Por eso trabajé desde el punto de vista de las paradojas. ¿De qué forma, como escritora, me sitúo ante la problemática de esta historia que es la mía propia? ¿Qué es lo que se puede contar y qué es lo que no? De ahí viene toda la parte ‘metaliteraria’, que ha constituido un ángulo a la hora de acercarme al tema en cuestión.

P: De alguna manera, parece que se resista a la voz autobiográfica, que no se sienta a gusto con ella.

R: Es la primera vez que hablo en primera persona, no estoy acostumbrada, no tenía hábito en ese aspecto. Así que he intentado ir construyendo un camino y, en ese trayecto, se ven las costuras, que es algo que quería que se percibiera, como si se tratara de un ensayo en constante construcción. A mí me agota el “yo”, por eso hay tantas digresiones en el libro que tienen que ver con análisis literarios. Me dolía a mí misma respirar, y creo que también al lector, porque la burbuja de intensidad resultaba demasiado potente. Así que tomar distancia era más que necesario o, lo que es lo mismo, buscar mi lugar en el relato todo el tiempo, aunque soy consciente de que la incomodidad forma parte de este libro.

P: Hay un momento en el que verbaliza en la novela: “Ojalá no se lea mucho”.

R: En efecto, forma parte de esta ambigüedad. Había momentos en los que escribía y percibía el abismo, el precipicio que podría suponer como autora lanzar este texto. Y hay otros momentos en los que necesitaba canalizar todas mis experiencias y contarlas, porque tengo el derecho a contar mi historia. Por eso la palabra era para mí tan importante. Hay un instante en el que decidí tomar ese micrófono y hablar y, en ese sentido, me siento más ‘empoderada’ y espero que todo aquel que lea este libro también se sienta así. Hay momentos de bajón, de fuerza, pero acepto estos dos lados como parte del proceso.

Cómo ha cambiado la cultura de la violación tras el #MeToo

La autora Neige Sinno.
La autora Neige Sinno.

P: Supongo que también era consciente de que este libro era importante a la hora plasmar una serie de tabúes dentro de la sociedad. ¿Pensó en el contexto en el que vivimos después del Me Too?

R: Soy consciente de que se inserta en una conversación social. Pero como muchas otras cosas que se están publicando en estos momentos. Solo que creo que el contexto de recepción, afortunadamente, es distinto al de hace unos años. Mi historia siempre ha estado ahí, lo único que ha cambiado es la forma de recepción dentro de nuestra sociedad.

P: En el libro, hay una conversación con su antigua abogada, la que llevó su caso, en la que le pregunta si las cosas han cambiado desde entonces, a lo que le contesta que se escucha más a las víctimas.

R: Creo que se escucha más y mejor. Es un primer paso, pero todavía queda la parte más importante, que es la de tomar acciones, que se cambien las cifras de abusos, de violaciones, cambiar las leyes. Creo que estamos en un proceso de construcción, pero todavía falta por saber qué hacemos con todo eso.

P: En el contexto socio-cultural de Francia (también en el nuestro) ha costado mucho revertir ciertas estructuras patriarcales y, en consecuencia, la cultura del silencio por miedo a ser juzgada.

R: Durante mi formación intelectual, siempre se me enseñó que el arte y la moral no son compatibles y que resulta peligroso tener una opinión sobre eso. Pero yo siempre he tenido una postura muy clara frente a la cuestión que me atañe: violar a una niña o un niño está mal y es grave. Y esta afirmación me ha proporcionado a mí misma poder construirme.

“Yo he visto la crueldad del ser humano”

P: ¿Dónde está el límite, el cuestionamiento?

R: Yo quiero cuestionarme todo. Pero también es verdad que, si lo hago, me pierdo, necesito encontrar un camino que sea acorde para mí. Ese cuestionamiento moral lo encontré en la figura del tigre, en el poema de William Blake. ¿Dónde está la línea entre el bien y el mal? Se necesita un posicionamiento, aunque todo esté sujeto a la fluctuación, como ocurre en este libro. Yo he visto la crueldad del ser humano y para mí era importante plasmarla a través del punto de vista artístico.

