Ángel Alonso Giménez
Madrid, 10 nov (EFE).- Dos hombres travestidos para huir de un mafioso. Estafadores en un falso local de apuestas para obrar una venganza. Una reunión familiar que ni es reunión ni es familiar. Tres historias sobre el engaño, tres grandes películas. La relación entre el cine y la impostura vuelve a brillar con el estreno de 'Marco'.
Es un idilio casi tan antiguo como el propio cine. Es lo que une 'Con faldas y a lo loco' y 'El Golpe', las dos primeras historias, con 'Familia', la tercera, el debut de Fernando León de Aranoa.
Pero hay tantos ejemplos en la historia del cine, incontables de hecho: de 'Tootsie' a 'Goodbye Lenin', de 'Nueve reinas' a 'Charada'. En unas se destapa pronto el engaño y en otras al final, como una sorpresa, pero en todas, un mismo juego.
'Marco', actualmente en las salas, da un paso más. Es ficción y es documental; es cine y es también cine que habla de cine. Recupera un gran engaño real, el de Enric Marco, al igual que 'El adversario', película francesa basada en la crónica homónina de Emanuele Carrère, que recuperó en 2002 otra gran mentira real.
Sean impostores reales o impostores ficticios, el caso es que al cine le gustan y le sientan bien las historias de quien "finge o engaña con apariencia de verdad" o de quien "se hace pasar por quien no es", dos significados de "impostor" según la RAE.
¿Por qué funciona este idilio? EFE ha preguntado a Lucía Tello, coordinadora del Master Universitario en Estudios Avanzados en Cinematografía de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), y a Javier Hernández, profesor titular de universidad especializado en cine.
A continuación, tres claves:
Tello destaca, en primer lugar, el origen: en la Grecia antigua el hipócrita, el actor, que ahí empieza la etimología, tenía un papel relevante. "La ficción siempre ha estado entroncada con el concepto de máscara", afirma.
Hernández recalca que en el imaginario de nuestra cultura existe la figura de "quien se sale con la suya mediante una serie de triquiñuelas".
Si a esto se le añade que "siempre ha interesado más el mal que el bien", el cine encuentra un campo propicio para expresarse.
Subraya Tello, además, que "la suplantación de identidad es uno de los conflictos más clásicos", lo que al llamado séptimo arte va como anillo al dedo. "El cine es conflicto", sentencia.
Hernández remarca estos dos principios: "El cine en sí ya es impostura" y el ser humano, por encima de todo, es "fabulador".
"Hay psicólogos que han dicho que mentimos unas 200 veces al día. Mentimos incluso cuando nos preguntan qué tal y respondemos", añade.
Para Tello es evidente que "gusta más quien miente o engaña por razones justificadas, lo que lleva a empatizar, pero no gusta quien engaña buscando un beneficio, o engaña a costa de los demás".
La experta pone el acento en un matiz fundamental que apunta a la idiosincrasia del cine. "En el cine, a diferencia de en la vida, aceptamos el juego".
Así que caiga bien o caiga mal el impostor o la impostora de la película, el juego está asegurado.
El profesor universitario reclama detenerse en el cine que nos cuenta que en su esencia misma está el engaño.
Orson Welles es el epígono, a su juicio. En 'Ciudadano Kane' rompió con el lenguaje cinematográfico clásico para narrar la vida del personaje central desde distintos puntos de vista y mediante diferentes lenguajes (el documental meramente periodístico del inicio), de manera que al final, bajo la apariencia de verdad, no queda clara "la verdad".
En 'Fake', añade, "riza el rizo" por la historia que cuenta y por cómo la cuenta.
Lucía Tello cita la película 'Tootsie' y la impostura sobre la que se construye: un actor (Dustin Hoffman) se hace pasar por actriz para lograr un papel en una serie de televisión; tras lograrlo, la impostura se irá complicando.
"El personaje, al principio, nos cae bien porque busca salir de la sistuación en la que está. Pero luego deja de caernos bien porque busca aprovecharse. Aquí está el juego". EFE
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