Eva Ruiz Verde
Paiporta (Valencia), 10 nov (EFE).- Casi un centenar de personas, entre ellas voluntarios que han acompañado a feligreses habituales, han asistido este mediodía a la primera misa de domingo en la iglesia de San Jorge Mártir de Paiporta (Valencia) después de la dana. "Todo pasa y esto también pasará", ha dicho a EFE don David, como es conocido este cura en el barrio.
Es el párroco habitual de la iglesia de la Inmaculada Concepción que estos días se desdobla ante la ausencia puntual de don Gustavo, nos cuenta, de viaje por causa mayor pero que ha propuesto desde la distancia que el Cristo yacente, cubierto de barro, se quede así para "no olvidar lo que ha pasado" en esta parroquia, la más antigua y más importante de las tres del pueblo, donde se han contabilizado entre 50 y 60 fallecidos tras la tragedia del pasado 29 de octubre.
Los servicios religiosos se retomaron el pasado jueves en la localidad, una de las más afectadas por la riada, y a ellos asiste "más gente de lo habitual" que, junto a las plegarias por víctimas y afectados, buscan "un poco de fe y esperanza para salir de este agujero".
"A veces pasan estas desgracias, pero el Señor no deja de enviar sus regalos y hemos tenido mucha ayuda por parte de mucha gente. No nos desampara y nos deja solos, sino que está a nuestro lado", reflexiona don David.
Asegura que el ser humano "tiene un lado muy bueno" y que en este tipo de situaciones "hay gente que saca lo mejor que tiene" en forma de ayuda a los demás, aunque advierte: "Hay mucha gente que está muy dolida por dentro".
"Hay mucho daño y muchas heridas, y estamos aquí para consolarles y darles toda la ayuda espiritual que necesiten", indica el sacerdote, que explica que también llegan voluntarios a rezar junto a los feligreses "para que les fortalezca en toda la labor que están realizando".
Antes de iniciar la ceremonia y después de confesar a dos personas, don David explica que percibe "un claro abatimiento" y que la gente está "muy tensa", por lo que les anima a recordar que "todo es temporal". "Todo pasa y esto pasará, la iglesia se reconstruirá y comenzaremos de nuevo", afirma.
En la puerta de la iglesia, situada en la misma calle del ayuntamiento, una voluntaria con una pistola hidráulica de agua ayuda a limpiar las botas de los asistentes antes de entrar en el templo, donde Belén, una feligresa, se afana en limpiar con un cepillo de dientes los recovecos del 'Monumento'.
"Aquí es donde colocamos el Sagrario del Jueves al Sábado Santo", explica mientras pasa un trapo intentando quitar el barro de este pilar dorado y antes de indicar que para ella acudir a la iglesia, y más en esta situación, es "un hábito que si no hago parece que me falta algo, después me voy más tranquila", asegura.
Añade que, ya que viene, siempre se lleva "faena para casa". "Hay que lavar las casullas, las capas... Todo lo que había lo pones así y se queda de pie, está acartonado del barro", indica con gestos, por lo que se lo van repartiendo entre varias vecinas que se ocupan de ello en sus domicilios.
Belén se emociona al hablar de lo ocurrido y contar que reza por los afectados. "Yo vivo en un segundo y no he perdido mi casa, pero es que no ha quedado ni una planta baja viva, es el pueblo entero", donde han desaparecido tiendas, clínicas y todo tipo de negocios.
Una cara habitual de esta iglesia es la de Paco, que desde que se jubiló hace seis años se ha dedicado al mantenimiento del templo, "restaurando, pintando, haciendo dibujos o piezas de madera", que tras el paso del agua han quedado seriamente dañados.
"La dana ha sido como si te hubieran dado una paliza y te hubieran dejado para el arrastre", explica a EFE antes de contar que la parroquia "aguantó hasta que reventó una de las cerraduras antiguas de una de las puertas y empezó a entrar el agua a su aire y a moverlo todo".
Con una altura de 2,20 metros, el agua alcanzó a todas las imágenes situadas en la zona baja, como 'el Cristo embarrado' que quieren conservar así, aunque el suelo de mármol, reformado hace un par de años, no se ha visto demasiado dañado salvo algunas placas que han sido arrancadas.
"Lo iremos haciendo todo poco a poco", garantiza Paco, que confiesa, no obstante, que haría falta maquinaria para poder realizar algunas de las tareas y espera poder reconstruir todo. "Yo siempre confío en el Señor, aunque veo difícil poder llegar a ver esto como antes", se lamenta. EFE
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