Elena Camacho
Madrid, 29 ene (EFE).- Hace unos 5.000 años, en Valencina, cerca de la ciudad de Sevilla, hubo un santuario liderado por mujeres, sacerdotisas con un papel religioso y político importante cuyos atuendos ceremoniales estaban confeccionados con miles de cuentas de conchas marinas que se han conservado hasta ahora.
Los restos óseos y las vestimentas de algunas de estas mujeres han sido analizadas por un equipo multidisciplinar de científicos liderados por la Universidad de Sevilla, con la participación de las universidades de La Laguna, Huelva, Granada y el País Vasco, el Instituto Español de Oceanografía, y varios centros del Reino Unido y Estados Unidos.
Los restos se hallaban en la tumba de Montelirio, situada en el megasitio de la Edad del Cobre de Valencina -a pocos kilómetros de Sevilla-, un lugar que en el año 2.800 antes de Cristo albergó una pequeña aldea que llegó a tener mucha prominencia en su época gracias a un santuario que en determinadas épocas era un importante lugar de peregrinaje.
Aquí fueron enterradas 17 mujeres cuidadosamente escogidas que iban vestidas con túnicas y faldas confeccionadas con el mayor número de cuentas que se ha documentado jamás en un solo enterramiento, un tesoro que los científicos han estudiado durante cinco años y cuyos detalles se han publicado este miércoles en la revista Science Advances.
"Hace unos 5.000 años este lugar fue un asentamiento de referencia en la Edad del Cobre, como lo fue Stonehenge, en Inglaterra, al que se peregrinaba en los solsticios de diciembre y junio", explica a EFE el catedrático de Prehistoria en la Universidad de Sevilla y autor principal del estudio, Leonardo García Sanjuán.
En el caso de Valencina, se desconoce cuándo tenían lugar esas congregaciones pero se sabe que eran muy importantes, "y no solo desde el punto de vista religioso".
En estas peregrinaciones, las personas se unían para construir los monumentos religiosos que, en Valencina, son zanjas de entre ocho y diez metros de anchura y profundidad y que forman enormes recorridos cuya utilidad no se conoce.
Esas reuniones ayudaban a crear vínculos sociales y un sentimiento de identidad grupal y a resolver asuntos prácticos como arreglar los matrimonios para evitar la endogamia en las aldeas o comerciar e intercambiar productos estratégicos como el sílex, que aún era un recurso muy necesario y que solo se encontraba en yacimientos de Granada o Málaga.
"Estas congregaciones se resolvían muchas cuestiones económicas, sociales, biológicas, ideológicas y religiosas", resume el catedrático.
La tumba de Montelirio tiene dos cámaras, una grande y otra pequeña que, en conjunto, guardaban los cuerpos de 17 mujeres de entre 20 y 35 años.
"Dos de ellas llevaban túnicas y otras llevaban faldellines confeccionados con decenas de miles de cuentas perforadas y hechas de conchas marinas, en su mayoría realizadas con vieiras y berberechos" y que estaban decoradas, además, con colgantes de marfil y ámbar, dos materiales exóticos que demuestran que Valencina fue un lugar "cosmopolita", comenta García Sanjuán.
En trabajos experimentales, el equipo ha estimado que para hacer estas ropas hicieron falta unas 270.000 conchas marinas, que son cerca de 15 kilos de cuentas y, para producirlos, necesitaron más de 800 kg de conchas. Además, el equipo ha calculado que para confeccionarlas hicieron falta unas diez personas trabajando seis horas diarias durante dos años.
Estas mujeres, además, tenían características muy especiales: "Una de ellas, por ejemplo, tenía polidactilia, es decir, tenía seis dedos en los pies, un rasgo anatómico raro y congénito sin mayor importancia pero que en muchas sociedades primitivas, antiguas y prehistóricas tenía un gran valor simbólico porque se creía que las personas que lo tenían estaban predestinadas a un rol importante en la religión, la política o la guerra", explica García Sanjuán.
Al analizar los huesos de estas sacerdotisas el equipo descubrió que tenían altos niveles de mercurio en el organismo. "Estas mujeres estaban muy enfermas. Si la OMS recomienda que los niveles de mercurio en sangre no superen 1 ppm (una parte por millón), estas mujeres tenían entre 200 y 400 ppm en los huesos", concreta.
Los científicos sugieren que estas mujeres se pintaban, inhalaban o ingerían cinabrio, un compuesto del mercurio cuya intoxicación produce síntomas similares a los estados de trance que dan ciertas drogas. "Creemos que la exposición de estas mujeres al cinabrio pudo haber sido deliberada para provocarse estos estados".
"Nuestra hipótesis es que estas mujeres tenían una función muy importante, no solo religiosa, sino también política. Eran lideresas de su época", concluye. EFE