Carla Nyman: “Siempre se va a las mismas obras de teatro. ‘La Celestina’ mola mogollón, pero hay que apostar por historias contemporáneas”

La poeta, escritora y dramaturga reivindica la manía y la depresión en una obra en la que exorciza los fantasmas de la histeria asociada a las mujeres. “Va a haber muchas más bajas por depresión y ansiedad porque estamos forzando algo que es inhumano”, dice a ‘Infobae España’

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La poeta, escritora y dramaturga Carla Nyman, durante su entrevista con 'Infobae España' en el Teatro de la Abadía, en Madrid (Helena Margarit Cortadellas)
La poeta, escritora y dramaturga Carla Nyman, durante su entrevista con 'Infobae España' en el Teatro de la Abadía, en Madrid (Helena Margarit Cortadellas)

“No tener expectativas es mucho más saludable”, dice dos días antes de que Hysteria aterrice en el Teatro de la Abadía. Tras el éxito de Tener la carne (2023), una novela en la que una chica joven y su madre pasean el cadáver de su novio por la costa almeriense, Carla Nyman (Palma de Mallorca, 1996) se ha erigido como una de las creadoras (además de poeta, dramaturga y escritora) más interesantes de la actualidad. La obra que presenta junto a Teatro Kamikaze es un ejercicio de reivindicación a la histeria que, de forma errónea, se aplicó a las mujeres “que estaban proponiendo nuevas lógicas y alternativas” a la realidad existente, lo que hacía que fuesen relegadas a los márgenes sociales. “La histeria llega a nuestros días en forma de depresión y manía”, dice en una entrevista con Infobae España.

La obra, protagonizada por Lluna Issa Casterà y Mariano Estudillo, nació de dos experiencias personales. “Sufrí una violencia sistémica en una relación personal”, dice Nyman, una situación que la llevó a reflexionar sobre la invalidación del dolor ajeno en espacios de confianza e intimidad. “Me causó un revuelo psíquico en la cabeza”, admite. La segunda anécdota incluye una consulta médica. “Me diagnosticaron una enfermedad que no tenía”, admite entre risas. “El médico se empecinó a rebuscar entre mis orificios”, añade.

La primera escena de Hysteria muestra a una mujer siendo inspeccionada por un doctor que necesita saber de dónde viene su locura, su inconformismo. De sus agujeros salen todo tipo de objetos que relacionan su malestar físico con su apatía emocional. Un peluche, una bandera de Finlandia, una raqueta de tenis o un teléfono. El humor accidental, la ironía y el surrealismo se conjugan para armar un relato imperfecto, pero efectista, sobre la vulnerabilidad de la existencia. Luego suena Psycho Killer, de Talking Heads, y la psicodelia lumínica se apodera del Teatro de la Abadía.

“Ahora, las histéricas somos todos y todas”, denuncia Nyman. “Estamos bajo el yugo del monstruo del neoliberalismo y eso nos afecta y repercute de una forma terrible”, añade. La creadora no sólo habla de las negligencias médicas que, como en su caso particular, se producen por la “altísima demanda” que, sobre todo, “pasa aquí en Madrid”. Su crítica se amplía a los alquileres, “que ahora mismo son inviables”, o a las “horas laborales indecentes” que terminan absorbiendo al ser humano. “Acabamos siendo absorbidos por esta vorágine, intentando una huida hacia adelante constante para sobrevivir en un sistema hostil”, explica.

“Acabamos siendo absorbidos por la vorágine, intentando una huida hacia adelante constante para sobrevivir en un sistema hostil”
Carla Nyman presenta 'Hysteria' en el Teatro de la Abadía (Helena Margarit Cortadellas)
Carla Nyman presenta 'Hysteria' en el Teatro de la Abadía (Helena Margarit Cortadellas)

La histeria de Nyman se convierte, sobre el escenario, en una reivindicación de los males del siglo XXI. “Va a haber muchas más bajas por depresión y ansiedad porque estamos forzando algo que es inhumano, un esfuerzo y una entereza que nos derriba”, dice. En el teatro, y en el mundo creativo, la autora quiere evitar ser consumida por la “frivolidad” y la “artificiosidad” que puede empañar el trabajo honesto. “Si tengo que colocar el pie hacia un lugar más comercial porque las circunstancias me empujan a ello, quiero asegurarme de que el otro lo tengo en lo genuino”, algo que consigue a través del cuidado y de un equipo minuciosamente escogido.

