Laura López
Madrid, 18 dic (EFE).- El mediador intercultural es una figura imprescindible en las intervenciones con migrantes en situación de vulnerabilidad, aunque muchas veces trabajan en la sombra, confundidos con meros traductores o denostados, como si fueran una especie de voluntarios sin una formación específica.
Con motivo del Día Internacional del Migrante, que se celebra este miércoles 18 de diciembre, tres de ellos han relatado a EFE su propio proceso migratorio y las herramientas con las que ahora ayudan a otras personas que están pasando por lo que ellos vivieron en su camino hacia la inclusión.
El joven maliense Daouda Garango (31) era profesor de francés en Bankass pero en 2021 se montó en un cayuco para escapar de la guerra que asola su país. Aún recuerda que al despertarse tras su primera noche en España se pellizcaba el brazo, incrédulo, sin saber si vivía un sueño.
Apenas un año después, encontró una oportunidad como mediador intercultural con la entidad Save The Children en Las Palmas de Gran Canaria para trabajar con menores y jóvenes extutelados.
En su día a día, los acompaña para detectar perfiles especialmente vulnerables como víctimas de explotación o, en el caso de los jóvenes extutelados, para orientarles en la transición a la vida adulta una vez que salen del sistema de protección.
Lo primero que dijo a uno de estos jóvenes en su primera intervención en un Centro de Atención Temporal a Extrajeros (CATE) fue "yo he estado aquí" y eso lo cambia todo: "Yo lo entiendo mejor que nadie, entonces, si con mi conocimiento y con mi pedagogía puedo contribuir a hacer algo... ¿Por qué no?", reflexiona el joven.
Entre sus acciones, Daouda informa a los jóvenes sobre su derecho a solicitar protección internacional en España, extremo que a menudo desconocen, o visita los CATE para detectar a menores identificados como adultos, a los que enseña cómo reclamar su situación.
En sus intervenciones, gracias a compartir idioma, cultura y experiencias, consigue que los jóvenes se abran con él como con ningún otro profesional.
"Cada vez que llegamos tienen la cara un poco cerrada, están llenos de incertidumbre, no saben dónde están, a veces no tienen ninguna información... pero desde que nosotros llegamos y les saludamos en su idioma ves sus caras iluminarse de una manera...", relata Daouda, emocionado.
Iman El Amrani (25) nació en España pero sus padres migraron desde Marruecos hace poco más de 35 años, por lo que conoce de sobra lo que significa el duelo migratorio y el esfuerzo que les costó construir una vida en España.
Esta joven trabaja junto a otros compañeros como mediadora intercultural en tres centros penitenciarios de Cataluña con la entidad CONVIVE Fundación Cepaim.
Su función es acompañar a los internos de diversos orígenes teniendo en cuenta las claves culturales que generan en ellos necesidades específicas que no suelen ser tenidas en cuenta por el sistema o que en ocasiones crean conflictos.
Por ejemplo, intervenir para que el centro entienda el cambio de hábitos que supone en algunos el mes de Ramadán, asistir a los presos para que puedan acceder a su documentación y continuar sus trámites de extranjería, prestar especial atención a la prevención del suicidio en este colectivo u orientarles sobre cómo denunciar el racismo que muchos sufren dentro de las cárceles.
Según explica El Amrani, las claves culturales operan en muchos sentidos y no siempre todos los profesionales de los centros tienen las herramientas para abordarlas.
Por ejemplo, cuando un preso recibe una notificación de que va a ser expulsado y no lo acepta, muchos psicólogos no entienden que en muchos países el retorno es motivo de un gran rechazo social, ejemplifica la joven.
En la labor de todo mediador intercultural hay una parte importante de formación y conocimientos técnicos, pero también de las vivencias personales.
Iman consigue empatizar "muchísimo" con las personas que acompaña porque conoce la experiencia de sus padres pero también por lo que ha sufrido en sus propias carnes: "El hecho de seguir mi cultura o seguir mi religión en su momento también me ha hecho sentir muy discriminada", explica.
Otro ámbito en los que es también es fundamental la mediación intercultural es el de la protección internacional, para acompañar a las personas solicitantes de asilo a la hora de tramitar su petición o acceder a cualquier recurso.
A esto se dedica Nihal Samadi (51), que es original de Rabat (Marruecos), en 1992 llegó a España para acabar la carrera de Farmacia y se quedó.
A partir de 2010 empezó a formarse en este campo: "La mediación no solamente es un conocimiento, también es un trabajo personal para poder lograr esta neutralidad, establecer este 'no prejuicio', aceptar la diversidad, abrazar la escucha activa... Y yo me veía mucho en esta figura", relata.
Samadi trabaja desde 2015 con la entidad CONVIVE Fundación Cepaim en protección internacional y entre sus labores está preparar a las personas para que puedan exponer sus historias de violencia, persecución o discriminación, de forma que puedan acceder al asilo.
Su experiencia también le ha servido para llevar a cabo esta labor: "Formar parte de un proceso migratorio ya te empodera", asegura.
Para ella, la migración es "un estado de crecimiento", ya que significa partir de un lugar, estar en otro y gestionar esa diferencia, lo que requiere de unas habilidades y una capacidad de decisión propias de una persona fuerte.
Y desde esta "energía positiva", de quien viene a "sumar" a la sociedad de acogida y huyendo de la victimización es como ella aborda sus intervenciones.
La Unión Nacional de Asociaciones Familiares (UNAF), especializada en intervenciones en el ámbito de la salud reproductiva y las violencias, cuenta con una decena de mediadoras de diferentes orígenes (Guinea, Senegal, Marruecos, Bangladés, Gambia, Mauritania, Nigeria...) que hablan más de 20 lenguas y dialectos
En palabras de la coordinadora del área Culturas, Género y Sexualidades de la entidad, María Ángeles Rodríguez, se trata de perfiles profesionales totalmente integrados en los equipos al igual que otros como psicólogas y trabajadoras sociales y sin ellas sería "imposible" llevar a cabo el trabajo.
Esto incluye desde acompañar a mujeres durante su embarazo y en el posparto o cuando acuden a algún recurso para víctimas de violencia machista.
En este campo en concreto, las claves culturales juegan un papel fundamental en, por ejemplo, la forma en que opera la violencia en el ámbito de la pareja y otras como el matrimonio forzado o la mutilación genital femenina.
Desde UNAF, reivindican el reconocimiento de esta profesión, que durante muchos años ha estado denostada en España: "Parecía que era como un voluntariado y que tú, por ser una mujer negra tenías que ser mediadora intercultural... y eso no es así", señala Rodríguez. EFE
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