Hubo una época en la que las comedias románticas además de populares eran también las que mandaban en taquilla. No había semana en la que no se colasen entre lo más visto, y durante varios años se encontraban en el top de películas con más recaudación. Los padres de ella, ¿En qué piensan las mujeres?, El diario de Bridget Jones, Mi gran boda griega, Cincuenta primeras citas o De boda en boda. Esta última, aunque era comedia gamberra antes que romántica, logró situarse entre las más vistas de 2005, junto a auténticos taquillazos como Batman Begins, King Kong, Las crónicas de Narnia o Star Wars: La venganza de los Sith.
Un par de años antes, en 2003, se estrenaron dos películas icónicas para la comedia romántica que, si bien no alcanzaron unas cifras tan grandes, fueron un auténtico éxito y sirvieron para reforzar el estatus de las rom-coms en salas. La primera era Love actually, que ha terminado convirtiéndose en un clásico de Navidad, y la otra era Cómo perder a un chico en 10 días, que ha regresado más de veinte años después para hacer lo propio. La película ha llegado recientemente a Netflix, un servicio que ha sido a la vez verdugo y promotor de las comedias románticas de la nueva era. Verdugo porque su éxito entre el público ha hecho que estos -a grandes rasgos- reduzca su visita al cine, pero promotor en la medida que se ha seguido encargando de impulsar este género, con mayor o menos calidad en sus títulos. Pero eso es otra historia.
Sea como fuere, lo cierto es que esta divertida cinta protagonizada por Kate Hudson y Matthew McConaughey ha caído de pie y con gracia en la plataforma, en la que ahora mismo se sitúa entre lo más visto. Ahora no compite con estrenos de cine como Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra, El señor de los anillos: El retorno del rey o Buscando a Nemo, pero ha emergido en la plataforma como la elección idónea para dejar atrás el verano y comenzar septiembre con mucho amor y algo de ironía.
El amor es siempre la apuesta más arriesgada
La película cuenta la historia de “amor” entre Andie Anderson (Kate Hudson), una periodista en busca de su próximo gran reportaje, y el publicista Benjamin Barry (McCounaughey), un soltero de oro que busca su próximo gran contrato. Sus caminos se cruzan una noche en la que ambos deciden poner en prueba sus apuestas sobre el otro; ella pretende demostrar que hay una serie de comportamientos que pueden alejar a cualquier hombre en tan solo diez días, él que puede conquistar a la mujer que quiera en el mismo tiempo. Evidentemente, cada uno desconoce los propósitos del otro, y de ahí las comillas a la hora de hablar de amor, pero en el transcurso de su farsa, como sucede en las grandes películas de los 2000, ese amor perderá sus comillas.
Tal y como disfrutaron los espectadores de 2003 y están descubriendo los de ahora, Cómo perder a un chico en diez días era una película maravillosa y en gran medida adelantada a su tiempo. Con un planteamiento clásico a lo screwball comedy -un malentendido acaba trastocando la vida de dos personas que se ven obligadas a cambiar su personalidad para “gustar” al otro-, el filme está lleno de diálogos que combinan desde el romanticismo más intenso a lo más mordaz, aupado en gran medida por la increíble química de sus dos protagonistas. Es una película que funciona como un tiro en cuanto a plasmar ese tanteo y tonteo continuo en los primeros días de cualquier relación, jugando con los clichés de la época de lo que podía arruinar una cita o, por el contrario, dar el triunfo.
Más de veinte años después, cuesta encontrar una comedia romántica con momentos tan tiernos y a la vez divertidos como el de Andie cantando You’re so vain o cuando hace a Barry perderse el final del partido de los Knicks. En los últimos años se cuentan con los dedos de la mano este tipo de películas, más allá de la reciente Cualquiera menos tú, y hasta esa ha sido puesta en entredicho por algunos. A la espera de que el género recupere el vigor que un día tuvo, siempre queda volver a Cómo perder a un chico en 10 días y comprobar que el amor nunca fue fácil, pero las películas sobre él sí que eran más divertidas antes.