Diez obras para entender a Gabriele Münter, una gran artista además de novia de Kandinsky

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Cristina Lladó

Madrid, 16 nov (EFE).- El Museo Thyssen-Bornemisza recupera a una de las grandes artistas del expresionismo alemán de principios del siglo XX, Gabriele Münter, miembro fundador del grupo “El Jinete Azul”, opacada por ser mujer y “la novia de” Vasili Kandinsky.

La comisaria de la exposición, Marta Ruiz del Árbol, elige sus diez obras favoritas, que marcan las distintas etapas en el desarrollo artístico de una mujer que se dejó influenciar por los cambios y tendencias de su época, sin temor a experimentar con técnicas y modos de expresión.

Conscientes de que Münter es prácticamente desconocida en España, la exposición comienza con una serie de autorretratos entre los que la comisaria destaca el ‘Autorretrato frente a caballete’ en el que se presenta “con las herramientas de artista y vestida de “señora respetable, a la moda, con guantes y con un gran sombrero, como para demostrar que se puede ser artista y respetable”.

Entre 1898 y 1900, Münter viaja donde se compra una cámara Kodak portátil con la que comienza a mirar, a componer una imagen y a seleccionar temas que le interesan. “De alguna forma, la cámara se convierte en su primera maestra, su primera aproximación artística”, explica la comisaria.

Estas tres obras del mismo lugar muestran la evolución de Münter, quien no duda en experimentar con las ideas y corrientes que surgen a su alrededor, en este caso, en París, donde viaja con su pareja, el artista Vasili Kandinsky, con quien mantuvo una larga relación pese a que él estaba casado.

El cuadro muestra un grupo de burgueses en una excursión campestre, pero al analizar la figuras se descubre que se trata de Kandinsky, Marianne von Werefkin, y el hijo de ella y de Alexei von Jawlesnki, dos amigos pintores con los que crearán el grupo “El Jinete Azul” de artistas expresionistas en Múnich.

Münter es la mujer que rema de espaldas y, como comenta Ruiz del Árbol, “el líder del grupo es Kandinsky, pero ella es la que hace el verdadero trabajo”.

Un maravilloso retrato en el que las formas simples, los contornos oscuros y los colores intensos convierten a la amiga de Münter en un triángulo de color coronado por un inmenso y florido sombrero, y un rostro en tonos verdosos, influencia de Henri Matisse.

Münter pinta este cuadro y el de la barca en una etapa en que, con su pareja Kandinsky, se instalan en Murnau, una localidad en Baviera (Alemania) donde llevan una vida tranquila y alejada del bullicio de Múnich en una casa modesta que pronto se convierte en el centro de reunión de sus amigos artistas.

Un cuadro sorprendente por su temática, el regazo de una mujer que regresa de comprar y sujeta sus compras con manos enguantadas, lo que revela una clase acomodada, pero sin suficiente dinero como para tener un ayudante que le lleve los paquetes, “como era Münter, que se ve reflejada en ese momento casi robado, mirando sin mirar a la cara, como se va en transporte público”.

Uno de los cuadros más relevantes de su etapa en El Jinete Azul. Un bodegón con figuras decorativas de su casa y que muestran el interés de Münter por buscar fuentes para un arte más espiritual, que exprese su interior, y la importancia de la cultura popular, dos de los postulados planteados por Kandinsky para el grupo.

Durante la I Guerra Mundial, Münter se exilia en Escandinavia donde se deja influir por los discípulos de Matisse, con un estilo más suave y decorativo, prueba de que no tiene un estilo único.

Otro bello retrato que en esta ocasión no es expresionista, sino más cercano a “la nueva objetividad”, con una pincelada suave, casi imperceptible, y en la que se refleja una nueva realidad social; la de una mujer moderna e independiente, una estenógrafa en ropa informal.

En 1931, Münter se instala definitivamente en Murnau y, años más tarde, comienza a reelaborar los temas sobre los que ya ha trabajado. De hecho, el fondo de edificios es una pintura suya de 1911, “como si estuviera recordando su propia obra”. EFE

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