Aunque ya había debutado con Todas las canciones hablan de mí (2010), podríamos considerar, en muchos sentidos, Los ilusos (2013) como su obra fundacional, aquella en la que comenzó a practicar un estilo particular que siempre lo acompañaría, en la que comenzó a verter sus intereses a medio camino entre el cine y la vida, y en la que la realidad se imbricaba con la ficción de una manera reveladora.
También fue el inicio de su productora, a la que se llamó precisamente con el mismo nombre, y el comienzo de su ‘troupe’, una serie de actores que, como si se tratara de una compañía teatral (y familiar) comenzaron a aparecer en buena parte de sus trabajos, como es el caso de Vito Sanz o Francesco Carril. Itsaso Arana se introdujo en su universo a partir de La reconquista (2016) y todos juntos han ido construyendo un corpus narrativo y fílmico.
Una obra de espíritu colectivo
Por eso, resulta de lo más natural que su última película, Volveréis, esté escrita tanto por Jonás Trueba como por sus dos protagonistas, Itsaso Arana (autora de la deliciosa ópera prima Las chicas están bien) y Vito Sanz, que en la pantalla interpretan a una pareja en crisis que decide poner fin a su relación celebrándolo por todo lo alto, a partir de una idea que tuvo el progenitor de la protagonista (encarnado por Fernando Trueba, padre de Jonás) de hacer una fiesta de la ruptura, algo que desconcertará a todo su entorno, que no se lo podrá creer y que, por tanto, repetirá la frase: “Volveréis”.
Esta anécdota inicial sirve para componer un mecanismo ‘metacinematográfico’ entre la realidad y la ficción para introducirnos en las dinámicas de una pareja que parece haber llegado a su fin, desplegando por el camino toda una serie de referencias cinéfilas y literarias que nos llevan de las comedias románticas del Hollywood clásico a Ingmar Bergman (y su Secretos de un matrimonio), pasando por la filosofía de Søren Kierkegaard.
“Esta película surge de las ganas que tenía de seguir haciendo películas con Itsaso y Vito y también tuve la necesidad de escribirla con ellos, me pareció un buen plan, el mejor plan posible”, cuenta Jonás Trueba a Infobae España. “Yo venía de un verano muy revuelto, había abandonado una película en Granada (se refiere a Segundo premio, que terminará dirigiendo Isaki Lacuesta) y no estaba en mi mejor momento, tenía muchos fantasmas en mi cabeza, así que hacer algo de forma conjunta nos pareció una idea estupenda”.
La realidad como material para la ficción
Reconoce que buena parte de sus historias surgen de la realidad, como la propia frase que enunció su padre, o algunos de los diálogos que aparecen en la película, que están basados en conversaciones reales con sus amigos. “Yo no trabajo la imaginación, esa es la verdad”, continúa.
“Utilizamos nuestras vidas y luego las ponemos en juego, creo que lo llevamos haciendo siempre y me parece bonito”, dice Vito Sanz. “Tiene algo de terapéutico y, además, también encaja a la perfección con la idea que tenemos nosotros del cine y de la vida, que se entrelazan entre sí”.
Que Itsaso Arana y Jonás Trueba sean pareja en la vida real, no deja de alimentar una especie de mitología en torno a ellos. Cuentan que, cuando se presentó la película en la Quincena de los Cineastas del pasado Festival de Cannes (donde alcanzaron el máximo galardón), había periodistas que creían que en realidad era la historia por la que estaban atravesando y que se habían separado.
¿A veces llegáis a pensar que estáis dentro de una película? “No es tanto eso como que nos relacionamos con actores, directores, y es un poco raro, estamos siempre hablando de cine, de libros. No es que vivamos dentro de una fantasía irreal, pero sí tenemos una extraña vinculación con la ficción”, dice Sanz. “Cuando dices que crees que vives en una película, suena como algo muy ingenuo, infantil, incluso puede que glamouroso pero, claro, no es en absoluto así”, añade Arana.
