Jose Oliva
Barcelona, 16 nov (EFE).- El meteorólogo José Miguel Viñas propone en 'Los cielos retratados' un original recorrido por la historia de la pintura a través de la meteorología, desde los complejos cielos de Velázquez, los cumulonimbus de Goya, el tiempo nevado de Pieter Brueghel el Viejo o los volcánicos de Van Gogh, Turner o Munch.
En el origen de 'Los cielos retratados' (Crítica) está el interés del autor, meteorólogo en Meteored, por la pintura, especialmente los paisajes y la curiosidad inicial por las obras que colgaban en el Museo del Prado y el Thyssen le llevó desde hace quince años a identificar las nubes que aparecían en los cuadros de otros museos, "un aspecto por el que el mundo de la historia del arte había pasado muy de puntillas", asegura Viñas en una entrevista con EFE.
Viñas plantea que "los cielos no son meros telones de fondo, sino que, al margen de su creatividad, los pintores reflejan los cielos que han visto, el clima que les ha tocado vivir o situaciones meteorológicas que han experimentado a lo largo de sus vidas".
Unos casos mencionados por el autor son los de Turner, Van Gogh o Munch, cuyos cielos son un reflejo de grandes erupciones volcánicas, mayores que las actuales, que se produjeron especialmente en el siglo XIX (Krakatoa y Tambora, en Indonesia): "Al lanzar todos esos materiales a la atmósfera y dispersarse por toda la tierra, se altera la manera en que se dispersa la luz, especialmente en el crepúsculo, cuando el sol está en el horizonte o por debajo de él".
Esos colores, añade, que adoptan normalmente tonos amarillos, naranjas o rojizos se intensifican mucho y es natural que se trasladaran a los lienzos: "Analizando los paisajes de Turner, Van Gogh o Munch te das cuenta de que hay una mayor frecuencia en utilizar esos colores cálidos e intensos".
La reiteración de nubes de algodón tiene, según Viñas, una explicación: "En unas épocas en las que los inviernos eran mucho más rigurosos que hoy, los pintores en invierno estaban en el taller y no salían a bocetar o a tomar algún tipo de apunte hasta que llegaba la primavera en abril o mayo, momento en el que abundan en los cielos esas nubes, cúmulos, que necesitan de una corriente de aire caliente".
El autor se interroga sobre el porqué de los cielos de los cuadros de Velázquez, "tan complejos, con muchos tipos de nubes, con trozos de cielo azul, nubes de tipo cúmulo, nubes que cubren parte del cielo".
Viñas analizó la época en la que vivió Velázquez, que coincide con la denominada "pequeña edad de hielo", una época de mucho frío en toda Europa, que "en principio no cuadraba con que pintara tantas nubes".
Buscando documentación de climatología histórica en la cuarta década del siglo XVII, cuando el pintor sevillano se encuentra en la corte, hay constancia de que esa década no fue tan fría en el interior peninsular, y "eso sí encaja con la idea de que el pintor viera con bastante frecuencia esos cielos enmarañados que plasma en sus cuadros, al margen de que también estuviera influido por maestros como Tiziano o Rubens".
En Goya, sorprende, según Viñas, la reiteración de una nube blanca en sus primeros cartones -escenas de caza-, presente en obras como 'La caza del jabalí', 'Partida de caza' o 'El cazador con sus perros'.
Para el autor, Goya "seguro que pudo presenciar en repetidas ocasiones el crecimiento de ese tipo de nube sobre la Sierra de Guadarrama o sobre los Montes de Toledo, pero además la nube blanca, sin muchos detalles, le ponía las cosas fáciles a él y a los tejedores de la Real Fábrica de Tapices".
En cuanto a los cuadros de El Greco, Viñas piensa que "usa el símbolo de la tormenta con una intencionalidad misticista, pues históricamente en los cuadros de temática religiosa la tormenta simboliza el mal, el pecado, lo que hay que evitar" y además el pintor se encuentra en Toledo, donde por la cercanía de los Montes de Toledo, era habitual presenciar esos fenómenos en las tardes de primavera".
La nieve también es representada por la pintura y su gran maestro es Pieter Brueghel el Viejo, impresionado por una serie de inviernos muy crudos, en particular el de 1564-65.
"Brueghel el Viejo está mostrando cómo cambia la sociedad con ese clima tan extremo, con gente aprendiendo a patinar, porque tiene que moverse con patines para cruzar el río, por ejemplo", explica José Miguel Viñas.
Para el autor, "una de las cosas que permite analizar la pintura de esta manera es llegar a la conclusión de que el clima ha ido cambiando a lo largo de la historia desde el siglo XIV, si bien el cambio climático actual tiene una serie de componentes que lo hace también singular y que nada tiene que ver con otros cambios climáticos que han podido ocurrir en otras épocas", concluye Viñas. EFE
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