Reus (Tarragona) 1 dic (EFE).- El rockero Jaume Blanc, conocido artísticamente como El Toubab, decidió un día recorrer mundo con su guitarra, ligero de equipaje pero con un bolígrafo y un cuaderno siempre a mano para anotar sus vivencias, que ahora ha recopilado en el libro 'Vagabundeos. Extractos de mis diarios' (Desacorde Ediciones).
Trotamundos del rock o, como él prefiere describirse, un viajero enamorado de lo desconocido, El Toubab ha utilizado la música como "algo balsámico y sanador" allí por donde ha tocado, en calles, el metro, trenes, centros sociales, cárceles, escuelas, comedores populares, bares y cantinas de Bogotá, Buenos Aires, Lima, París, Londres, Berlín, Montreal, Nashville, Dakar, Madrid o Barcelona.
"Suelo escribir un diario en todos los viajes que realizo, aunque hasta ahora no los había revisado. He decidido publicarlos porque creo que lo que cuento puede resultar de cierto interés para quien me conoce y quizá puede acercarme también a un público que desconoce mi obra y que, gracias a la lectura del libro, puede descubrir algunas de mis canciones", afirma en una entrevista con EFE El Toubab (Reus, 1974).
Los textos están ordenados cronológicamente y repasan su etapa en solitario, aunque también hay algún guiño a su anterior paso por grupos como Presidents, Té Verde o La Voz de los Nadie. "Sin pretenderlo, el libro ha terminado siendo una autobiografía", asume.
"Cuando se lo pasé a la editorial me dijeron que se podían sacar dos libros de tanto material que les mostré. Hacer una selección exhaustiva y que tenga sentido ha sido un gran trabajo", rememora sobre esta fase editorial.
"Si algo transmite el libro es verdad. No ha habido corrección ni manipulación en el texto. Lo que leerá el lector es lo que yo escribí en su día y muestra el estado de ánimo en el que me encontraba en ese momento", añade Jaume Blanc.
Su "necesidad" de llegar a rincones donde el acceso a la cultura resulta más complicado le ha llevado a tocar en comedores sociales, penales y escuelas de barrios muy humildes de Latinoamérica, en casas de acogida para gente sin recursos o para jóvenes no tutelados, o a bordo de un ferry camino de Dinamarca.
"Hace mucho tiempo que me desencanté del traje de presidiario con el que el 'show business' viste el alma de la música. Lo que busco es algo tan sencillo como vivir la vida en mayúsculas, disfrutar y compartir buenos momentos con quien se cruce en mi camino", resume El Toubab.
"Como dice mi amigo 'griot' Sam Sussoh, los músicos somos algo así como médicos espirituales que sanamos el alma de la gente", añade el músico reusense.
Para ello, El Toubab se ha subido a un tren sin dinero para darse una vuelta por la vieja Europa o ha recorrido Latinoamérica en un autobús por la carretera Panamericana sin saber cuándo ni dónde comería o en qué cama dormiría.
"En Copenhague, con Juantxo Skalari, estábamos sin blanca y aceptamos tocar en un garito para tener algo de dinero. Suplimos a un cantante mexicano entre las once y las dos de la madrugada, y tocamos para un público con ojos saltones y fuera de sí, mientras contemplaba por la ventana a travestis, chulos y putas callejeras", recuerda.
Uno de sus conciertos más especiales lo dio en el penal de máxima seguridad de Ezeiza, en Argentina, en el que vivió una angustiosa anécdota.
"Me di cuenta de que no llevaba colgado el pase y no recordaba dónde lo había dejado. Ir sin identificar alarga tu salida unas horas por puros trámites burocráticos, y no puedes imaginar el vértigo que percibes en el instante en que eres consciente de ello. Por suerte, pude encontrarlo y salir sin más contratiempos", comenta.
Asegura que deambular por Senegal, adonde viaja con asiduidad, le cambió la vida, pues "encontré un país de mucha sonrisa, donde se da todo sin pedir nada a cambio", y decidió convertirse en El Toubab, que es como llaman allí a los hombres blancos.
"En África tomé conciencia de la importancia de deshacerme de lo innecesario para hacer más ligero el equipaje o vivir la vida de una manera humilde y sencilla. Me han enseñado a no desperdiciar el presente, a dar sin esperar recibir nada a cambio, a saciar la sed y el hambre con poquito y a gozar del sueño con las mínimas preocupaciones. También a alejarme del consumo innecesario o a compartir entre la vecindad", concluye El Toubab. EFE.
dpj/hm/jdm
(foto)