Al mismo tiempo, a Jonás Trueba, le parece que cualquier detalle ínfimo de la realidad es susceptible de formar parte de una película. “Hay una frase de Jonas Mekas que a mí me marcó mucho en un momento, y es que dijo que podría seguir haciendo cine sin cámara, que ya no la necesitaba. Y eso es algo que comprendo absolutamente porque, por ejemplo, esta conversación podría formar parte de una película”.
En cualquier caso, Jonás Trueba tiene una forma muy naturalista de rodar, casi como si la cámara, en efecto, no existiera. “Intento que la cámara no invada la ficción. Siempre partimos de algo un poco documental, como si trabajáramos sobre nosotros mismos para terminar perfilando algo a través de eso. Hacemos ficciones como muy frágiles, muy tímidas”.
“Yo creo que se pueden hacer películas con cosas insignificantes y la lucha de Jonás es escapar de las narraciones convencionales, de las grandes historias, coger temas aparentemente cotidianos y convertirlos a través de su mirada en algo un poco más trascendente o poético”, reflexiona Itsaso Arana. “Cada uno de nosotros es merecedor de ser el mejor personaje de una película, por qué no. Todo lo que tenemos delante es un material digno”.
Una ‘hexalogía’ generacional
Los ilusos, Los exiliados románticos, La reconquista, La virgen de agosto, Tenéis que venir a verla y Volveréis forman un corpus que, de alguna manera, ha ido recogiendo el crecimiento del director y de sus actores. En cada una de ellas, se han plasmado las incertidumbres de cada una de las edades por las que han ido atravesando a modo de retratos generacionales sin ninguna pretensión, tan solo la de reflejarse a sí mismos en ese momento de sus vidas.
“Todas las películas corresponden a una crisis. Casi siempre estamos en crisis. Somos una crisis andante”, bromean. “Tampoco hay que darle mucho tremendismo a esa palabra. Al fin y al cabo, estamos dudando todo el rato, en el oficio y en nuestras casas. Puede que las películas que hemos hecho sean mejores o peores, pero creo que son una buena foto de un momento particular de un grupo concreto. Tampoco queremos representar a nadie, solo a nosotros mismos con la esperanza de conectar con los demás”, dice Trueba.
Jonás Trueba es un director al que le gustan los actores y quiere consagrar sus películas a ellos. No es algo que suela ser habitual porque, en muchos casos, los intérpretes se convierten en meros instrumentos para los autores que quieren exprimir su talento, a veces no de las maneras más indicadas. “Soy un privilegiado”, responde Vito Sanz al respecto. “Con respecto a la relación con Jonás, creo que nadie me ha retratado mejor, con más cercanía y cariño”. “Él saca cosas de nosotros, pero también nosotros de él”, continúa Itsaso Arana. “Es verdad que las relaciones de poder entre directores e intérpretes suelen ser más asimétricas, hay algo de usar y tirar. Nosotros renovamos nuestros votos cada vez que hacemos una película porque, en el fondo, damos por hecho que vamos a hacer la siguiente juntos”.
Trabajar la repetición
En Volveréis el elemento de repetición adquiere un carácter fundamental (apelando al libro de Kierkegaard, precisamente, La repetición). “A mí siempre me ha gustado trabajar con la repetición, creo que es intrínseca al cine. Está ahí, trabajamos con la repetición todo el rato, en la vida real, en la vida cotidiana, en los rodajes, es fundamental. Y no tiene por qué ser aburrida y, si entras en un sentido más profundo, te das cuenta de que la repetían en realidad no existe, porque siempre hay algo diferente”.
El director menciona a Hong Sang-soo, que también maneja la repetición en sus películas, pero también a Yasujirō Ozu, que también construyó su filmografía trabajando con los mismos actores y filmando en los mismos espacios. “Para mí la repetición es un gesto de amor, repetir es desear. No se trata de rutina, sino de querer volver sobre lo mismo porque te gusta”.