Nació en Suecia, pero sus orígenes son georgianos y, precisamente por eso, ha configurado su filmografía en torno a los conflictos culturales que de alguna forma tienen que ver con su identidad y la forma en la que se percibe la disidencia desde nuestra sociedad occidental.
A Levan Akin (Estocolmo, 1979) lo conocimos gracias a su película Solo nos queda bailar, un alegato de lo más contundente en torno a la juventud LGTBIQ+ y que hablaba sobre sus raíces. Después de hacerse un hueco dentro del panorama del cine de autor, presentó Crossing en el pasado Festival de Berlín, una película que habla de la inmigración desde el punto de vista de la transexualidad.
“De alguna forma creo que mi anterior película y esta se encuentran emparentadas, son como hermanas a la hora de plasmar la incomprensión de la sociedad en torno a la identidad”, cuenta el director para Infobae España. “En ambas late la necesidad de hablar de la marginación, del estigma social que produce la diversidad de género”.
De qué va ‘Crossing’, la nueva película de Levan Akin
La protagonista de Crossing es una profesora jubilada que, en algún momento de su vida, prometió encontrar a su sobrina Tekla, a la que perdió la pista hace mucho tiempo, pero con la que tiene una deuda pendiente después de que cambiara de sexo y fuera repudiada por su familia. Su búsqueda la llevará de Georgia a Estambul, en un viaje que le cambiará la vida para siempre.
“Me basé en una historia real sobre una abuela que, en Georgia, apoyaba a su nieta ‘trans’ y que salió en las noticias. Todo el mundo comentaba alrededor cómo era posible que, perteneciendo a otra generación, entendiera esa transición”, continúa Levan Akin.
El personaje de la protagonista, Lia (interpretada por Mzia Arabuli), representa el pasado y cómo se puede cambiar la mentalidad para ajustarse al presente en el que vivimos, y cómo el peso de las tradiciones se puede modificarse a golpe de empatía y audacia.
“Se trata de una mujer que creció bajo el yugo soviético, una generación que ha permanecido vigente casi hasta nuestros días, basada en la intolerancia y en la negación de algunos derechos humanos fundamentales”, continúa el director.
Cruce de fronteras tanto físicas como mentales
Al fin y al cabo, a través de sus personajes, Levan Akin intenta hablar de su país a través de las heridas que lo atraviesan. La precariedad laboral, la inmigración, el futuro incierto de los jóvenes. “Georgia se percibe como un país atrasado, conservador, donde no hay expectativas de trabajo. Por eso en la película se cruzan fronteras. Quería hablar de dos mundos, tanto físicos como mentales”, apunta Akin.
La película se llama Crossing, que significa “cruce”, porque lo que se plantea es ir de un lado a otro, cambiar de país, pero también de forma de pensar.
Esta dualidad está presente desde el principio de la película, no solo a la hora de señalar los idiomas diferentes en los que se habla, sino también al destacar que, tanto en Turquía como en Georgia, no existe la distinción de género, una cuestión que no deja de ser paradójica.
Al igual que ocurría con su anterior película, en esta ocasión el clímax también tiene que ver con el baile como catarsis, como forma de dejarse llevar y experimentar. Sólo queda bailar.