Roberto Ruiz Oliva
Aldaia (Valencia), 15 nov (EFE).- Han pasado más dos semanas desde aquel fatídico 29 de octubre y, a sus 72 años, Pilar Aguado no para ni un momento para tratar de adecentar su casa que da al barranco de la Saleta en Aldaia, donde trata de salvar de la mejor forma que puede recuerdos en forma de viejas fotografías y cintas de vídeo.
Seguramente la historia de esta mujer sencilla no abra informativos ni cope portadas pero sí ejemplifica en lo que se ha convertido el día a día de muchas personas en no pocos pueblos afectados por la grave dana que ha azotado Valencia, que intentan recomponer poco a poco lo que era su vida antes de la tragedia.
Separada desde hace dos décadas y madre de dos hijos, esta cocinera que perdió su trabajo cuando la llegada de una multinacional casi la obligó a jubilarse, no puede evitar emocionarse al recordar cómo vivió aquellas fadíticas horas tras la grandísima riada.
Pero también al ser consciente de todo el esfuerzo que lleva a sus espaldas para reconstruir su hogar y dejar atrás el marrón que trajo el lodo que llenó toda su planta baja.
Aunque por el sitio donde está su casa, junto a una rambla que es una derivación del ya tristemente célebre barranco del Poyo, ha vivido durante años más de una crecida del agua, la de esa tarde superó con creces todas las anteriores hasta rondar los dos metros, a pesar de que su inmueble está construido ya con una cierta altura.
"Mi hija, como vive arriba, empezó a llamarme para que subiera y salvamos todo lo que pudimos encima de las camas y las mesas", comenta Pilar, quien lamenta que el barro que entró en casa le estropeara muebles y enseres que tanto esfuerzo le costaron.
Fotografías de toda una vida
"Pero lo que más me duelen son los recuerdos y algunas cosas a las que les tienes más apego, como fotos de toda una vida, de las comuniones de mis hijos, de mi boda, los vídeos grabados...", añade entre lágrimas esta mujer.
Decidió colocar sobre sábanas y toallas muchas de estas fotografías -entre ellas las de su madre a la que perdió en julio- que ha extendido cuidadosamente sobre una mesa durante las dos últimas semanas: "Me las sacó de los álbumes un sobrino mío y las puso para secarlas y así he podido salvar casi todas, aunque están hechas un desastre", se vuelve a lamentar.
"Conforme pasan los días veo más cosas estropeadas y más desastre. Tienes un día bien y dos mal porque te vienes abajo. Aunque lo material no importa te duele, porque es tu vida y tu zona de confort", relata mientras añade que lleva dos semanas en las que no hace más que trabajar, tras sacar más de cien cubos de barro de casa, los primeros días incluso sin luz ni agua.
La casa de Pilar tiene otra peculiaridad, porque se ha convertido además en una especie de puesto de mando local improvisado porque su hija trabaja con el alcalde de Aldaia. Como está cerca del barranco, en la segunda dana de este pasado miércoles, sirvió de intendencia al equipo del gobierno local, que durante la noche veló por la evolución de las lluvias.
Su colaboración y generosidad no se limitan a la ayuda que haya podido prestar al Ayuntamiento a través de su hija, también llamada Pilar, ya que no dudó en ayudar a una policía venida de Barcelona a la que estos días ha dado aseo, e incluso a algún periodista para que contara más cómodamente -desde una mesa y una silla y no tirado en la calle- lo que pasa en su pueblo.
"Estoy superagradecida a la gente, me ha emocionado muchísimo ver la colaboración que ha habido en todos los aspectos. Como quitar barro, por gente que trabajaba en bancos que ha venido y no les ha importado ensuciarse de la cabeza a los pies", destaca Pilar.
Estas y aquellas pequeñas cosas, que diría Serrat. La historia de una mujer que -como ella misma destaca- afortunadamente no tiene que lamentar pérdidas personales en su entorno más próximo, pero que intenta salir adelante y volver a su vida, también en la pequeña gran hazaña de salvar sus recuerdos para que estos no queden arrasados de alguna forma por la riada. EFE
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