Sagrario Ortega
Madrid, 1 dic (EFE).- El cabo de la Guardia Civil David Mújica estaba de vacaciones el 29 de octubre en su pueblo, Chiva (Valencia). No paraba de llover y el agua anegaba la parte baja de su vivienda. Comprobó que el riesgo de que subiera más había pasado y que su familia estaba a salvo. Se puso el uniforme e "impregnado" de ese espíritu de lucha y de los valores de la Benemérita, salió a la calle para salvar vidas.
No pensó en ningún momento que también arriesgaba la suya, como explica en conversación telefónica con EFE este cabo primero de cuerpo. "La Guardia Civil no perdió el espíritu de lucha ni la iniciativa. Acudimos todos como pudimos a hacer lo que pudimos", resume Mújica cuando se cumple un mes de la dana.
Destinado en el puesto de Gestalgar, este cabo estaba de vacaciones en su pueblo natal, Chiva, uno de los más afectados por las lluvias torrenciales de ese 29 de octubre. Recuerda que ya por la mañana llovió mucho, pero entre las 12.30 horas y las 15.15 más o menos paró.
Ya esa hora volvió a llover de tal manera que él, que conoce muy bien su pueblo, pensó que el barranco del Poyo "no iba a tragar esa barbaridad de agua". Un agua que inundó la parte baja de su vivienda.
Sobre las diez de la noche, cuando aún funcionaba WhatsApp, se puso en contacto con su comandante para decirle que iba a salir de casa, e inmediatamente después, con el teniente de Chiva, Cristian, para ponerse a su disposición.
De forma instintiva se vistió con el uniforme, se despidió de su familia -su hija le imploró que no se fuera- y se echó a la calle.
Recorrer los 500 metros de distancia entre su casa y el cuartel fue infernal. "Me costó horrores llegar, no solo por el agua, sino por el peligro de las alcantarillas, que no se veían y me podían succionar. De ahí no sales", rememora Mújica.
"Todo era ruido de agua. Eso y la alarma de algún coche o de algún establecimiento", prosigue.
Consiguió hacerse con una linterna y "con un paisano que se ofrece a ayudarme con su coche, llegamos al polígono industrial. Era una zona de guerra total, de destrucción máxima; aquello era increíble".
Vio a mucha gente subida en las partes más altas de las empresas. Y también a una chica sobre un contenedor que arrastraba el torrente. Con agua hasta la cintura y sorteando por todos los flancos objetos que el agua también arrastraba, el paisano y él pudieron llegar hasta un chalet contra el que chocó el contenedor y la joven fue rescatada.
Como también rescataron a un hombre y su hija, propietarios de una empresa de neumáticos, atrapados por el torrente.
El teniente pidió al cabo que se trasladara al casco viejo, donde ya se habían hundido varias casas. Pero en el trayecto y en la arteria principal de Chiva, la avenida de Ramón y Cajal, un ciudadano requirió su ayuda porque se habían producido tres escapes de gas.
"Hacía casi más ruido que el agua", dice el cabo, quien recuerda que tuvieron que evacuar a al menos 300 personas. Querían avisar a los bomberos para que cortaran el gas, pero lo que no sabían es que el parque de este servicio en Chiva había sido arrasado completamente por el agua "y bastante tenían ellos con sus propios rescates".
Un técnico -"me pareció increíble que pudiera llegar hasta allí", apostilla Mújica- pudo cortar las dos líneas aéreas, pero no disponía de recursos para hacerlo con la general. Finalmente, pudieron hablar con la empresa en Barcelona a través de las trasmisiones de la Guardia Civil -los móviles ya no funcionaban- y se cortó.
Viviendas totalmente "descarnadas", partes de edificios que se el barranco se había tragado, riesgo de colapso de inmuebles... Ese era el escenario al que luego se desplazó, el inicio de la avenida de Ramón y Cajal.
Unas 150 personas pudieron ser rescatadas mientras continuaba el peligro de derrumbe. Y siguieron rescatando a más personas, ya en el casco viejo, de casas que se habían convertido en endebles esqueletos.
Hasta las nueve de la mañana Mújica no fue a su casa para que su familia comprobara que estaba bien. Luego siguió ayudando, también marcando los cuerpos sin vida para su posterior identificación.
Y en los días sucesivos realizando labores de seguridad ciudadana para evitar el pillaje, que también lo hubo. Porque, como dice este cabo, estas circunstancias "sacan lo mejor y lo peor de las personas". "Mientras unas se sacrificaban por intentar salvar a otras, algunas estaban pensando en robar".
En 32 años de servicio, Mújica ha visto "muchas calamidades", pero esto "supera todo". Fue una "devastación brutal. Es para estar ahí. Tenías que pestañear dos veces para asimilar lo que estabas viendo".
Pero el "espíritu benemérito" se impone sobre todo, asegura el cabo."A lo mejor no se comprende mucho -continúa-, pero es que ser guardia civil es una forma de vida, no es un trabajo. Puede sonar muy quijotesco, pero es así".
A la Guardia Civil "no se le llama benemérita por casualidad. Lo tenemos muy inculcado. Si sucede algo, sabes que lo tienes que dar todo. Y eso hicimos los compañeros que estábamos fuera de servicio y el resto".
Parafraseando la cartilla del guardia civil del Duque de Ahumada, Mújica ve en esa labor "un pronóstico feliz para el afligido". Pero que "nadie se engañe. Nosotros, o al menos y, tuve miedo. Ha sido raro que no hayamos muerto ninguno en los rescates, porque cualquier edificio podía haber colapsado con nosotros dentro", concluye. EFE
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