Controvertido, afrancesado, esteta, iconoclasta. Todos estos adjetivos, y muchos más, han acompañado desde sus inicios la trayectoria de Albert Serra, un director que siempre ha defendido su visión cinematográfica, aunque fuera por encima de la de todos los demás, demostrando su carácter intrépido y rupturista.
Genio y figura, un director sin miedo a nada. Se ha atrevido a plasmar buena parte de los tabúes de la sociedad ‘biempensante’ a través de artefactos al borde del delirio en el que la decadencia y las pulsiones más atávicas siempre han formado parte de su idiosincrasia.
Precisamente por esa razón, no resulta extraño que se haya acercado a la liturgia taurina en Tardes de soledad, la película con la que se ha coronado en el Festival de San Sebastián después de llevar años erigido como autor de culto fuera de nuestras fronteras.
En esta ocasión, ha conseguido la Concha de Oro por una película, de nuevo polémica, en torno al seguimiento de la figura del toreo Andrés Roca Rey utilizando las imágenes documentales para llevarlas a un nuevo nivel, como solo él puede hacer, con valentía, talento y sin miedo a nada.
La obra de Albert Serra está repleta de trabajos ‘outsiders’ con los que se ha manifestado como un firme defensor de la cultura de la disidencia, siempre apostando por la radicalidad y la ruptura de los convencionalismos. Aquí repasamos su obras fundamentales.
‘Pacifiction’ (2022)
Con esta película participó por primera vez en la Sección Oficial del Festival de Cannes, un honor que en las últimas décadas solo parecía corresponder a Pedro Almodóvar. Pero Albert Serra consiguió entrar en competición con esta película protagonizada por el actor Benoît Magimel en la que encarnaba a un alto mandatario de la Polinesia Francesa que establecía toda una serie de juego de poder destinados a conducirnos a un espacio a medio camino entre el entorno político y la abstracción fantasmagórica.
‘Liberté' (2019)
Comenzó siendo una instalación artística y terminó siendo una de las películas más subversivas e inclasificables de nuestra cinematografía. Constituyó una oda al hedonismo, al sexo sin adjetivos, una pieza de arte tan barroca como precisa a la hora de captar imágenes que basculan entre el ‘voyerismo’ y el exhibicionismo inspiradas en la literatura del Marqués de Sade en las que el placer y el dolor se dan la mano. Consiguió el Premio Especial del Jurado en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes.
‘La muerte de Luis XIV’ (2016)
La muerte ha estado presente en muchas de las películas de Albert Serra y, en este caso se centró en la etapa final de Luis XIV, monarca francés apodado el Rey Sol, a través de una agonía de 15 días a causa de una cangrena en la que brilla el mítico intérprete Jean-Pierre Léaud (que debutó cuando era pequeño en Los cuatrocientos golpes, de François Truffaut). Una película que se encarga de dilapidar los mitos (como buena parte de la obra de Serra) y que está recubierta de una pátina abigarrada que nos muestra al cineasta en su vertiente más esteticista, sin perder por ello su esencia incómoda y heterodoxa.
‘Historia de mi muerte’ (2013)
El director se encargó de reflexionar en torno a la transición entre el siglo XVIII y el XIX, que nos lleva del racionalismo al romanticismo y lo hace a través de dos iconos que personifican ambas esferas, Casanova y Drácula, que se encontrarán en un pequeño pueblo para contraponer la libertad sexual con la opresión violenta. Un viaje de la luz a la oscuridad repleto de antiacademiscimo indómito. Una película ganadora del Leopardo de Oro del Festival de Locarno.
‘Honor de cavallería’ (2006)
Su primera película, aquella que lo situó en el mapa y en la que sentaría las bases de su estilo primigenio, tan ambicioso como poético, radical y tan magnético como difícil de definir. Se trata de una adaptación muy libre de El Quijote, en la que el la realidad y la ficción se dan la mano, protagonizada por actores no profesionales y con reminiscencias a directores como Pasolini o Bresson. Participó en la Quincena de los Cineastas del Festival de Cannes.