Àlex Gutiérrez Páez
Barcelona, 31 dic (EFE).- Son un diseñador gráfico, un médico y un profesor de la Facultad de Náutica, pero les une la amistad y el amor por la navegación, dos ingredientes que les han llevado a asumir uno de los mayores retos de sus vidas: construir sus propios veleros para dar la vuelta al mundo en solitario.
Se trata de Igor Carretero, Ignasi Sagristà y Jordi Mateu, quienes descubrieron hace cuatro años la Mini Globe Race 5.80, competición creada por el regatista australiano Don McIntyre y que consiste en dar la vuelta al mundo en veleros autoconstruidos, sostenibles y viajando en solitario durante unos 18 meses.
Con sus barcos prácticamente acabados, después de invertir unos 30.000 euros, y amarrados en el Reial Club Marítim de Barcelona, están enfocados en la siguiente edición de esta gran aventura náutica, que se celebrará aproximadamente entre 2027 y 2029.
Cuando encaren este alocado desafío, tendrán por delante un recorrido que empieza en Antigua, en el Caribe, se dirige hacia Panamá, pasa por Fiji y Ciudad del Cabo, y concluye nuevamente en Antigua, un trayecto de 28.000 millas (unos 45.000 kilómetros) en el océano.
"Es una propuesta que nos llamó la atención: dar la vuelta al mundo en un barco de 5,8 metros es un tipo de regata que nunca se ha hecho", relata en declaraciones a EFE Jordi Mateu, el que cuenta con más experiencia náutica y que empezó construyendo el velero en un garaje y después en la playa de Canet de Mar (Barcelona).
El artífice de esta locura fue Igor Carretero, quien encontró la propuesta deambulando por internet durante la pandemia, entre el aburrimiento y las ganas de afrontar nuevas experiencias en el mar, y pronto lo comentó con su mujer, sus dos hijas y sus amigos.
Lo que no se esperaba es que, al celebrar sus 50 años unos meses después, le hicieran un regalo inesperado: los planos para construir su propio velero, que cuestan 300 euros y cumplen los requisitos para poder participar en la Mini Globe Race 5.80.
"La competición reunía tres conceptos que me entusiasmaban y no había hecho todavía: la autoconstrucción de un velero, navegar en solitario y la vuelta al mundo. Cuando me regalaron los planos lo tuve claro: ya no había vuelta atrás", destaca a EFE Carretero.
Él fue quien se puso en contacto con Mateu, con el que comparte una gran amistad desde hace 15 años, para convencerlo de participar en esta aventura, y un tiempo después se apuntó Sagristà, antiguo alumno de Mateu en un curso de navegación.
"Me llegó en una época en la que hacía pocas guardias, me había pulido todo Netflix y estaba cansado de ir al gimnasio. Un día visité a Jordi y me lo planteó. Esto fue un viernes y el lunes ya le dije que sí", recuerda Sagristà.
Durante este tiempo, su vida ha girado en torno a Sant Pol de Mar (Barcelona), donde reside, Castelló d'Empúries (Girona), donde construía su barco en casa de un amigo, y Badalona, donde hacía guardias como médico: "Fue un proceso que duró un año y medio. Esta fue la parte más cansina de la construcción", confiesa.
Ahora los tres comparten un grupo de WhatsApp, en el que conversan semanalmente para darse consejos y animarse durante el proceso, y otro en Facebook con otros navegantes de todo el mundo que se han comprado los planos para poder participar en la competición.
Actualmente, se está celebrando la primera edición de la Mini Globe Race 5.80, donde participa su amiga Pilar Pasanau, quien ha seguido el proceso con ellos tres y que ha podido acudir a la cita después de adquirir su barco ante la imposibilidad de construir el suyo por su trabajo como marina mercante.
La competición, que ha vendido unos 230 planos para fabricar los veleros, cuenta para esta primera edición con una veintena de navegantes que han tenido que superar unas pruebas de supervivencia, médicas y de navegación.
Todavía es pronto para determinar la fecha del inicio de la segunda edición (la primera durará aproximadamente un año y medio), pero Carretero, Sagristà y Mateu ya saben que seguramente se celebrará entre 2027 y 2029.
Dos meses después del final de la Copa del América que se celebró en Barcelona, Carretero subraya que ellos son "un contrapunto" de la máxima competición náutica.
"Conozco gente que vive en un barco pequeño, paga 300 euros por el amarre y cobra mil y pico euros. Queremos desmitificar la idea de que la náutica es de ricos: somos tres personas que, con sus trabajos, hemos sacado tiempo y ahorrado dinero para dar la vuelta al mundo", reflexiona este amante de la náutica. EFE
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