Residente, una ‘tiraera’ eterna contra los Trump, los Putin y la desigualdad

El WiZink Center de Madrid ha acompasado el poder verborreico del rapero puertorriqueño, que visita la capital con la gira bautizada con el nombre de su último disco, ‘Las letras ya no importan’

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El rapero puertorriqueño Residente, este sábado en el Palau Sant Jordi de Barcelona dando inicio a la gira 'Las letras ya no importan'. EFE/Marta Pérez
El rapero puertorriqueño Residente, este sábado en el Palau Sant Jordi de Barcelona dando inicio a la gira 'Las letras ya no importan'. EFE/Marta Pérez

Mientras Residente entonaba una de sus muchas peleas verbales en el WiZink Center de Madrid, Donald Trump sufría un “intento de asesinato”, según el FBI, en su club de golf situado en Florida, Estados Unidos. En el paralelismo anterior no habita otra cosa que no sea la realidad de un mundo dantesco que apenas ha cambiado desde que el rapero puertorriqueño comenzara a tomarse la justicia por su mano. En el año 2017, un año después de abandonar Calle 13, el exitoso proyecto que encumbró junto a su hermano, apodado Visitante, pero de nombre Eduardo Cabra, el cantante dijo a El País: “Trump es el presidente más ridículo y payaso del mundo”. Nadie duda de que, este domingo, Residente podría haber replicado el mismo enunciado.

René Pérez Joglar (San Juan, Puerto Rico, 1978) es el grito de la lucha latinoamericana, de la rebeldía de un pueblo al que enseñaron a conformarse con las migas. Sus rimas son un tratado político que evidencia las carencias del sistema y de los políticos que lo anudan a su dedo. El puertorriqueño, voz de una generación y un magnate de la opinión, visitó la capital este domingo tras arrancar la gira Las letras ya no importan -el título de su último disco, el primero en siete años- el día previo en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

El escenario, cortado por una pantalla vertical en el medio, presentaba dos escaleras, dos atriles y dos mesas. En una de ellas una joven escribía los versos que René iba entonando en una máquina de escribir y, en la otra, una mujer llamada María pintaba acuarelas en directo para narrar las distintas etapas del concierto. Del dolor al renacimiento, de la fiesta a la reivindicación. En los primeros minutos del concierto, Residente tuvo que parar para contener las lágrimas al ritmo de René, canción que forma parte de su último álbum. “Cuando caigo en depresión mis problemas se los cuento a la ventana del avión” o “el concierto esta lleno pero yo estoy vacío”.

Dice que Las letras ya no importan, pero nunca una mentira fue tan fácil de desentrañar. Quizá sepa que la industria ha cambiado y que perfiles como el suyo se recluyen en las plantas más bajas de las discográficas, que apuestan por artistas blancos y familiares incapaces de posicionarse en los conflictos mundiales (o presidenciales de su propio país). Residente nunca pediría que no le hicieran preguntas de índole política en una entrevista, algo que ocurre con demasiada frecuencia en un mundo abocado al trend y al baile de TikTok, pero tampoco haría falta cuestionarle cuando son precisamente sus letras las que brindan toda la información pertinente.

El rapero puertorriqueño Residente, este sábado en el Palau Sant Jordi de Barcelona dando inicio a la gira 'Las letras ya no importan'. EFE/Marta Pérez
El rapero puertorriqueño Residente, este sábado en el Palau Sant Jordi de Barcelona dando inicio a la gira 'Las letras ya no importan'. EFE/Marta Pérez

“Porque cuando el Residente habla, estos perros obedecen”, dice en Quiero Ser Baladista, una canción que comparte con Ricky Martin y que brinda oxígeno a un público que quería comenzar a divertirse. En los primeros minutos de concierto, René se mueve entre atril y atril: sabe que sus palabras son un speech político más, una tiraera designada para aquellos que se aprovechan de los débiles, para los líderes que no cumplen sus promesas y para los artistas que tiene en su radar venenoso (la última víctima siendo J.Balvin). Su verso es relevante, su pensamiento pertinente, pero sus palabras se pierden en una marea de realidades individualistas.

El concierto del rapero puertorriqueño es una ventana al pasado, concretamente, al 15-M: el WiZink se sumerge en la ola esperanzadora que veía a la política como una herramienta para la mejora y no una ventana recurrente de frustración. Las urnas podían cambiar las realidades latentes de los pueblos más marginados y de las familias que no llegaban a fin de mes, pero al final los ricos acabaron siéndolo aún más. Residente no escatima a la hora de reivindicar a todos los colectivos: se acuerda de la “educación pública y de calidad”, también del “exterminio de palestinos” y a los latinoamericanos que, como él, siguen viendo el vaso medio lleno. Las banderas conforman un óleo de colores diversos en una pista a rebosar.

No faltan los hits de Calle 13, Atrévete-te-te y Muerte en Hawaii, y tampoco los recuerdos de todas aquellas fiestas que ponían la primera mientras cobraban menos a las mujeres que a los hombres para mover las caderas en un cuadrilátero de sudor y alcohol. Tras un repaso al baúl de los recuerdos, René se pone serio: llegan Guerra, This Is Not America y Latinoamérica, tres canciones que encapsulan a la perfección su carrera como rapero. “Soy de América Latina, un pueblo sin patas pero que camina”, entona en la última. Es entonces cuando en la pantalla aparece una acuarela de Valparaíso, Chile, lugar en el que René compuso gran parte de los versos de dicha canción. “Estaba inspirado, las letras están en todos los lugares”, dice en uno de los pocos momentos en los que emplea el micrófono para hablar.

En el acto final, comienza la Fiesta De Loco. Residente baja del escenario y se acerca a sus seguidores. “Todos tenemos un lado oscuro y uno claro, y con ambos lados escribo, pero ahora me voy a concentrar en esa energía que me hace saltar en paracaídas, la misma energía que nos hace tener sexo, esa energía que tiene la capacidad de unir los lados oscuros y claros de las personas”, entona para agradecer el recital de aplausos y vítores que recibe. “Vamos a festejar”, continúa antes de que un sujetador lanzado al escenario casi le deje sin gorra (y sin margen de maniobra). Si hace unos días los puertorriqueños Anuel AA y Justin Quiles acudían a un mitin en Johnstown (Pensilvania) para mostrar su apoyo a Trump, y este domingo hacía lo propio Nicky Jam, Residente mantiene su compromiso de oponerse a la hipocresía dentro y fuera de la industria. Su poder verborreico sigue maniatado a la pelea contra la desigualdad y a los Trump y Vladimir Putin de la vida. En Madrid, o donde quiera que vaya, sus letras seguirán siendo lo más importante.

Residente comienza su gira mundial en Barcelona.
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