La película que refleja la presión social sobre las mujeres maduras a la hora de reinventarse constantemente en la que brilla Eva Llorach

Se trata de la ópera prima de Celia Giraldo que, a través de un estilo cotidiano, construye una pequeña gran historia sobre la incomunicación y la necesidad de liberarse de las cadenas

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Tráiler 'Un lugar común'

No son muchas las películas que abordan de una manera realista la crisis de la mediana edad a través de la perspectiva femenina, poniendo en el foco no solo la presión social, sino los sentimientos y emociones que aparecen y que se encargan de lastrar la autoestima de las mujeres a partir de que cumplen 50 años.

En ese espacio íntimo y al mismo tiempo universal se mueve la ópera prima de Celia Giraldo, perteneciente a la factoría ESCAC y cuya experiencia previa incluye el film colectivo La hija de alguien, protagonizado por Aina Clotet, con la que estableció una relación profesional en su proyecto personal en forma de serie titulado Esto no es Suecia y dirigiendo el videoclip de Rigoberta Bandini junto a Amaia Romero, Así bailaba.

Una mujer bajo la influencia

Eva Llorac, harta de todo en 'Un lugar común' (ESCAC Films)
Eva Llorac, harta de todo en 'Un lugar común' (ESCAC Films)

Un lugar común mantiene algunas conexiones con Esto no es Suecia, como el tono realista y un humor soterrado de lo más mordaz, pero sin duda se erige como una obra muy personal que se sitúa como una de las óperas primas más interesantes del año, por su capacidad de configurar un personaje femenino memorable (interpretado por Eva Llorach) que se convierte en reflejo de la invisibilidad a la que han estado sometidas las mujeres en nuestra sociedad y a su paulatino cambio de conciencia a través de la reivindicación personal y la lucha por reafirmar la propia identidad.

La protagonista de esta historia se llama Pilar y trabaja como sanitaria en una clínica privada, tiene dos hijos, uno preadolescente y otra dispuesta a volar del nido y su matrimonio parece estancado en la rutina más absoluta. Una especie de Jeanne Dielman de nuestro tiempo a la que la vida se le escapa de forma mecánica.

Ella piensa que es feliz hasta que, un día, en su trabajo se encuentra con una hoja de ‘prejubilación’ sobre la mesa, presentada como si fuera una oportunidad para poder liberarse de las responsabilidades laborales. Sin embargo, una especie de vacío se abrirá ante Pilar y tendrá tiempo para darse cuenta de las cosas que antes parecían pasar desapercibidas ante sus ojos.

A veces, gritar y desahogarse es la única opción. Eva Llorach junto a su familia ficticia en 'Un lugar común' (ESCAC Films)
A veces, gritar y desahogarse es la única opción. Eva Llorach junto a su familia ficticia en 'Un lugar común' (ESCAC Films)

A partir de ese mínimo esquema inicial, la película de Celia Girardo despliega toda una serie de interesantes planteamientos en torno a la incomunicación en la que nos encontramos instalados a pesar de estar todo el día conectados a las pantallas, también apunta a la necesidad de empatía dentro de un mundo lastrado por el individualismo, el autismo emocional y la falta de calor humano.

Redescubrirse a una misma a través de la reivindicación personal

Sin embargo, lo más interesante resulta el pequeño viaje de autoconocimiento que inicia la protagonista. Lo hará a partir de una pregunta aparentemente circunstancial que adquirirá para ella un significado revelador: ¿Tú te acuerdas de cómo eras antes de ser madre?

A partir de ese momento, Pilar iniciará un proceso de ‘redescubrimiento’, no tanto de reinvención, como parece la sociedad empeñada en trasmitir cuando se termina una etapa de la vida determinada, ya sea a nivel laboral o personal. Se trata más bien de volver a las raíces de uno mismo que parecían enterradas, recuperar aquellas pequeñas cosas que parecían olvidadas y, en definitiva, dejarse llevar, ser libre y arrancarse las cadenas de las imposiciones.

Aina Clotet y Eva Llorach en 'Un lugar común', de Celia Giraldo (ESCAC Films)
Aina Clotet y Eva Llorach en 'Un lugar común', de Celia Giraldo (ESCAC Films)

En ese sentido, la canción de la artista italiana Nada, Hace frío ya, se convierte en el ‘leit motiv’ de la película, desde los primeros acordes cuando la protagonista la canta en su coche hasta el momento de catarsis en un bar de pueblo en el que el pequeño mundo que se había encargado de construir, explosionará para que toda su familia vuelva a verla más allá de su rol de madre, de esposa y de mujer sometida a las presiones del mundo contemporáneo.

¿Qué significa el éxito? ¿Cómo podemos sentirnos realizadas? Como dice esta pequeña y preciosa película, recuperando la propia voz, que antes nadie se había encargado de escuchar.

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