Laura López
Catarroja (València), 21 nov (EFE).- Miguel Liébanas es un electricista de 42 años de Jaén que el pasado 25 de octubre sufrió un tromboembolismo pulmonar, así que la dana que asoló València cuatro días después le pilló en la cama del hospital, pero en cuanto pudo, no dudó en desplazarse a ayudar.
Las imágenes que vio por televisión durante cuatro días de convalecencia le convencieron para, en cuanto se encontró "medio bien", "subirse" a València. "Viendo el sufrimiento de las personas, vi que necesitaban ayuda, no hacía falta pedirla", explica en una entrevista con la Agencia EFE.
Una vez en la zona afectada, recorrió pueblos como Paiporta con un megáfono: "¡Soy electricista, ¿Necesitan ayuda?!", gritaba.
Pero con el tiempo, el dispositivo se ha sofisticado: hay un grupo de WhatssApp con unos 300 profesionales desplazados y, a través de Google Maps, los afectados publican dónde se encuentran, el tipo de avería que tienen y un número de contacto.
Y siguiendo este rastro por Catarroja va Miguel junto con sus dos compañeros de faena estos días: Vicente Chaparro, de 56 años y Vicente Jiménez, de 60, dos vecinos de Moncada prejubilados.
Juntos y con el poco material que tienen, casi siempre consiguen resolver lo más urgente: restablecer el suministro eléctrico de viviendas y garajes, averías señaladas en la aplicación con un rayo.
"La gente llegaba a llorar, se le saltaban las lágrimas porque había personas que estaban 7, 8, 10 días sin luz", relata Miguel, quien en base a su experiencia ha creado el lema "secamos lágrimas y sacamos sonrisas".
Vicente Chaparro también ha visto muchas caras iluminadas después de sus visitas estos días: "cuando les arreglamos la luz, es como que les damos la luz, les damos la vida", sostiene.
Los vecinos de Catarroja, que siguen más de tres semanas después de la catástrofe intentando reconstruir sus vidas, les reciben entre vítores cuando los ven aparecer y les paran por la calle como si fueran famosos, para hacerles todo tipo de consultas.
"¡Ay, qué alegría, los electricistas!", exclama una de las vecinas de un bloque en Catarroja, de cuyo garaje entran y salen una decena de militares que trabajan retirando el fango prácticamente a oscuras.
Para otro de los vecinos, Martín Aguirre, era fundamental recuperar el suministro eléctrico en el garaje, sobre todo para hacer funcionar el extractor de aire y que los soldados puedan trabajar sin tener que salir cada 15 minutos a tomar aire al exterior.
"Si ahora ponemos el extractor se puede trabajar más de continuo, con lo cual muy bien nos ha venido. Vamos, una maravilla", relata este vecino, para quien cada pequeño paso es un triunfo después de la debacle vivida, tras la que sacaron de este mismo garaje cuatro cuerpos durante los primeros días.
Miguel y 'los Vicentes' han estado ya por todos los pueblos afectados: Alfafar, Benetúser, Masanasa, Albal, Aldaia, Utiel, Requena, Algemesí, Pincanya, Paiporta... a donde se trasladan en una furgoneta identificada y cargada con material donado de empresas y particulares en un centro logístico en Picasent.
Desde que se produjo la catástrofe, calculan que los aproximadamente 300 voluntarios que conforman esta red han realizado unas 3.000 reparaciones, al principio a un ritmo de unas 90 al día.
Lo más habitual es que se encuentren con que el diferencial de la luz salta porque se ha mojado.
"Cuando llegamos, anulamos el cuadro y ponemos una protección y algunos puntos de luz con luces colgadas con correillas y dejamos una toma de corriente protegida para que puedan enchufar las cosas, como máquinas a presión para poder seguir limpiando", explica Miguel.
La gente, en general, se muestra muy agradecida, aunque con tantas visitas reconocen que han encontrado de todo: "nos han pedido hasta que les pongamos el wifi o les arreglemos una nevera", señala, entre risas, Vicente Chaparro.
En el caso de Miguel, él lleva dos semanas en València durmiendo en un colegio de Torrent y dice que se quedará aquí de forma "indefinida", hasta que no queden más avisos en la pantalla.
De su furgoneta cuelga un dibujo hecho por uno de sus cuatro hijos, de 10 años, en el que se puede leer "Mi papá es mi héroe", una impresión que estos días muchos vecinos de València comparten con el pequeño. EFE
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