València, 18 nov (EFE).- El guardia civil especialista en criminalística Ramón Blas, quien tras la dana fue asignado al equipo de identificación de cadáveres, confiesa que en su profesión están "acostumbrados al dolor y a vivir con ello" pero que, tras esta catástrofe, ésta "todavía asimilando un poco todo".
Ramón Blas, que trabaja en un laboratorio de la Comandancia de Valencia de la Unión Orgánica de Policía Judicial y es profesor de la Universidad Católica de Valencia (UCV), explica que aquél 29 de octubre era su último día de vacaciones y estaba con su hijo en València. No pudieron regresar a su casa en Paiporta porque el metro se detuvo y cambió el sentido de la marcha, de nuevo con destino a la capital valenciana.
Su mujer sí quedó atrapada e incomunicada en casa y durante dos días estuvo sin luz, agua, gas ni teléfono. “Sabía que estaba bien, por otras personas, así que a las siete de la mañana del miércoles me incorporé al operativo en Valencia y, desde entonces, trabajé en jornadas de trece o catorce horas identificando cadáveres, doce días seguidos”, afirma.
Desde el inicio de la catástrofe, fue asignado al equipo de identificación de cadáveres, una labor que Ramón Blas y sus compañeros realizan con apoyo de otros guardias civiles de Madrid, según informa la UCV en un comunicado.
Blas lleva más de tres décadas en esta especialidad y, normalmente, hace una o dos veces al mes una necroidentificación mediante regeneración de huellas dactilares, por lo que en estas semanas ha visto "lo mismo que en quince años".
Tras la dana "hemos llegado a regenerar dedos de cadáveres de diez días con el agua y el lodo; obteniendo huellas dactilares tanto de manera directa, con tinta o con fotografías, dependiendo del método. No se había hecho nunca, y se ha conseguido hacer porque hay gente muy preparada trabajando mucho”, ha relatado.
Además, afirma, muchos de los fallecidos eran de calles cercanas a su casa, lo que supone que su trabajo sea "más complicado que nada que haya hecho antes”, aunque indica que al tratarse de una labor muy técnica, el trabajo absorbe toda su atención y le permite “no pensar mucho” en otras cosas.
“Me preocupaba que los afectados tuvieran identificado a su familiar, que pudieran enterrarlo y hacer el luto lo antes posible. Tuve un día libre y fui a Paiporta a ver a mi mujer, interesarme por los vecinos y ayudar en lo que pudiera. Llevaba no sé cuántos días metido en el laboratorio, en el sótano de Comandancia, así que fue bastante duro volver allí, a mi calle, ver ‘in situ’ lo que había sucedido", según el agente.
Este guardia civil confiesa que las dificultades emocionales que implican tantas horas de trabajo en el entorno de una catástrofe cercana se suman a la problemática técnica que implica su labor: “Lo habitual es poder dedicar más tiempo al proceso de identificación y ahora vamos a tope". EFE