Burgos, 21 mar (EFE).- En 'La batalla de los Consumos. El Papamoscas contra el empresario cacique', José María Chomón desvela cómo la capital burgalesa fue sometida a una especie de estado de sitio entre 1886 y 1889 por un empresario dueño de un ejército privado.
Era el adjudicatario en Burgos y en otras ciudades de la recaudación del impuesto de los Consumos -el IVA del siglo XIX- al que se enfrentó un periodista local, Jacinto Ontañón, que firmaba sus denuncias en el semanario El Papa Moscas, nombre del célebre autómata que aún marca las horas en el reloj interior de la catedral.
El libro pone de relieve que la información de proximidad, la información local, "sigue siendo imprescindible para la defensa de los intereses generales cuando éstos tratan de ser socavados por los poderosos", ha explicado este viernes el periodista y profesor universitario José María Chomón.
El impuesto de Consumos gravaba "las cosas del comer, beber y arder" y su aplicación, con tasas y procedimientos desproporcionados, provocó un encarecimiento de los productos de primera necesidad y la vulneración, en no pocos casos, de derechos fundamentales de los ciudadanos, ha añadido.
En 1886 llegó a Burgos Lázaro Ballesteros, un empresario al que el Gobierno adjudicó en varias ciudades españolas la recaudación del impuesto de Consumos, que se repartían las arcas del Estado y los ayuntamientos.
Era un cacique bien posicionado en Madrid que se ganó el apoyo de buena parte de los concejales de Burgos, hasta el punto de que también le encargaron la recaudación de los impuestos y tasas municipales.
En el libro, editado por la Gerencia Municipal de Cultura, se narra cómo el empresario, con su ejército privado, controló caminos de entrada y salida, allanó y realizó inspecciones en empresas y domicilios y cacheó a viandantes, todo para garantizar la mayor recaudación y el máximo beneficio.
Jacinto Ontañón, periodista y propietario del semanario satírico El Papa Moscas denunció los atropellos y abusos y lideró una oposición que, junto al hartazgo de la sociedad burgalesa, logró que la empresa de Ballesteros y su ejército abandonaran la ciudad, no sin antes realizar una nueva y millonaria oferta para intentar continuar con la recaudación.
Ontañón sufrió dos querellas, una del Ministerio de Hacienda y la segunda del empresario, de las que salió bien parado. Fue también objeto de inspecciones fiscales y de una campaña para que no se comprara el semanario.
Según Chomón, el ejemplo de Jacinto Ontañón sigue estando plenamente vigente y constituye un referente como periodista local "honesto, independiente, valiente y riguroso"; una figura "especialmente necesaria en comunidades de pequeño o medio tamaño, donde enfrentarse a los poderosos es más complejo". EFE
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