El público está dispuesto a borrar las imágenes de su bautizo con tal de guardar un pedazo de su actuación en un móvil que pide cada vez más espacio para almacenar los recuerdos de su dueño. Dua Lipa volvía al Mad Cool. Lo hacía con la consagración de la que no disponía en 2018, cuando sólo había sacado un álbum al mercado, Dua Lipa. Seis años después, y con Future Nostalgia y Radical Optimism en su estantería discográfica, la cantante se sometía a un público mucho menos microscópico. Pese al sofocante calor que ha golpeado la capital este miércoles, todo vale (y prácticamente todo se tolera) cuando se trata de ella.
El festival madrileño ha arrancado su séptima edición con un menú ejecutivo compuesto por infinidad de canciones convertidas en himnos globales. La cantante británica, con la puntualidad que define a la nacionalidad de la que parece querer desligarse, ha visitado Madrid después de una actuación histórica en Glastonbury. Lo hacía tras una noche de ocio con dos personalidades made in Spain: el director Pedro Almodóvar, con quien ha coincidido en alguna que otra ocasión, y la autora Alana S. Portero, cuya novela debut, La mala costumbre, se ha colado en la lista de recomendaciones literarias de su pódcast, Service 95.
“Muchas gracias, estoy muy feliz y agradecida de estar aquí”, ha dicho, en español, antes de interpretar Be The One, uno de sus grandes éxitos (y el que llegó primero a las emisoras de radio de nuestro país). “Me siento muy afortunada y bendecida. La gente aquí en España tiene muchísima luz y amor, me llenan de energía”, ha añadido con un acento que ha adquirido por medio de una forma de vida que aboga por la contemplación mediterránea. Dua Lipa es una española más y este miércoles ha pedido empadronarse en la Comunidad de Madrid (bajo la atenta mirada de su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, relegada a la zona de la gente importante). “España es un país increíble, Madrid es excepcional, os amo de verdad”, ha añadido. Tiene nuestro voto.
La artista de Houdini, tema que ha cerrado la fiesta de 90 minutos que ha protagonizado en el Mad Cool, se ha erigido como la estrella que siempre ha querido ser. El poder de la manifestación, lo llama ella; el arduo trabajo para llegar donde está, considera el resto. Del go girl, give us nothing (el meme que la empujó a mejorar su presencia escénica) al despliegue completo y total de la técnica coreográfica. El público se mimetiza con su energía con temas como One Kiss, Levitating, Love Again, Physical, New Rules o Don’t Start Now. Dua Lipa está pletórica y los asistentes acompañan su éxtasis.
Las críticas la han convertido en la hit maker de la década, un título que en su día perteneció a Britney Spears, Katy Perry o Lady Gaga. Nadie puede resistirse a su música, ni siquiera los que ven en ella un ejercicio medido de personalidad fabricada y aséptica. Canción tras canción, baile tras baile, confeti tras confeti, Dua Lipa convierte el escenario en un fortín que no siempre le prometió seguridad y confianza. Con sólo tres discos, la británica cuenta con un cargamento de temas que se han colado en el imaginario de la nueva generación melómana, un hito que habla de su capacidad para leer las necesidades coyunturales.
No hay cambios de vestuario (algo que suele definir sus actuaciones), pero sí hay momentos de emoción que no suelen colarse en escena. Más allá de su speech a favor de nuestro país y su gente (está a dos conversaciones más con Almodóvar de sacarse el C1), Dua Lipa está visiblemente emocionada durante gran parte del concierto. Ante 40.000 personas, su música viaja casi tanto como su pasaporte. Pese a que Radical Optimism no ha contado con el furor esperado entre la crítica profesional y el público, la británica saca a relucir su capacidad vocal al interpretar These Walls y Happy For You, dos baladas que marcan, no sólo el ethos de su último álbum, también el momento vital que atraviesa, marcado por la capacidad de ver el vaso medio lleno.
Da la sensación de que, por primera vez en mucho tiempo, Dua Lipa cree en Dua Lipa. Future Nostalgia podrá ser su mejor disco hasta la fecha, pero es con su ‘optimismo radical’ cuando la británica ha confeccionado su mejor espectáculo. De poco sirve el atrezzo desmedido y los looks infinitos cuando la rigidez que emana del miedo al error se apodera del show. Más libre, más disfrutona y, sin duda, más completa: la británica se ha coronado en la primera jornada del festival madrileño como un perfil capaz de brindar al público el producto pop más perfecto del mercado. Seguramente acabe la noche en uno de sus clubes predilectos de la capital, como acostumbra, con la convicción de que su concierto ha sido el inicio de una colosal fiesta.