El bar 'Blue Panther', un oasis para el café en medio de la devastación en Picanya

El bar 'Blue Panther' en Picanya se convierte en un punto de encuentro para voluntarios y efectivos de emergencia, ofreciendo calor y comida en medio de la recuperación tras la riada

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Roberto Ruiz Oliva

Picanya (Valencia), 18 nov (EFE).- A pocos metros del barranco del Poyo, frente a la plaza del Ayuntamiento de Picanya, donde todavía son más que evidentes los efectos de la dana, el 'Blue Panther' reluce como un 'oasis de normalidad' en medio de la devastación. Fue uno de los primeros bares en reabrir tras aquel 29 de octubre.

Rodeado del lodo ya seco convertido en una incómoda alfombra en muchas calles, un grupo de jóvenes se reúne en torno a una mesa para hacer una parada y tomar un café en la terraza de este establecimiento hostelero, uno más de los centenares que resultaron afectados en los municipios de Valencia arrasados por la riada.

Podría parecer una escena cualquiera a las puertas de un bar cualquiera de los miles que se reparten a lo largo y ancho de la geografía nacional, si no fuera porque se sitúa en el corazón mismo de uno de los pueblos más damnificados.

También porque estos clientes, en este caso unos voluntarios venidos desde Tarragona, están muy manchados de barro y van ataviados con EPI (equipos de protección individual) y botas de agua.

Junto a ellos, vecinos de este pueblo de l'Horta Sud, empleados municipales, militares, policías y demás efectivos desplegados en la zona cero de la tragedia encuentran aquí un más que merecido descanso, en uno de los todavía pocos espacios cómodos donde desayunar, comer o cenar, tomar algo calentito, mientras siguen las labores de limpieza, vigilancia y vuelta a una relativa normalidad.

Juan Carlos Bustillos, dueño del local, cuenta a EFE que lograron reabrirlo tras tres o cuatro días de duro trabajo: teniendo en cuenta que el agua llegó a alcanzar cerca de un metro de altura dentro del 'Blue Panther', esta 'hazaña' solo fue posible gracias al empeño de un centenar de compañeros del instituto de su hijo y su nieto.

Y también resulta difícil de creer, por cómo ya relucen la barra, las sillas, mesas o los sofás del establecimiento, que llegaran a estar cubiertos de barro, después de que el desbordamiento de la rambla cercana impactara de lleno en el local, como ha ocurrido en la práctica totalidad de los bajos comerciales cercanos al cauce.

"Hemos tenido mucha suerte con la gente del pueblo", destaca este agradecido propietario de un negocio que, antes de retomar su actividad habitual, fue reconvertido durante los primeros días tras la fatídica dana en un improvisado punto de recogida de alimentos y ropa para los vecinos más afectados.

"Estamos trabajando para poder ayudar al pueblo con todo lo que necesita", continúa Bustillos, consciente de que -una vez superada la urgencia inicial- este tipo de lugares representan a su vez un espacio social de encuentro para todos, tan oportuno en algunos casos como otras necesidades más básicas.

"Mucha gente del Estado, del Ayuntamiento, militares, policías, se unen aquí para hacer gestiones, para desconectar un poco. Somos uno de los pocos sitios en los que, gracias a dios, podemos ofrecer comida caliente, café, tratando así de sobrellevar mejor la situación", relata este emprendedor de origen boliviano.

Así lo corrobora José Ruiz, un oficial de la Policía Local de Andújar que acaba entrar al bar junto a un grupo de agentes de esa localidad jienense, desplazados desde Andalucía para echar una mano en la gestión de esta crisis.

"Está cerca de la Jefatura de la Policía de Pincanya y aquí nos reunimos a tomar un café, cargar un poco las pilas y volver a relevar a los compañeros que vigilan los cruces, colaborando en la medida de lo posible en restaurar la normalidad", dice el funcionario, quien atestigua que ahora mismo pocos bares ofrecen todavía un buen "café calentito" en la zona.

Como estos policías andaluces, no son pocos los 'nuevos' clientes del bar, en el que no dejan de entrar y salir operarios de empresas dedicadas al achique de agua, militares con sus llamativos uniformes de camuflaje o lugareños habituales que se alegran de volver a ver a los suyos.

Con tanto barro y polvo como sigue habiendo en las calles resulta casi imposible mantener limpio el suelo o los baños, a pesar de los esfuerzos de los empleados de este 'joven' local donde trabajan en su mayoría personas de origen boliviano y colombiano. Unos y otros siguen colaborando para que el 'Blue Panther' no deje de 'rugir'. EFE

(foto) (vídeo)

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