Pocas estrellas hay que Hollywood se haya encargado de vender con tanto ahínco e ilusión como Scarlett Johansson. Como niña prodigio, como joven freak, como interés romántico ideal, como superheroína e incluso como concepto, como una voz más allá de un cuerpo. Evidentemente, llegó un punto en que Hollywood no necesitaba vender nada: el nombre de Scarlett Johansson bien valía la entrada. Camino de los 40 años y con una carrera a sus espaldas repleta de títulos de todo tipo, la actriz ha encontrado su mayor desafío buscando invertir las tornas. Es ahora ella la que toma el mando y la que quiere vender una idea.
Con Fly me to the moon, la actriz de Vicky Christina Barcelona ha regresado al que otrora fuera uno de sus géneros predilectos y del que llevaba alejada un tiempo. Desde Don Jon, película que jugaba precisamente con su imagen de sex symbol y las expectativas de los hombres a causa de la pornografía, la actriz se había dedicado a apartarse lo máximo posible de la imagen proyectada en la década anterior. Bien a través de proyectos de prestigio y directores de renombre -Historia de un matrimonio, Asteroid City- o consolidando su figura como heroína de acción bajo el traje de Viuda negra. No obstante, en ese camino Scarlett ha dado también un pequeño paso como estrella de cine que es, pero un gran paso como persona que busca encontrar su próximo lugar en Hollywood.
Hablamos de su salto a la producción, algo que ya había avisado con Viuda negra -película cuyos problemas de producción y distribución por la pandemia darían para otro artículo, pero desde luego fueron un primer curtimiento para Johansson- como productora ejecutiva, pero que ahora se ha hecho una realidad. En Fly me to the moon Johansson ejerce de máxima responsable bajo el sello These Pictures, la productora que ella misma fundó en 2017 junto a Keenan Flynn y Jonathan Lia y con la que ahora presenta su primer título, con ella misma de protagonista. Irónicamente, en la película la actriz interpreta a una publicista contratada para relanzar la popularidad de una NASA más potente que nunca y en plena carrera espacial, pero cuya organización interna ha hecho que apenas tenga visibilidad en medios y que su repercusión esté muy por debajo de otros temas como la guerra de Vietnam.
De esta forma, Kelly Jones (Scarlett Johansson) llega al complejo de Florida donde se encuentran preparando el Apolo 11 para revolucionar el modo de comunicar y en definitiva “vender la luna”. Entrevistas con los astronautas, vídeos promocionales e incluso retransmitir en directo los preparativos del lanzamiento son algunas de las novedosas ideas que tiene la publicista, que chocarán de lleno con el modelo hermético y vetusto de la NASA, encabezada en la figura de Cole Davis (Channing Tatum).
Desmontando conspiraciones
Si el personaje de Johansson llega a la NASA para aportar ideas frescas y nuevos ángulos, por su parte la propia Fly me to the moon hace lo mismo con las teorías conspiratorias en torno al alunizaje. La película se aprovecha de su tono desenfadado para abrazar en gran medida esta teoría, pero dándole una vuelta de tuerca para hablar de la diferencia entre la verdad y la realidad. “Simplemente jugando con esa idea, como lanzando la pelota creativamente”, puntualizaba Scarlett Johansson, recalcando que el mérito estaba también en el guion de la debutante Rose Gilroy para encontrar el tono adecuado: “Era la pieza que faltaba. Entendió el tono inmediatamente, el guion era innegablemente genial”.
Ante todo, Fly me to the moon es una ficción, a pesar de estar ambientada en un momento tan concreto de la historia. Sus personajes son puramente ficticios, pero no por ello el equipo contó con menos apoyo de la NASA, que permitió rodar en las instancias de Cabo Cañaveral, introducir material de archivo e incluso contar con la supervisión y el asesoramiento de algunos de los implicados en el proyecto del Apolo 11, como el ingeniero Don Harper. Por otro lado, el filme también es una vuelta a aquellas comedias de los cincuenta y los sesenta que protagonizaban Spencer Tracy y Katharine Hepburn bajo cuyas capas de ingenuidad y despreocupación subyacían varios comentarios políticos y sociales, especialmente con respecto a la guerra de sexos. Hollywood ya hace tiempo que no tiene que vender a Scarlett, pero esta tiene mucho que decir en esta nueva etapa como productora.