La moda experimental se asienta: cuestionar lo establecido luciendo una prenda

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María Muñoz Rivera

Madrid, 5 ene (EFE).- Basada en la exploración de nuevos materiales y formas, la deconstrucción y con un enfoque más conceptual que estético, la moda experimental, esa que cuestiona lo establecido con nuevas formas de lucir una prenda, se ha creado su propio hueco en las pasarelas, aunque sigue generando tantos adeptos como detractores.

Corría el año 1981 cuando la japonesa Rei Kawakubo debutaba en la semana de la moda de París con su colección ‘Hiroshima’. Sobre la pasarela, modelos despeinadas, con el maquillaje corrido lucían prendas holgadas grises, con agujeros y luciendo zapatos planos, en contraposición a la moda opulenta del momento.

Con la prensa especializada entre desconcertada y enfurecida, Kawakubo, al frente de su firma Comme des garçons, replanteaba los códigos de la vestimenta, el género y los cánones establecidos, con prendas que reivindicaban la imperfección alejándose de la feminidad habitual.

Era el origen de la moda conceptual y experimental que consiguió seducir al mundo de la moda desde la admiración, al establecer ciertos códigos que marcarían una nueva forma de hacer y de entender el diseño.

Favorecer a la persona que porta la prenda, ser funcional o adaptarse a las tendencias del momento son algunos de los objetivos a los que la moda sirve tradicionalmente. Pero una pequeña parte de las firmas responden a otro movimiento: la intelectualidad de los mensajes de la ropa, como un vehículo de comunicación.

Tejidos atípicos, costuras a la vista, bajos irregulares y patrones que desdibujan las formas del cuerpo son parte del diccionario de la moda experimental, esa que no sirve para favorecer, sino para cuestionar lo establecido desde nuevas formas de lucir las prendas.

Así, los jerséis roídos de Balenciaga en su colección de 2021 enfurecían a los amantes de la firma y el público se sorprendía al ver en el armario de Rosalía una cartera rígida con forma de paloma.

Como muestra del peso de esta corriente, el diseñador británico Jonathan Anderson, al frente de su firma homónima desde 2008 y de Loewe desde 2013, se hacía con doblete de premios por sendas labores en la última edición de los Fashion Awards, en los que el Consejo Británico de la Moda reconoce los mayores talentos de la industria.

Ese es el sello de las creaciones de Anderson, una propuesta que ahonda en la transversalidad de la moda, con prendas que desligan los elementos estéticos asociados al género; patrones fluidos y rectos para ellas y prendas con cortes y siluetas femeninas para ellos.

Mezclas arriesgadas de colores, estampados, formas exageradas y exploración en los volúmenes hacen que ambas firmas se hayan colocado en los puestos más altos del informe de marcas más populares publicado por la plataforma de análisis de tendencias Lyst este octubre.

Al margen de los elementos estéticos visibles, esta corriente experimental parte de indagar desde cero en la realización de la prenda. “Es un tipo de patronaje deconstructivo, donde no se trabaja la forma tradicional del cuerpo ni los cánones convencionales”, dice el experto Daniel Peinado sobre un tipo de hacer moda al que cada vez se suman más firmas.

Además de grandes cadenas de moda rápida que replican formas y elementos, también existen marcas nicho y de autor que se suman a la moda experimental. “Un claro ejemplo es Evade House, y cómo introducen textiles de algas, y botones y materiales que juegan con la experimentación”, añade sobre un movimiento en auge, pero no nuevo. EFE

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