Luis G. Morera
Las Manchas (La Palma), 13 dic (EFE).- Tres años después de que cesase la erupción del Tajogaite, en La Palma, a muchos de los afectados la recuperación de la normalidad les esquiva. Es el caso de Vicente Leal, propietario de la vivienda más cercana a la ladera sur del volcán, una casa que permanece semienterrada bajo la ceniza.
Leal recuerda que aquel 19 de septiembre de 2021, el día en que el volcán comenzó a rugir, estaba con su hijo en la casa "porque los temblores de la noche anterior habían sido muy intensos". "Cuando por la mañana hubo un terremoto que me levantó del suelo, supe que el volcán iba a estallar, aunque nunca imaginé que sería tan cerca", dice.
La erupción ocurrió pasadas las tres de la tarde, momento en que Vicente, junto a vecinos y amigos, logró sacar algo de ropa y una televisión. Desde entonces, no volvió a entrar en su vivienda hasta después del cese de la actividad volcánica.
La casa de Vicente Leal, que había sido concebida como una villa turística, estaba lista para abrir sus puertas en noviembre de ese mismo año. Sin embargo, la lava la afectó directamente y la vivienda quedó casi sepultada por completo bajo una espesa capa de escoria volcánica y piroclastos. Quedó inhabitable.
"Tras meses de trabajo, he logrado que asome el segundo piso, pero el resto de la casa sigue bajo incontables metros de ceniza", explica Vicente, quien actualmente centra sus esfuerzos en recuperar el acceso a la planta baja, ahora convertida en un oscuro sótano.
La situación de Vicente es peculiar y, como él mismo apunta, "poco visible", ya que su casa, aunque inhabitable, no ha sido considerada para recibir ayudas públicas debido a que no fue destruida por la lava, sino afectada por las cenizas.
"Las más de 1.300 viviendas destruidas por la lava han tenido prioridad en el reparto de ayudas, como es lógico, pero nosotros, los que tenemos casas deterioradas por las cenizas, estamos fuera de esas ayudas", se lamenta.
Durante la erupción, Vicente fue parte activa de las cuadrillas de voluntarios que accedieron a limpiar tejados y otras zonas cubiertas por cenizas y recuerda cómo, cuando llegaba a su casa, "siempre trataba de limpiar la chimenea para saber dónde estaba, porque todo lo demás era un mar de ceniza".
Aún hoy, la limpieza sigue siendo su mayor reto. Desde que la zona de exclusión fue levantada en julio de este año, ha trabajado con amigos para retirar la escoria del volcán, pero el avance es limitado.
Vicente logró cobrar un seguro que contrató tras el inicio de la erupción, pero por un valor inferior al real de su propiedad.
Además, los altos costos de los materiales de construcción y la escasez de mano de obra han agravado la situación, puesto que según denuncia, "no es solo que los precios estén abusivos, es que no hay gente para trabajar".
A pesar de las adversidades, Vicente Leal encuentra motivos para la esperanza gracias a iniciativas como el proyecto de Macaronesian Gin, que busca financiar la rehabilitación de viviendas deterioradas por el volcán que no han sido beneficiarias de ayudas de las administraciones.
Preguntado por si se siente identificado con el lema de 'Solo el pueblo salva al pueblo' que corrió por las principales zonas destruidas por las inundaciones en Valencia, Vicente Leal reflexiona que "se ha convertido en una frase cotidiana que tiene parte de razón, pero que también se ha magnificado".
"Te voy a poner un símil, imagínate que estás en tu casa, te cortas y pegas un grito. Quien primero te va a atender es el vecino, o quien vive contigo, y después, por supuesto, vienen los especialistas, los técnicos, las administraciones. Toda esa gente es súper necesaria, porque nosotros solos no podemos resolverlo", advierte.
Vicente Leal continúa señalando que "la primera llamada de auxilio es a quien tienes a tu lado, como se hizo aquí y se ha hecho en Valencia, y luego hay que agradecer a todos, porque todos están implicados, y se hace extensible a todas las administraciones y todos los cuerpos".
A medida que transcurren los días, Vicente sigue excavando en busca de un futuro que, aunque incierto, no se rinde a la desolación.
"Los que hemos sufrido el volcán estamos marcados a fuego y eso crea una cicatriz que no se borra, pero también nos enseña a seguir adelante, paso a paso, como yo con mi casa", asegura. EFE
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