Jose Oliva
Barcelona, 21 dic (EFE).- La historiadora del arte australiana Alice Procter denuncia la "narrativa colonial" que subyace en la industria del arte actual en su ensayo 'El cuadro completo', una suerte de "historia colonial del arte" en los museos actuales, aunque cree que ahora "hay más conciencia sobre la historia detrás de las colecciones de arte".
Cuando se graduó en 2016 no conseguía encontrar trabajo, por lo que empezó un pódcast irreverente llamado 'The Exhibitionist', que reseñaba galerías y museos, y aquello dio lugar a los 'Uncomfortable Art Tours', visitas guiadas no oficiales que exploran cómo se crearon las principales instituciones del mundo del arte con el imperialismo como telón de fondo, recuerda Procter en una entrevista con EFE.
'El cuadro completo' (Capitán Swing) es la plasmación en papel de aquellas visitas, que tuvieron un gran éxito, e indaga en qué manera configuran los museos nuestra memoria y nuestra identidad: "Los museos históricamente fueron creados para relatar historias y conseguir que ciertas narrativas pudieran perpetuarse".
En la actualidad, los grandes museos nacionales pretenden ser "una herramienta educativa para que la gente pueda conocer otras partes del mundo a través de la observación de objetos que vienen de otras culturas, pero los visitantes, creo, no entienden del todo cómo se moldearon estos espacios, fruto de decisiones de coleccionistas, de comisarios, de directores de museos, cuyo fin último era crear una narrativa, un relato".
Como historiadora de la cultura material, a Procter le interesa ver "cómo el relato de la historia de algunos objetos expuestos en los museos ha ido cambiando a lo largo del tiempo".
En el libro aborda las trayectorias de numerosas obras de arte, como el cuadro propagandístico que la Compañía de las Indias Orientales empleó para justificar su control en la India; los cráneos maoríes mokomokais que fueron comercializados y coleccionados por los europeos como 'objetos de arte' o la controvertida escultura contemporánea de Kara Walker.
Procter, que intenta rellenar huecos con los relatos que durante siglos han quedado fuera del canon de la historia del arte, no está segura de que haya un museo perfecto, pero "los mejores museos son aquellos que reconocen las diferentes perspectivas y que admiten su origen desde una posición de poder".
Por esta razón, no oculta su predilección por los museos privados o los museos en casas privadas, porque "suelen ser espacios donde el relato es parte de la exhibición, donde los objetos y las elecciones son parte de la narrativa de estas instituciones, mientras que en los museos nacionales subyace un rigor científico acrítico".
El favorito de la autora es el Museo de sir John Soane, en Londres, ubicado en la que fue casa de este arquitecto neoclásico del siglo XVII-XIX, que "está tal como lo dejó, con los mismos objetos y sus decisiones, con un jarrón de la Grecia antigua al lado de un jarrón chino y junto a una 'veduta' de Venecia; pero hay otros ejemplos, como la David Roche Foundation House Museum de Adelaida (Australia), que "no pretenden mostrar la historia del arte, sino el gusto personal del coleccionista".
Denuncia Procter que hay "una tendencia a olvidar el origen monárquico de muchos museos nacionales, sobre todo en Francia, donde el Louvre, hoy colección estatal, es el arquetipo de los museos de la realeza".
El objetivo de Procter, que se siente privilegiada por haber vivido en diferentes lugares del antiguo imperio británico, es que el lector comprenda que "el colonialismo es una forma de estar actual, que sigue desarrollándose y que no es algo del pasado".
La exclusión de las mujeres artistas del canon es, a su juicio, parte de la misma narrativa de poder.
El primer paso para cambiar esta dinámica podría pasar, según Procter, "por dejar de dividir los museos por áreas geográficas, y mezclar las colecciones para ver cómo trabajan juntas y se complementan".
Sobre la controversia abierta por la devolución de los frisos del Partenón de Atenas, que custodia el Museo Británico, Procter entiende el argumento de que traer objetos a Europa, al Reino Unido, pudo haber salvado o protegido algunos objetos de daños, pero no por ello se puede decir que por la mera custodia signifique que sea tuyo, porque la gente quiere ver esos objetos en su lugar de origen".
En ese debate, añade, se podría invitar a los comisarios y directores a trabajar con los otros museos para crear "el ambiente y la infraestructura necesarias para que estos museos de origen, de donde son estos objetos, puedan conservarlos".
Procter se muestra absolutamente favorable a "la repatriación de esos objetos saqueados o robados" y elogia iniciativas como la de Francia, que devolvió las estatuillas de Benín, pero "no hizo lo mismo con objetos de Argelia o del Asia Pacífico". EFE.