El cineasta belga Joachim Lafosse comenzó a hacer cine en su país de origen a principios de los años 2000, pero pronto comenzó a reclutar a grandes intérpretes franceses para protagonizar sus películas, como es el caso de Isabelle Huppert en Propiedad privada (2006), en la que ya dio muestras de su particular estilo.
Y es que el cine de Lafosse siempre se encarga de explorar algunas cuestiones de lo más incómodas, de esas que prefieres no mirar a la cara o no conocer de su existencia, de forma que él las sitúa en primer término para explorar sus lugares más recónditos a través de una cámara que suele ser de lo más orgánica a la hora de introducir al espectador en ese espacio repleto de violencia muda, convirtiendo el visionado en una experiencia perturbadora. Y es que al director le gusta trabajar con material explosivo.
En ese sentido, en 2012 agitó el Festival de Cannes con la película Perder la razón, basada en un hecho real en el que una madre, encarnada por Émile Dequenne (célebre actriz de Rosetta), mataba a sus hijos en un descenso a los infiernos de la mente absolutamente asfixiante cuyas imágenes se quedaban para siempre grabadas en la memoria.
En Un amor intranquilo, abordó el trastorno bipolar (basado en el que sufría su propio progenitor) a través de una de sus grandes especialidades, la disección de la familia en los momentos de mayor crispación que se pueda imaginar, cuando todo se encuentra a punto de desmoronarse, para bien o para mal. Algo parecido ocurre ahora con Un silencio, que se presentó el año pasado en el Festival de San Sebastián y que ahora se estrena en cines.
Qué cuenta ‘Un silencio’
En ella nos adentraremos en el día a día de una familia aparentemente sin ninguna grieta formada por Astrid (Emmanuelle Devos) y François (Daniel Auteuil), que ejerce de prestigioso abogado y que está especializado en casos de abusos a menores de edad. ¿Cómo imaginar que él mismo es un pederasta? Y, más aún, ¿cómo concebir que su mujer lo haya protegido durante la mayor parte de su matrimonio y callado lo que sabía, incluso poniendo en riesgo a su propia familia?
Eso es lo que plantea esta controvertida película en la que el director vuelve a sumergirnos en una espiral de contradicciones y de comprometidos conflictos morales. ¿Por qué le interesan tanto estas cuestiones a Joachim Lafosse? “La vida está llena de todas estas vicisitudes y a mí me gusta abordar estos temas espinosos y proponer reflexiones. No creo que haya grandes obras que no aborden conflictos éticos complejos”, decía en el pasado Festival de San Sebastián.
A Lafosse le gusta abordar muchos tabúes que la sociedad intenta ocultar y que tienen que ver con la salud mental. Son ejercicios al límite que ponen al espectador contra las cuerdas, que intentan poner en imágenes lo inexplicable, lo patológico, en un ejercicio de descubrimiento que encoge por dentro.
La cuestión es que si su cine puede resultar desagradable, lo cierto es que, al parecer, el propio director ha sido acusado por una decena de colaboradoras de generar un entorno tóxico en sus rodajes. Estas mujeres, que hablaron para el medio Libération, afirmaron que ejercía un sistema de poder tiránico para humillar a sus colaboradoras. Entre las figuras que se atrevieron a hablar, destacaba la actriz Virginie Efira que afirmó que “buscaba desestabilizar a los demás”.