Mejor andarnos sin rodeos. Lo mejor del día ha sido ver a Yola Berrocal en el stand de una conocida empresa de trenes. Como si de una princesa filipina se tratase, la personalidad televisiva (y mocatriz de nacimiento) estaba encantada con su nuevo rol de influencer de la alta velocidad. En otra caseta de una conocida marca de cerveza, y a escasos metros de la socialité dosmilera, King África se sumaba a la estrafalaria fiesta al reproducir algunas de las canciones más icónicas de los periodos estivos españoles. Quién iba a pensar que la parafernalia de la España de Aquí hay tomate iba a ser el highlight de la velada (quizá si María Patiño hubiese presentado a algunos de los grupos de este viernes la perspectiva sería distinta).
La tercera jornada del Mad Cool ha sido un suplicio sideral. Un vacío sonoro se ha apoderado del espacio Iberdrola Music en un viernes que ha contado con bajo aforo (en comparación con la asistencia del miércoles y jueves) y un lánguido ánimo. Pasear por el espacio situado en Villaverde Alto ha sido una tarea más que obligatoria durante gran parte del día. ¿El objetivo? Encontrar algún concierto que fuese capaz de revivir a un muerto. La única que lo ha conseguido es Jessie Ware, explotando su potencial mamarracho cuando más lo necesitaba la gente y arrancándose con una cover del Believe de Cher, una decisión más que óptima para reanimar a un público necesitado de una reanimación cardiopulmonar.
Sus bailes, su entrega (pese a estar en uno de los escenarios pequeños) su desparpajo y sus ganas de celebrar la vida a través de su música han sido motivo suficiente para considerarla lo mejor de la noche. Ni Black Pumas ni Sum 41 (una banda que se ha quedado anclada en una eterna banda sonora de una coming-of-age noventera, pero que cuenta con algunos de los groupies más fieles) han conseguido brindarle frescura a una jornada que ha pecado de demasiado riff y de escasa diversidad escénica (también en términos de género, pues ninguna mujer que no perteneciese a una banda se ha subido a uno de los dos escenarios principales del recinto durante este viernes).
Cuando parecía que la jornada iba a remontar con la entrada de Måneskin, la banda italiana de rock centennial que participó en Factor X y que ganó el certamen de Eurovisión en 2021 con su Zitti e Buoni, las presunciones volvieron a caer como un castillo de naipes. Más allá de los alaridos de las jóvenes que llevaban desde bien pronto escampando sus cosas para ver a sus ídolos en primera línea de barricada (una corriente de pensamiento en la que morderse un labio y llevar medias de rejilla muta en una suerte de hechizo de personalidad alternativa en una era de completa homogeneización del carácter), el público ha permanecido a medio gas incluso cuando han interpretado el tema que cambió sus vidas.
Ni la noticia de su separación (buscarán ahondar en sus proyectos personales una vez terminen con su gira) ha llevado a los asistentes al éxtasis que trasladaron a los telespectadores de media Europa. El público parecía el crítico de Pitchfork que otorgó a los italianos una nota de 2 sobre 10 a su álbum Rush! (2023). Uno se pregunta hasta qué punto ha merecido la pena que el festival madrileño haya alargado su oferta musical durante cuatro días cuando, este viernes, la fiesta brillaba por su ausencia. Ha faltado chispa, carácter y, sobre todo, una alternativa al rock, un género que ya había dominado la jornada previa con Pearl Jam.