Burgos, 24 nov (EFE).- Accem, Burgos Acoge y Atalaya Intercultural han centrado todas las miradas tras la decisión del Ayuntamiento de Burgos de retirar las ayudas municipales por imposición de Vox, que acusa a las ongs de alentar la inmigración irregular. Pero ¿cuál es el trabajo que realizan? ¿A qué destinan esos 119.000 euros de ayudas municipales?
La decisión municipal -rectificada por el PP- ha supuesto la ruptura del gobierno de coalición.
La acogida, con mayúsculas, es la palabra clave de su acción. Accem, Burgos Acoge, Atalaya Intercultural y Cáritas -que también recibe 19.000 euros municipales para atención a migrantes-, acogen a aquellas personas que llegan a Burgos huyendo de la guerra, de un conflicto, de una persecución política, del hambre, la miseria o de un futuro sin esperanzas.
“Trabajamos en defensa de los derechos fundamentales de las personas, desde una perspectiva integral”, explica Olga Aguilar, responsable de Accem Burgos. Hacen un diagnóstico social, se determinan sus necesidades y, a partir de ahí, con equipos interdisciplinares se dan respuestas integrales.
Asistencia jurídica, intervención especializada en materia de asilo y migración, trámites administrativos, orientación y mediación laboral, formación, integración social, atención sanitaria, atención psicológica, vivienda y asistencia social, son algunas de sus labores.
Son puntos de asesoramiento, información y acompañamiento para que las personas puedan tomar decisiones y dar continuidad a su vida, explica Marta Martínez de Burgos Acoge.
Un proceso cuyo ritmo e intensidad lo marca el propio usuario, porque no hay dos migrantes iguales, aunque casen las ‘etiquetas’.
“Lo que nos une es que entendemos que la acogida es una cuestión de humanidad, y lo que hacemos es profesionalizar esa acogida”, apunta Aguilar. En 2023, entre las cuatro ongs atendieron a 7.300 personas en Burgos, en un ejemplo de coordinación y trabajo en red.
Aguilar insiste en la complementariedad para brindar al migrante una acogida de calidad, que difumine las barreras con las que se va encontrando, y que alcance un equilibrio de derechos, responsabilidades y deberes, en una inclusión plena en la sociedad burgalesa.
Esa complementariedad se ve en el propio reparto de las ayudas municipales que se han puesto en entredicho estas últimas semanas, pues cada uno de los cuatro convenios sustentan programas de intervención diferentes.
Ayudas con fines definidos
En Atalaya Intercultural las ayudas se destinan a vivienda de acogida e intervención socioeducativa con menores, programas de apoyo escolar y de ocio, explica Olga Alonso, lo que engloba enseñar el idioma, refuerzo educativo o trabajar la integración escolar para que los niños reciban una educación de calidad.
Por parte de Burgos Acoge son tres programas específicos: acogida, información y orientación social; orientación y formación jurídica; y el de acceso a la vivienda, que son puntos estratégicos en la acogida pues marcan el diagnóstico social y, con ello, las pautas de derivación y creación de itinerarios.
Al alojamiento temporal de migrantes, a través de las plazas conveniadas con la casa de acogida San Vicente de Paúl y pisos de acogida, se destinan las ayudas que el Ayuntamiento da a Cáritas para los fines concretos de atención a migrantes, ha indicado Esther Angulo.
En Accem, junto a servicios de psicología, formación o empleo, trabajan en una descentralización al ámbito rural, para que los migrantes que viven en los pueblos tengan acceso a los mismos recursos y servicios que los que viven en la ciudad.
“En muchísimas ocasiones nos trasladamos a atender a una sola persona, pero es que consideramos que es vital porque es el diagnóstico que han hecho los equipos de los CEAS rurales”, explica, y porque esa persona que llega de Accem es a veces el único balón de oxígeno que tiene el migrante en entornos más aislados.
Sin embargo, Accem, Burgos Acoge, Atayala y Cáritas son mucho más que entidades que informan, orientan, responden dudas y ayudan en trámites administrativos; la sede se convierte en un espacio para estar, intercambiar, escuchar, observar, construir, compartir y entender a las personas a las que atienden, y esa es la riqueza del movimiento.
“Son experiencias vitales diferentes, mochilas diferentes, la mayor parte de ellas cargadas con herramientas muy buenas, algunas conocidas, otras muy nuevas. Hay que poder abrir la mochila para que brille lo que cada persona lleva dentro”, insiste Martínez, y para ello es fundamental que el migrante esté bien, duerma bien y coma bien. EFE
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