‘Yo, adicto’: la serie autobiográfica que sacude el Festival de San Sebastián y nos descubre el talento de un creador valiente y honesto

Javier Giner adapta su propio libro en una ficción para Disney Plus+ que se convierte en una experiencia tan arrolladora como catártica y en la que brilla de manera estratosférica Oriol Pla

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Tráiler de la serie 'Yo, adicto' de Javier Giner para Disney

Es una de las grandes series del año, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. También es la confirmación del talento de su creador, Javier Giner, que se abre en canal para contar su propia historia: cómo salió del infierno de las drogas y superó la adicción después de un largo proceso de desintoxicación.

Javier Giner nació y creció en Barakaldo en los años ochenta, en plena epidemia de heroína. En aquel momento, se podía identificar a la perfección quien estaba enganchado a la sustancia. Hoy en día, cualquiera de nosotros podríamos esconder debajo de la máscara de las apariencias cualquier tipo de adicción, ya sea a las compras compulsivas, al juego, al sexo o al alcohol.

En 2021, Giner plasmó su relato en torno a la dependencia y su posterior exorcismo personal en el libro de no-ficción Yo, adicto (Paidós), que se convirtió en un tratado desgarrador sobre cómo se toca fondo a través de una literatura tan transparente como visceral. También hablaba de la salud mental, esa pandemia que tanto sacude a la sociedad actual y de cómo se puede salir de ahí, a través de mucha terapia y, en este caso, el internamiento en una clínica de desintoxicación, un espacio poco explorado, quizás por constituir un tabú y que nos permitía adentrarnos en ese lugar para conocer todo un crisol de historias dolorosas.

Qué cuenta ‘Yo, adicto’

Javier Giner y su 'alter ego', Oriol Pla, en una imagen promocional de Disney Plus
Javier Giner y su 'alter ego', Oriol Pla, en una imagen promocional de Disney Plus

Ahora Yo, adicto se convierte en una serie para Disney Plus (se estrena el próximo 30 de octubre), en una serie valiente como pocas veces hemos visto en la ficción de nuestro país desde el auge de las plataformas. Una serie que te lleva por un túnel desde la oscuridad a la luz, que resulta cruda, impactante, ‘revulsiva’, pero que se atreve a destapar las miserias íntimas (y colectivas) de una manera tan brutal como honesta. Y, lo más importante, termina abrazando, dando esperanza y ofreciendo un mensaje de reconciliación humana fundamental y emocionante.

Nos introducimos en la historia a través de la voz en of del propio protagonista (Oriol Pla): “Soy un payaso ‘tocapelotas’ e histriónico, arrogante, bocazas, frívolo. ¿Por dónde inicia uno el retrato de su propia vida?” Una pregunta difícil de responder y que nos adentra en uno de los ejercicios autobiográficos más indómitos y descarnados vistos tanto en España como fuera de nuestras fronteras.

El primer episodio nos enseña a un Javier Giner, en efecto, que responde a todos los adjetivos de su propia definición, una persona que arrastra toda una serie de traumas que no ha sabido cómo gestionar y que se encuentra perdida, canalizando toda su rabia a través de un comportamiento déspota y narcisista. La vorágine en la que nos introducimos en esos primeros compases nos lleva a la hecatombe de la pérdida del control.

En el libro, el autor ya contaba uno de los episodios más oscuros de su vida, cuando su madre tuvo que recogerlo en un hostal después de una noche de drogas y de sexo, porque no tenía dinero para pagar a dos hombres que ejercían la prostitución masculina. Si en el libro ese momento ya resultaba sobrecogedor, su ‘plasmación’ en imágenes resulta desoladora, sobre todo gracias a la interpretación de Itziar Lazcano, que interpreta a la progenitora.

Además, esos compases demuestran que la crudeza no está reñida con la delicadeza a la hora de poner en imágenes ese panorama tan desolador e incómodo. El plano en el que el protagonista sigue a su madre después de haber tocado fondo, marcará un punto de inflexión en su vida y en el relato y es devastador.

Una espléndida coreografía de actores

Oriol Pla en 'Yo, adicto', de Javier Giner (Disney Plus+)
Oriol Pla en 'Yo, adicto', de Javier Giner (Disney Plus+)

A partir de ese momento, nos trasladaremos a otro escenario, el de la clínica de desintoxicación en la que encontraremos a Anais, una experta orientadora social (una gran Nora Navas) y todo un crisol de personajes que se encuentran ingresados por diferentes circunstancias y que configuran un grupo de lo más heterogéneo y compacto entre cuyos rostros se encuentran los de Victoria Luengo, Catalina Sopelana, Bernabé Fernández, Quim Àvila o Pilar Bergès, a los que se irán incorporando los personajes que encarnan Marina Salas (que se convertirá en la mejor amiga de Javier y cuya energía ‘punki’ resulta arrolladora) y Omar Ayuso, en el papel más complicado y audaz de su carrera que lo eleva a otra categoría dentro de su carrera.

Resulta difícil describir cómo la serie es capaz de componer una coreografía de personajes tan precisa, en la que cada uno de ellos tiene su propia identidad, ya salga en un solo episodio o en todos, demostrando un espíritu orgánico que marcará buena parte de los capítulos, que se mueven en la cuerda floja entre multitud de registros que nos llevan desde la furia, la tortura psicológica, el humor más negro y la delicadeza emocional.

Javier Giner demuestra su capacidad para orquestar una sinfonía de actores difícil de conseguir aunque, la parte más complicada, sin duda, la tenga Oriol Pla. Su ‘mimetización’ con el propio Javier Giner resulta absolutamente explosiva, configurando un juego de espejos memorable que va de lo máximo a lo mínimo, de los aspavientos grandilocuentes a los pequeños gestos más inaprensibles. Un trabajo de interpretación mayúsculo y que se aleja por completo de la caricatura para ofrecer un registro tan entregado que resulta ‘kamikaze’

Itziar Lazcano y Oriol Pla en 'Yo, adicto', de Javier Giner (Disney Plus+)
Itziar Lazcano y Oriol Pla en 'Yo, adicto', de Javier Giner (Disney Plus+)

La serie, que consta de seis capítulos, nos irá conduciendo por diferentes estadios que van mucho más allá del tema del que se supone que habla, la adicción. Se abordan cuestiones de lo más espinosas a las que no se renuncia a hablar de manera clara y, por qué no decirlo, política, como los abusos dentro del sector cinematográfico, el ‘chemsex’, lo que significa el éxito y el fracaso dentro de nuestra sociedad, la salud mental (por supuesto) y las relaciones con la familia, uno de los núcleos cordiales de la narración y que nos conduce a un clímax en el capítulo 5 que se convierte en una cumbre difícil de superar: una escena de discusión entre Javier y sus padres (de nuevo Itziar Lazcano y Ramón Barea) en la que se plasma, casi a través del vómito verbal, muchos de los males endémicos de toda una generación sometida a las expectativas (tóxicas) de los padres más allá del desarrollo de la propia identidad, anulada por una autoexigencia malsana.

Yo, adicto, es una serie sobre el vacío, sobre la insatisfacción más profunda, sobre la autodestrucción, los estigmas auto adquiridos, pero también es una serie sobre la ‘sanación’, sobre la empatía, sobre la necesidad de establecer una red de apoyo. Y, sobre todo, también es una experiencia a nivel cinematográfico difícil de olvidar y que se queda incrustada en la memoria a fuego. Yo, adicto, no es una serie, es un milagro.

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