València, 7 nov (EFE).- Las preguntas estrella en los grupos y chats de Whatsapp de quienes quieren venir a poner su granito de arena en la asistencia a los afectados por la dana es siempre la misma: "¿dónde podemos ir a ayudar en València?", "¿qué necesitan que llevemos?".
Los atascos, cortes en carreteras y limitación de acceso a voluntarios han hecho crecer las dudas sobre lo que se puede o no se puede hacer, qué pueblo necesita más o menos ayuda, o las necesidades más o menos urgentes de los vecinos, pero en el barrio de San Marcelino de València, justo en la entrada a la zona cero, hay un espacio donde todas esas preguntas se resuelven: La Rableta, un espacio cultural reconvertido en el campamento base de la organización de los voluntarios.
"Necesito dos coches para Catarroja, para dos ancianos que tienen la casa llena de mierda y no la pueden limpiar", grita Julia por un altavoz ubicado ante una fila de unos 40 voluntarios. Una chica levanta la mano y ofrece su vehículo, en el que viajará un equipo de jóvenes equipados con botas de agua, mascarillas y guantes, que, además de sus manos y sus ganas, trasladarán bolsas de comida o productos de limpieza e higiene.
Estas bolsas, a su vez, las preparan otros voluntarios que, colocados en un semicírculo alrededor del altavoz, van separando los productos por categoría: conservas, higiene, comida para animales, leche, agua, escobas, palas...
"Básicamente organizamos todo el material que llega, cargamos camiones, los descargamos y equipamos a los voluntarios que se van para allá", explica a EFE Belén, una voluntaria que llegó hace tres días a La Rambleta y desde entonces acude cada día para preparar esos kits de supervivencia, en los que cada vez más hay que incluir productos de higiene personal y para el hogar.
Junto a ella descansa entre cajas de jabón, detergente y compresas un botiquín, a cargo del cual siempre hay una persona con estudios de enfermería o farmacia para hacer las curas necesarias o mandar para la zona cero los medicamentos correctos.
No en todos los pueblos se necesita lo mismo, ni en todas las casas faltan los mismos productos: los coordinadores de este centro logístico autoorganizado conocen las necesidades de cada lugar y cada familia gracias a los propios voluntarios, que reportan a su salida las necesidades que se han ido encontrando, y a otros centros ubicados dentro de los pueblos.
"Tenemos equipos dentro coordinando, y estamos en contacto con ayuntamientos y centros de distribución. Ya llevamos muchos días, entonces todo el mundo sabe que estamos aquí. Si hay alguna necesidad o tipo de servicio en particular llaman a Julia, que es la encargada de ese tema y ella coordina al resto", concreta Nacho Pérez, uno de los coordinadores.
La pauta general es formar grupos de cinco voluntarios: "les damos una dirección, les pedimos que nos envíen una foto del equipo y que se reporten a la vuelta para que sepamos que están todos bien", explica Pérez, quien hace hincapié en garantizar la máxima seguridad de todo el mundo.
No obstante, si hay necesidades específicas los grupos se amplían. Por el altavoz piden que 20 personas marchen a pie hacia Paiporta, pero que antes manden su ubicación a un familiar o alguien conocido, por si se pierden.
"Sin botas de agua y guantes no se puede entrar, los sanitarios nos están avisando de que están atendiendo a muchos voluntarios con infecciones en los ojos y están haciendo hasta injertos de piel", grita Julia por encima del barullo.
Muchos de los presentes se miran los pies. No llevan el calzado adecuado porque las botas es uno de los productos más demandados (y agotados).
"Necesitamos muchas botas de agua, la gente está saliendo con los pies destrozados", especifica Pérez, que también pide monos de protección, palas, escobones de barrendero y guantes de trabajo.
Por otro lado, están en busca de una empresa de comidas preparadas que pueda ofrecer alimentos a los voluntarios, que salen "hambrientos", ya que La Rambleta solo les ha cedido su cocina hasta el viernes. Asimismo, se necesitan lugares donde poder acoger a los voluntarios que vienen de todos los puntos de España.
"Tenemos enfermeras que están durmiendo en sus coches, gente que ha venido de fuera y vienen con tal ímpetu y buena voluntad de ayudar que no han buscado ni dónde quedarse, ni tienen recursos", subraya el coordinador, quien apunta que por el momento están alojando a estos voluntarios en pisos que les han cedido e incluso en barcos.
El centro de coordinación de voluntarios surgió espontáneamente, explica Carmen Navarro, otra de las organizadoras. Una de las mujeres que forman parte del equipo pidió el espacio a la dirección de La Rambleta, que lo cedió inmediatamente. A partir de ahí todo fluyó de manera orgánica y los servicios que ofrecen han ido cambiando a medida que cambiaban las necesidades o aprenden de las experiencias vividas durante estos días.
Así, además de recoger comida o montar las expediciones de voluntarios, en La Rambleta también hay fisios aliviando a los que llegan cansados de limpiar, baños y duchas para quien los necesite, una cafetería en la que los bares cercanos donan comida para reponer fuerzas, un taller de bicis para los ciclistas que hacen de repartidores en la zona cero, y hasta una guardería donde los hijos de las personas afectadas o los de los que van a ayudar pueden pasar la mañana.
"El espíritu de ayuda que tenemos aquí es una barbaridad", resalta a EFE Navarro, quien llega a La Rambleta para coordinar cada día sobre las 8 de la mañana. "Estamos súper motivadas. Es súper gratificante aunque estemos aquí 12 o 14 horas", asegura.
Ese espíritu es el que ha traído a Laura, Julia y Marina desde el Puerto de Sagunto, donde varios jóvenes crearon un grupo de Whatsapp para desplazarse hasta València cada mañana. Han salido todos juntos a las 7:30 de a mañana y ahora se dirigen a Paiporta.
"Toda la ayuda que se pueda hace falta porque hasta que no lo ves no eres consciente", han explicado estas jóvenes de entre 24 y 26 años, quienes se muestran muy concienciadas sobre las medidas de seguridad.
Como ellas, hoy ha venido a La Rambleta un grupo de alumnos del ciclo de emergencias sanitarias del IES Tierno Galván de Moncada junto con sus profesores, quienes han pensado que esta era una buena oportunidad para que aprendieras de primera mano sobre su futuro oficio.
"Yo personalmente tenía bastante ganas de venir a ayudar", ha asegurado una de las alumnas, Lorenca, que junto a sus compañeros se dirige a Alfafar con productos de limpieza y comida.
Solo llevan allí una semana, pero parece que La Rambleta lleve funcionando toda la vida. Los coordinadores no saben la fecha exacta en la que terminarán sus nuevos trabajos, pero tienen claro que lo extenderán todo lo necesario para que aquellos que quieran ayudar y no sepan cómo hacerlo puedan encontrarlos cada mañana dispuestos a darlo todo. EFE
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