El 'hospital' de animales donde se recuperan más de 120 tortugas desplazadas por la dana

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Laura López

València, 27 nov (EFE).- Los días posteriores a la dana que devastó decenas de municipios de la provincia de Valencia dejando 222 fallecidos e incontables daños materiales, el Centro de Recuperación de Fauna La Granja de El Saler, en València, comenzó a recibir decenas de llamadas.

Eran vecinos de localidades como Paiporta o Catarroja que habían encontrado entre el fango en sus calles, casas, garajes e incluso dentro de sus coches, tortugas que la dana había arrancado de su hábitat, el Barranco del Poyo.

Ya son más de 120 tortugas (unos 100 galápagos leprosos y una veintena exóticas), cuatro erizos europeos y tres culebras las que han ingresado en este centro por esta causa, según explica en una entrevista con la Agencia EFE uno de sus dos veterinarios, Xema Gil.

Estas instalaciones, dependientes de la Conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio, funcionan como una especie de hospital para animales y, desde el pasado 29 de octubre, han tenido que crear una nueva etiqueta de clasificación: "causa de ingreso: dana".

Antes recibían una treintena de tortugas en todo un año y, en menos de un mes desde la catástrofe han entrado más de 120.

Todavía hoy, según avanzan las labores de limpieza en los pueblos, siguen llegando tortugas al centro, en muchos casos después de una consulta a través de fotografías en el número de WhatsApp habilitado por el centro: "hemos tenido una colaboración ciudadana bárbara", celebra el veterinario.

En la mayoría de los casos, ha habido "suerte" y los galápagos han llegado en buen estado al centro a pesar de la gran fuerza del agua con la que fueron arrastrados y aquí solo han tenido que recuperarse del estrés sufrido.

Unos pocos sí han necesitado ser intervenidos por la rotura de su caparazón y han descansado en lo que los técnicos llaman "la UVI", donde hay unas urnas especiales con una temperatura y nivel de humedad controlados, mientras cicatrizan las roturas del caparazón, reparado con una especie de resina a modo de escayola.

Una vez recuperadas, es el momento de "liberarlas" de nuevo a su hábitat y para ello, técnicos en conservación de fauna como Matthieu Lassalle han comprobado antes el estado de sus lugares de origen.

"La gran mayoría están devastados y no reúnen las condiciones ecológicas buenas para que las tortugas puedan hibernar, alimentarse o reproducirse", apunta el experto.

Sí han localizado tres zonas donde el hábitat no está tan alterado, lo que ha permitido empezar a liberar a una parte de ellas: "las volvemos a soltar en la subcuenca del Barranco del Poyo; no estamos dispersando animales ni estamos haciendo traslocaciones, sino que estamos respetando su origen", explica el biólogo.

Entre las tortugas recuperadas hay una veintena de ellas que son exóticas, las Trachemys, una especie original de América que han ido a parar a los humedales valencianos fruto de "mascotismo": las personas que las compraron en su momento (desde el 2009 ya no está permitida su comercialización), se "cansaron" después de ellas, las soltaron en el medio natural y se han reproducido a gran velocidad.

Como son más grandes, más agresivas y se reproducen mucho más rápido que las autóctonas, se han convertido en una gran amenaza para las especies autóctonas, tanto para los galápagos leprosos como para los europeos, ambas especies protegidas, en el caso de los segundos en peligro de extinción.

De hecho, en los últimos 20 años, la Generalitat ha retirado más de 60.000 ejemplares de esta especie.

"Liberar un animal exótico en el medio natural es una falta administrativa muy grave y, en según qué circunstancias, puede llegar a ser un delito", recuerda Xema Gil.

Hasta ahora, las prioridades en la emergencia humanitaria causada por la dana han sido otras, pero con el tiempo habrá que evaluar otros efectos, como los daños causados en la fauna salvaje.

Además de a las tortugas, Gil ha señalado que también se han recuperado 1.200 petxinots (unos moluscos muy grandes, como si fueran mejillones gigantes), que en el caso de dos especies -Unio mancus y Potomida littoralis- también están en peligro de extinción.

De estos, también se han conseguido introducir unos 150 en su hábitat, el río Magro.

Para este veterinario, es probable que otros animales como la loina del Júcar, unos "pececitos" en peligro de extinción que viven en el mismo río, también hayan sido afectados, aunque esto se verá en el próximo censo, que cada año se realiza en primavera.

También han percibido cierta alteración en las aves, en este caso a raíz, sobre todo, del empleo de helicópteros para la búsqueda de desaparecidos: "pero bueno, esas al final volverán cuando se tranquilice la cosa, no nos preocupa", señala el experto. EFE

(foto) (vídeo)

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