En 2011, Latoya Ammons, se mudó con su madre enferma de cáncer y con sus tres hijos, de 7, 9 y 12 años, a una casa en Indiana. La mujer había tenido problemas con el alcohol y había estado en la cárcel por conducir en estado de embriaguez mientras su marido se encontraba en la guerra de Irak. Quería empezar una nueva vida, pero, desde el momento en el que pisaron esa casa, comenzaron a suceder hechos paranormales.
El caso de Latoya Ammons
Al parecer, los niños empezaron a hablar en lenguas extrañas, a tener moratones por todo el cuerpo y a comportarse de forma muy extraña. Además, había una plaga de moscas que no podían parar y la casa olía a muerto. En la descripción del caso, se cuenta que la familia pidió ser exorcizada, pero que nadie les hizo caso, hasta que un médico, después de visitarlos, anotó en la hoja de los Servicios Sociales que, en efecto, algo raro estaba ocurriendo. La persona que fue designada para seguir la investigación también incluyó en su informe las cosas inexplicables de las que estaba siendo testigo, como que uno de los niños había caminado hacia atrás por una pared hasta llegar al techo.
A Latoya le quitaron a sus hijos, apelando una enfermedad mental que había trasladado a los menores de edad, introduciéndoles dentro de su propia paranoia. Al parecer, la situación llegó a ser tan delirante que finalmente sí se practicó una serie de exorcismos a uno de los pequeños.
En ese caso real se basa Lee Daniels para componer una película de terror para Netflix, titulada La liberación, que ya se ha colocado en el top 1 de lo más visto de la plataforma.
Lee Daniels, un director tendente a la sordidez
A Lee Daniels lo conocimos dentro del ámbito independiente con Shadowboxer (2005), gracias a la que consiguió cierto reconocimiento, aunque la película con la que se consagró fue con la tremebunda Precious (2009) que tuvo 6 nominaciones a los Oscar y 2 estatuillas, al mejor guion adaptado y a la mejor actriz secundaria (Mo’Nique).
En esa película demostró que le gustaban los excesos, acumular toda una serie de detalles sórdidos y que su especialidad era plasmar la cara más desagradable de la sociedad norteamericana, repleta de abusos, de racismo, de malos tratos... En definitiva, de todo lo peor que el ser humano pudiera albergar, además representado a través de los elementos visuales más sucios y grotescos, así como con un lenguaje soez.
En sus siguientes proyectos, parecía haber dejado a un lado este tremendismo (como en los biopics más convencionales de El mayordomo o Los Estados Unidos contra Billie Holliday), pero el sustrato excesivo siempre estaba ahí.
Terror o comedia involuntaria
Ahora, esa marca de estilo, se traslada a su primera película de terror (que además es un original de Netflix) en la que adapta este caso real de Latoya Ammons desde su particular perspectiva, en la que vuelven a aparecer los elementos caricaturescos entre los que alcanzan cuotas de delirio la representación de Glenn Close en la pantalla, que encarna a la madre de la protagonista, Ebony (la también cantante Andra Day) que tendrá que vivir con el suplicio no solo de su adicción al alcohol, sino de que la tomen por loca, por mala madre y toda una serie de complementos escabrosos marca de la casa.
No se sabe qué es lo que más le interesa a Lee Daniels en La liberación, si la composición de personajes estrafalarios, si la descripción de una ambientación degradada y hostil o abordar el género de terror con un mínimo de coherencia.
Sin embargo, después de todo este periplo que propone, lo que parece contener la película es un mensaje en torno a la fe, a la necesidad de abrazar la religión en una sociedad en proceso de descomposición que parece el escenario ideal para que aparezcan los demonios. Una reflexión un tanto cuestionable y peligrosa dados los tiempos de radicalismo en el que vivimos.
En cualquier caso, buena parte de los usuarios que han visto la película ya han compartido la inenarrable caracterización de Glenn Close poseída, para la que solo tienen comentarios de burla y cachondeo, muy alejadas de las sensaciones de horror que debería trasmitir la película. En definitiva, La liberación no deja a los espectadores indiferentes, pero no se sabe si para bien o para mal.