De un escenario propio de una guerra a un refugio de paz

Migrantes rescatados tras la devastación de la dana encuentran refugio en Valencia, donde la labor de la congregación jesuita ofrece apoyo y nueva esperanza en medio de la adversidad

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Roberto Ruiz Oliva

València, 13 nov (EFE).- Como el que pasa de un escenario propio de una guerra a un remanso de paz. Así ha vivido el proceso de acogida extraordinaria el grupo de personas, sobre todo migrantes, rescatadas de las zonas más afectadas por la dana que vive desde hace unos días junto a una congregación religiosa en el corazón de València.

Noelia, Abigail o Dulce son tres de las supervivientes de esta tragedia que unen sus nombres a los de Lorena, Cecilia o Matilde, mujeres también estas últimas que van a contribuir a partir de ahora a encauzar la vida de las primeras junto a sus familias.

"Esto ha sido demasiado duro, demasiado feroz", sentencia a EFE Noelia Raquel Romero, quien vivía con sus dos perros en un bajo de la calle del Sol de Alfafar y que el pasado 29 de octubre lo perdió prácticamente todo. Incluso resultó herida, con la pérdida de dientes y una fisura en la pierna que la obliga a usar muleta.

"Ha sido un tsunami, el agua entró de tal manera que tiró los muebles. Llegué a tragar barro", continúa esta vecina de la zona cero de la catástrofe y que pone de manifiesto el contraste que ha supuesto para ella pasar de ese escenario de devastación a la calma que, por fin, encuentra estos días en su nuevo 'hogar' de acogida.

"Crucé del caos y de la guerra que sigue allí a la paz de aquí", explica Noelia, quien en una congregación de religiosas vinculada a los Jesuitas como la que la acoge en València ha vuelto a dormir bien después de la 'pesadilla' vivida.

Más allá de sus prejuicios, tampoco ha encontrado aquí hábitos de monjas, velas, estrictas reglas u otros elementos que había asociado habitualmente a la religión: "No te exigen que seas algo que no quieres ser. Eso es lo que a mí me da la libertad de estar con ellas y de sentirme tranquila y agradecida, eso es lo más importante".

Durante el tiempo que vayan a pasar en la congregación, la dana ha unido irremediablemente la vida de Noelia a la de una quincena de personas acogidas, caso de Dulce, originaria de Venezuela, o también de Abigail Matamoros, una hondureña de 25 años rescatada junto a sus dos pequeños, uno de apenas quince meses y otro de 5 años, y su pareja y su madre.

"Las personas con las que nos ha tocado convivir nos han ayudado mucho y se han portado muy bien en todo. Llevamos bien la convivencia, con buena comunicación, y nos han proveído de todo", cuenta esta joven que hasta hace dos semanas vivía en Alfafar, también en una planta baja alquilada.

"Los primeros días llegamos a dormir en el suelo. Fue muy duro", relata Abigail, incapaz todavía de rememorar lo ocurrido sin emocionarse: lo ha perdido casi todo, sus enseres y su coche.

Este grupo de personas ha llegado hasta la congregación gracias a la labor de la trabajadora social Lorena Fababú, quien coordina en Valencia el Área de Hospitalidad del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM).

En concierto con la Generalitat Valenciana, esta entidad acompaña a migrantes en su proceso de regularización e integración, con itinerarios sociolaborales para que tengan una salida hacia una vida autónoma más fácil.

En un proceso de acogida que se inició a raíz de la guerra de Ucrania, estos días hacen frente a otra batalla por las graves consecuencias que ha dejado la dana: "Seguimos en otra guerra".

Tras el llamamiento al voluntariado del Colegio Oficial de Trabajo Social de Valencia, Lorena acudió al municipio de Alfafar, se coordinó con los servicios sociales y se integró en equipos de trabajo.

Viendo tantas necesidades, llamó a Matilde, que es hermana de la congregación, y tanto ella como la entidad de SJM aceptaron la posibilidad de trasladar hasta València a personas, muchas migrantes y otras locales, que lo habían perdido todo, a pesar de que ya vivían en condiciones previas "muy precarias".

La directora de SJM Valencia, Cecilia Villarroel, destaca el trabajo de esas hermanas de la congregación por ofrecer "un espacio seguro" ante situaciones específicas de acogida que necesitan entornos donde las personas estén acompañadas.

"Llegado el momento de la emergencia surge la necesidad de acoger a personas en situación de riesgo y de alta vulnerabilidad, y aquí disponen de un sitio habitacional", continúa esta responsable de la obra de la Compañía de Jesús.

"Esta es una red de apoyos y de ayudas que hacemos desde la sociedad civil, especialmente cuando los recursos públicos faltan, que es el caso. Hace ya mucho tiempo que hay escasez habitacional y de acompañamiento por parte de la administración y ahora, lamentablemente, por más que esta colabora con nosotros en algunos ámbitos, en otros no alcanza", lamenta.

En ese necesario 'rescate' están esta y otras organizaciones sociales que, desde que se desencadenó la tragedia, no han parado de trabajar para que tantas personas damnificadas, especialmente las más vulnerables, sean ahora capaces de encauzar sus vidas. EFE

(foto) (vídeo)

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