Hysteria, al igual que Tener la carne, no tiene miedo en abordar la escatología o la fealdad, pues “hay algo muy bello en un cuerpo amorfo”. La escritora defiende en la obra la idea de que el ser humano no es un cuerpo finito, más bien una entidad “que siempre está en interacción con la otra persona, objeto, entorno o atmósfera”.

“Si tengo que colocar el pie hacia un lugar más comercial porque las circunstancias me empujan a ello, quiero asegurarme de que el otro lo tengo en lo genuino”

Una nueva generación de dramaturgos

Carla Nyman se moja a la hora de hablar del legado teatral, y de por qué es necesario que las obras contemporáneas gocen de mayor salud sobre el escenario. “Me falta mucha frescura”, indica. “Los relatos que nos cuentan las generaciones anteriores nos sirven para tener perspectiva, pero las nuevas voces traen muchas inquietudes”, apostilla. La autora cree que perfiles como el suyo son los idóneos para hablar de males coyunturales que afectan, principalmente, a la demográfica más joven. No sólo los centennials son capaces de conectar con el público más inconformista. Hace unos días, Angélica Liddell llenó los Teatros del Canal con Dämon. El funeral de Bergman, un homenaje feroz al cineasta que copó la sala de espectadores menores de 30 años. “La gente conecta con Angélica porque activa males que atañen a su generación, pero que conecta con el dolor contemporáneo de los jóvenes”, indica Nyman sobre su éxito.

Carla Nyman, en la presentación de 'Hysteria' en el Teatro de la Abadía, en Madrid (Helena Margarit Cortadellas)
Carla Nyman, en la presentación de 'Hysteria' en el Teatro de la Abadía, en Madrid (Helena Margarit Cortadellas)

Otra de las barreras que quiere derribar es la idea de que la poesía, y por ende el texto teatral, es menos accesible que una novela con una estructura clásica y un hilo narrativo accesible. “Es un problema educacional de cómo se plantea en los colegios”, indica. Con experiencia como profesora, Nyman cree que el cambio empieza en las aulas y derribando la idea de que el teatro es un género de superdotados.

“Siempre se va a ver las mismas obras de teatro. La Celestina mola mogollón, y El Lazarillo de Tormes también, pero hay que apostar también por las historias más contemporáneas”, cuenta. La idea es que un planteamiento “confuso” haga que el espectador salga con más preguntas si cabe de la sala, rompiendo así la hegemonía del relato aristotélico, aquel con un claro desenlace. “Hay que dejarse llevar y no venir con la ansiedad de querer resolver la trama y tener respuestas”, indica.

“La gente conecta con Angélica Liddell porque activa males que atañen a su generación, pero que conecta con el dolor contemporáneo de los jóvenes”

Pese a que muchos han considerado su crudeza literaria como un acercamiento al universo almodovariano, Nyman (nacida en Palma de Mallorca, pero el corazón dividido entre Murcia y Finlandia), se sabe más cercana al humor de Aki Kaurismäki (director de la laureada Fallen Leaves, su último acercamiento a la apática, pero tierna, realidad de la clase obrera de Helsinki). “Me encanta Kaurismäki”, dice. Sus películas son, para Nyman, una suerte de “cuento de hadas cínico”: “Hay algo fantasioso, esperanzador, pero realmente es tremendamente oscuro, y eso tiene que ver con la ironía finlandesa”, relata. El surrealismo español se junta, en Hysteria, con el cinismo de quien se sabe vulnerable.

La puesta en escena de 'Hysteria', en el Teatro de la Abadía. De izquierda a derecha, Mariano Estudillo, Lluna Issa Casterà, Carla Nyman y Juan Mayorga, director artístico de La Abadía (Helena Margarit Cortadellas)
La puesta en escena de 'Hysteria', en el Teatro de la Abadía. De izquierda a derecha, Mariano Estudillo, Lluna Issa Casterà, Carla Nyman y Juan Mayorga, director artístico de La Abadía (Helena Margarit Cortadellas)
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