Roma, 21 nov (EFECOM).- El movimiento activista Slow Food, que fomenta la comida buena y justa, insta a la nueva Comisión Europea (CE) que aplique "cláusulas espejo" a los productos importados para que los alimentos europeos compitan en igualdad de condiciones, en un informe presentado este jueves.
La petición para proteger a los agricultores europeos de la competencia desleal y apoyar las prácticas agrícolas sostenibles "llega en un momento muy oportuno porque hay debates en curso sobre los acuerdos comerciales internacionales", explicó a EFE la secretaria general de Slow Food, Marta Messa.
El documento se publica en un contexto de incertidumbre ante posibles aranceles y restricciones futuras en el comercio entre la UE y EE. UU. tras el resultado de las elecciones estadounidenses, y después de que el Comisario de Agricultura y Alimentación de la UE se pronunciase a favor del acuerdo de libre comercio UE-Mercosur.
La organización alerta de que las diferencias en la regulación entre los productos europeos y los importados generan “desigualdades” en el mercado, tanto en la sostenibilidad de los productos importados como en el avance hacia prácticas más responsables.
“Este desafío puede ser una forma de garantizar precios justos para los agricultores, que pueden a su vez facilitar el cambio hacia prácticas agroecológicas, mejorando así la integridad de las cadenas de suministro y el consumo responsable”, se expone en el informe.
Slow Food denuncia además que la dependencia de productos importados más baratos, que a menudo contienen pesticidas prohibidos en Europa, daña la producción alimentaria local y empeora las condiciones laborales de los trabajadores en los países exportadores.
"Aunque proporcionan buenos ingresos económicos para estos países, las políticas basadas en monocultivos, producción intensiva, y la ganadería industrial no son sostenibles, ni para las economías locales, ni a largo plazo, ni para el planeta, ni para nadie", explicó a EFE Messa.
Además, el informe menciona la carne de ternera y ovina importada, que a menudo proviene de países donde las normativas sobre bienestar animal son más laxas con el uso de antibióticos o los ratios de las granjas, lo que supone una desventaja competitiva para los agricultores europeos.
Un caso destacado en el informe es la importación de soja, que en Europa supone un 90% de la que se consume y que proviene, mayormente, de Norte y Sudamérica, principalmente en Brasil.
Aunque es la tercera región con más productos restringidos, está aún muy lejos de los estándares europeos, con 133 pesticidas prohibidos frente a los 464 de Europa.
En el documento se explica que Brasil trata la soja con pesticidas prohibidos en Europa y además modifica las plantas genéticamente para resistir el uso masivo de herbicidas, una práctica que tampoco está permitida en la UE.
Además, el país sudamericano también se encuentra entre los tres mayores exportadores de ternera, aunque su producción no exige una trazabilidad y está permitido el uso de antibióticos para promover el crecimiento de las vacas, algo prohibido en la UE desde 2006.
Slow Food también denuncia que, aunque en los últimos años se han adoptado algunas cláusulas espejo relativas a la deforestación o al uso de antibióticos, aún queda mucho por hacer para que estas normas se implementen de manera efectiva.
"Debemos considerar incluir disposiciones sobre el tratamiento de bienes importados y exportados en los mercados en línea", recalcó Messa. EFECOM