A la actriz española Georgina Amorós le ha tocado vivir otro triste episodio de cambio físico en redes sociales. Durante la promoción de la que será la última temporada de Élite, la serie con la que saltó a la fama, la actriz se ha encontrado con un post en Instagram en el que no se encontraba entre las actrices anunciadas. O al menos eso creía al principio, ya que en realidad sí estaba, solo que su cambio en el rostro era tal que era incapaz de reconocerse. La actriz barcelonesa, quien interpretó a Cayetana Grajera desde la segunda temporada hasta la quinta de la popular serie juvenil de Netflix, decidió entonces compartir en su perfil de Instagram su experiencia ante esta situación.
Amorós reveló que durante la campaña para introducir a Cayetana en Las Encinas, participó en una sesión fotográfica cuyas imágenes nunca se utilizaron oficialmente. Sin embargo, según su relato, el fotógrafo publicó dichas fotografías en su cuenta privada sin autorización y con una edición excesiva mediante Photoshop. “Hasta que el fotógrafo decidió colgarlas en su cuenta privada sin autorización y con 20 kilos de Photoshop en la cara”, escribió la actriz en Instagram. Cinco años después, estas imágenes siguen circulando por internet y, según Amorós, incluso fueron utilizadas en la lona de despedida de Élite. La actriz expresó su desconcierto y molestia, aludiendo que no se reconoce en dichas fotos. “¿Por qué? No lo sé”, afirmó, además de comenzar su publicación con la frase: “La verdad es que no sé quién es esta persona”.
El surgimiento de esta controversia destaca las complicaciones que pueden surgir durante las campañas promocionales y el impacto de las ediciones fotográficas en la percepción de los actores sobre su imagen pública. Para una actriz de la talla de Georgina Amorós, quien ha ganado notoriedad a través de “Élite”, este tipo de experiencias puede ser particularmente frustrante y desafiante. Georgina Amorós ha participado en otras producciones notables, como Todas las veces que nos enamoramos en Netflix y Segunda muerte en Movistar Plus+. A pesar de su éxito y de contar con un sólido historial en la industria del entretenimiento, la actriz no ha dudado en manifestar su malestar por la forma en que se ha manejado su imagen en ciertos momentos de su carrera.
No es un caso aislado
El episodio narrado por Amorós en Instagram pone en evidencia la importancia de la ética profesional en el manejo de la imagen de los actores. La publicación no autorizada de las fotografías y su edición sin el consentimiento del artista no solo vulnera la confianza de los implicados, sino que también lanza interrogantes sobre los límites y responsabilidades de los fotógrafos y los equipos promocionales. La reflexión de la actriz sobre su experiencia subraya una realidad común en el mundo del espectáculo: la manera en que las imágenes pueden ser manipuladas y distorsionadas. Lo que para algunos puede parecer una mera cuestión de estética y promoción, para los actores puede representar una alteración significativa de su identidad visual y un desencanto con la industria que busca vender una versión fabricada de ellos.
Amorós finalizó su publicación en redes sociales llamando la atención sobre la falta de control que a menudo tienen los artistas sobre su propia imagen. Su testimonio se une a los de otros actores y celebridades que también han alzado la voz sobre este tipo de prácticas. Este tipo de declaraciones abren un debate necesario acerca de la relación entre la imagen pública y la autenticidad en un ámbito donde a menudo prevalece la perfección retocada sobre la realidad.
El incidente de Georgina Amorós no solo escapa a ser un mero desliz promocional, sino que invita a la reflexión sobre la manipulación de imágenes y su impacto en la percepción de la audiencia y en la autoestima de los actores. En un entorno donde las apariencias juegan un rol crucial, acciones como la que denuncia Amorós pueden tener consecuencias duraderas y profundas, tanto para los artistas como para aquellos que los admiran. Así, la experiencia compartida por Amorós se convierte en un llamado a la industria del entretenimiento a repensar sus procesos y prácticas en torno a la promoción y uso de la imagen de sus talentos, garantizando transparencia, respeto y autenticidad en cada paso.