Melilla, 6 dic (EFE).- La carrera de Matemáticas lleva unos años situándose entre las más demandadas en las universidades españolas. Un boom paralelo a una crisis docente que ha generado cierta preocupación en este ámbito porque “no es una excepción” que entre los profesores de matemáticas en los institutos haya profesionales de otras ramas científicas.
“Lo ideal no es que el profesor de matemáticas de Bachillerato sea un biólogo o un economista. Esto no es lo ideal y está ocurriendo”, señala en una entrevista con EFE Núria Planas, presidenta de la Sociedad Española de Investigación en Educación Matemática (SEIEM), que aboga por “revertir esto”.
Y precisa que no es porque no haya una buena práctica docente en matemáticas por parte de estos profesores, cuya formación no es sólida en esta materia, aunque luego se preparen para dar clase.
José Luis Lupiáñez Gómez, director del Departamento de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Granada (UGR), corrobora esta teoría al reivindicar matemáticos entre los docentes de los centros educativos españoles: “Tiene sentido, lo mismo que reconocemos que lo ideal no es que la biología de Bachillerato la dé un matemático”.
Aclara que los matemáticos no pretenden “aglutinar ni acaparar”, pero defiende que sean ellos los que enseñen esta asignatura porque “tiene una singularidad diferente, una manera de entender, una naturaleza que es distinta de la de otros ámbitos científicos”.
Según explica Núria Planas, “hay una ciencia detrás de enseñar matemáticas para que se aprendan matemáticas”, algo que ella ya intuía cuando estaba acabando la carrera. Comprender qué tenía que hacer para que los alumnos aprendieran mejor las matemáticas fue la razón por la que decidió encaminar su futuro profesional a ser profesora.
Pero recuerda, aún con cierta perplejidad, que su decisión de dar clase ya se consideraba en aquel tiempo “un desperdicio”, como alguien le dijo después de preguntarle a qué se iba a dedicar cuando le acababa de entregar el diploma de Premio Extraordinario en quinto de carrera.
La elevada empleabilidad de los grados de matemáticas en los ámbitos de la inteligencia de datos y el contexto tecnológico actual es una de las causas de esa crisis docente que vive esta ciencia pese a que el número de matriculados y egresados sigue al alza en los últimos años.
“Cuando llegan noticias como que la NASA contrata en todos sus proyectos a un matemático… Claro, ¿cómo va a competir eso con dar clase a 25 chicos en un pueblecito?”, se pregunta el director del Departamento de Didáctica de la Matemática de la UGR para buscar la razón de la falta de matemáticos que se quieran dedicar a la docencia.
Aunque admite que “puede parecer que está un poco descompensado”, señala que es posible encontrar a “gente muy involucrada cuando se es capaz de despertar en los estudiantes el apego y el gusto por la educación”. Hasta tal punto, que algunos de ellos escogen estudiar carreras científicas porque les fue bien con esos profesores.
Todo ello, gracias a “un trabajo muy serio, sistemático e implicado” de los docentes que tiene reflejo en sus alumnos. Ahí, recalca Lupiáñez, es donde se aprecia que “una buena formación docente genera unas prácticas de aula cercanas a la innovación y la búsqueda de alternativas que acaba repercutiendo en los chicos”, como si de un juego de piezas de dominó se tratase.
La presidenta del SEIEM pone sobre la mesa una hipótesis que maneja, aunque no está fundamentada científicamente. Y es que “se están perdiendo profesores de matemáticas” por la elevadísima nota de corte para entrar en la carrera de matemáticas -13,7 este año en la Universidad Autónoma de Barcelona, de la que es catedrática; 14 en la UGR-.
“Con esas notas, a lo mejor estamos dejando fuera a gente muy buena con perfiles más cercanos a la docencia”, una vocación frustrada por una nota de corte imposible para aquellos que no lograron la excelencia en todos los exámenes de selectividad.
¿Cómo conseguir que cada vez más matemáticos se sientan atraídos por la profesión docente? La SEIEM está inmersa no solo en la organización de su simposio, un encuentro anual de más de 200 investigadores que lleva 27 ediciones y que en 2025 se celebrará por primera vez en Melilla. También impulsa el Año de la Didáctica de la Matemática, en el que toda la comunidad educativa se implica en actividades para innovar, crear en la enseñanza y aprender la materia.
Para Lupiáñez, este tipo de iniciativas pueden ayudar a esa reorientación. Según Planas, acciones como estas, en las que la SEIEM tiene esperanzas, “contribuyen a valorar, hacer notar y valorar las matemáticas y su enseñanza”. Pero agrega otra posible solución, y es dar más asignaturas optativas de didáctica de la matemática a quienes estudian la carrera “para que entiendan que hay una ciencia detrás de eso”.
En cambio, se muestra rotunda al negar que la crisis docente pueda deberse al temor de que las matemáticas puedan quedar fuera del Bachillerato, como se llegó a decir hace unos años. “No se van a atrever a sacarlas. Eso no va a pasar porque, aunque se habló, ya no está en las órdenes del currículo de la LOMLOE”, asegura Núria Planas.
José Luis Lupiáñez asiente y califica como “un poco débiles” esos discursos. “Las matemáticas no forman parte del currículum básico porque sí, sino que forman parte del acervo cultural y científico de la humanidad. Tiene sentido que formen parte de la educación obligatoria y de los aspectos formativos de los jóvenes”, apunta.
Y en cuanto a los malos resultados que el informe Pisa refleja cada año, ambos coinciden en que “tampoco hay que flagelarse demasiado” ni “lanzar cohetes de alegría”, pues Pisa “no lo mide todo” y se deben tener en cuenta muchas variables que “hay que tomar con mucha cautela” como, por ejemplo, la inversión que se hace en educación. EFE
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