P: ¿Qué opinión tiene sobre la cultura de la cancelación?

R: No tengo respuesta para eso. Solo sé que el silencio siempre es dañino. Pero la solución no es cancelar, el problema es silenciarlo. Estamos en ese debate de separar el autor de la obra. Yo misma reflexiono sobre eso en este libro. Creo que se puede considerar una obra fuera de todo contexto, sean cuales sean las consecuencias. Eso no quiere decir que cualquier obra sea susceptible de ser analizada dependiendo del contexto socio-cultural en el que se ubique. No me parece que sean cuestiones antagónicas e innegociables, siempre hay interpretaciones dependiendo del lugar en el que nos situemos.

P: ¿Esa también ha sido su perspectiva como lectora?

R: Un poco sí. Siempre he intentado acercarme a los libros sin saber nada de su autor. Es una formación intelectual que viene de mi juventud. Pero yo también he cambiado. Cuando entré en la universidad en los años 90, todavía estaba muy presente este tipo de análisis, que me parecía muy reductor. Creo que necesitábamos romper con ese molde. No se trata de una postura científica, de considerar un objeto literario sin tener en cuenta nada más.

P: En ese sentido, Triste Tigre se encuentra repleta de citas a obras literarias con la que su experiencia se relaciona de forma continua, hasta el punto de constituir una de las partes fundamentes de su estilo. ¿Cómo integró todas estas referencias, que van desde Nabokov a Christine Angot?

R: Desde el principio supe que tenía que hacerlo así porque, de alguna forma, constituye mi yo como lectora. Nabokov y Lolita eran una obviedad, por eso quise situarlas al principio, para ir introduciendo elementos más inesperados poco a poco. Para mí fue una manera de auto analizar el propio texto, como esa referencia a Bernado Atxaga sobre un cuento que habla de lo visible y lo invisible. La literatura no es un manual de autoayuda. Si yo necesito respuestas sobre cómo actuar cuando he sido víctima de una dominación, probablemente se acuda a eso. Pero no es el caso, y quería que eso se reflejara en este libro.

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“No he ahondado en la teoría feminista”

P: En otro momento de Triste tigre dice que el feminismo no constituyó un anclaje para usted. ¿Podríamos ahondar en esa cuestión?

R: Te soy honesta, no he ahondado en la teoría feminista, no ha formado parte de mi proceso intelectual. ¿Por qué no pasó? No lo sé. Quizás me daba miedo encontrar respuestas directas. Recuerdo cuando leí Teoría King Kong, de Virginie Despentes, y me pregunté por qué no había ahondado en todo eso cuando había estudiado literatura anglosajona. Pero esos textos no me llegaron en su momento.

P: ¿Cree que estamos hablando de una cuestión generacional? [Neige Sinno nació en 1977 y, en ese momento, en el canon, no estaban presentes las mujeres].

R: Yo estudie letras a través de los hombres. De hecho, escribí mi doctorado a través de cuentos escritos por hombres y, en la defensa de la tesis, cinco de las profesoras que estaban en el jurado me preguntaron: ¿por qué no hablas desde la perspectiva femenina? Ni me lo había planteado, entré en shock. Creo que a nuestra generación nos costó apartarnos del canon convencional, de esas figuras de autoridad predeterminadas.

P: ¿Ahora lee más a hombres o a mujeres?

R: A mujeres.

P: ¿Le incomodan las entrevistas?

R: Sí, porque conllevan una relación de poder y lleva implícita una violencia. Hay una frase de Roberto Bolaño que me acompaña: cuidado con las preguntas porque nos llevan a lugares que no queremos. Y en las entrevistas, percibo sensaciones que no me gustan, porque solo van a la yugular, a las declaraciones morbosas. Creo que el libro está lleno de reflexiones para hablar sobre ellas, más allá de todo aquello que tenga que ver con el ‘clickbait’.

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