Ángela y Montse, el rostro de la vulnerabilidad ante la dana de personas con discapacidad

La situación de Ángela y Montse, personas con discapacidad, refleja la vulnerabilidad ante la reciente dana en Valencia, donde enfrentan pérdidas y la búsqueda de apoyo comunitario en la recuperación

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Concha Tejerina

València, 7 nov (EFE).- Las personas con discapacidad viven una especial situación de vulnerabilidad e indefensión frente a catástrofes como la dana que devastó varias poblaciones de Valencia hace una semana, el mismo tiempo en el que Montse o Ángela no han podido salir de casa por tener movilidad reducida.

Ambas reciben ayuda de Cocemfe (Confederación de Personas con Discapacidad) Comunitat Valenciana y Cocemfe Valencia, que han unido sus esfuerzos para canalizar la ayuda a las personas con discapacidad afectadas por la dana y han habilitado un punto de solicitud de ayuda y un punto de recogida de materiales especializados y ofrecido sus servicios de asesoramiento jurídico y de accesibilidad.

Montse Alabarta, de 55 años y con una enfermedad neurodegenerativa, lleva sin poder salir de casa desde el pasado martes, cuando la dana inundó su planta baja adaptada en Pincanya, cerca del barranco del Poyo, y arrasó con todo, incluida la silla de ruedas eléctrica que le permite poder moverse.

"Las personas con discapacidad somos más vulnerables", asegura en declaraciones a EFE Montse, que relata cómo sus hijos y el hijo de su pareja le ayudaron cuando el agua empezó a entrar "como una catarata" en el bajo: "Son mis héroes", proclama.

Explica que aunque taponaron la puerta de entrada con una madera a turnos, el agua llegó hasta la ventana, "daba miedo", y aunque posteriormente bajó el nivel del agua, cuando empezó a circular la información -sin contrastar y que nunca se produjo- de que se había roto la presa de Chiva "les dije se fueran de allí y se pusieran a salvo, pero no quisieron".

"Intenté salir con el andador, pero había tanto barro que me quedé clavada, porque no tengo fuerza para sacar las piernas, y me tuvieron que volver a meter en casa", relata Montse.

Explica que el barranco del Poyo se ha desbordado en otras ocasiones, pero nunca tanto como en esta ocasión, y lamenta que cuando sonó la alarma de emergencias (sobre las 20.12 horas) "ya estaba entrando el agua en casa, no daba tiempo a salir de ninguna forma". "Todo fue muy rápido -recuerda-. Si nos hubieran avisado antes hubiera ido a casa de mi madre, en un primer piso".

También agradece la solidaridad de la gente, que han podido darle un sofá y dos colchones. "Ha sido emocionante, está repleto de gente joven ayudando, de vecinos del pueblo. La vecina de arriba me está lavando la ropa", valora.

Ahora, espera a que la zona sea más accesible para que vayan a recoger la silla de ruedas eléctrica y vean si tiene arreglo, algo que está dispuesto a hacer la empresa Roden.

Aunque ya lleva una semana sin salir de casa, afirma que lo lleva "bien" y añade: "Me siento segura en casa, y en estos momentos salir sin silla es inviable". Ahora, tras dos o tres días sin agua ni luz, por lo menos ya tiene esos suministros básicos.

Ángela Méndez, de 63 años y polio en una pierna y problemas en la cadera que le reducen la movilidad, estaba en la planta baja del barrio de Orba, en Alfafar, cuando llegó el agua a su casa. Aunque mandó a sus hijos un primer vídeo contándoles que el agua estaba llegando al bordillo, minutos después volvió a llamarles alarmada porque el agua había entrado en su casa y ya le llegaba por el tobillo.

Así lo relata a EFE su hijo, José María, quien explica que aunque su padrastro no quería salir del bajo y su madre "decía que si él no iba, ella tampoco", finalmente fueron unos vecinos quienes los sacaron a la fuerza y los subieron a su piso; al día siguiente "pudieron ir a casa de mi hermana, que vive en el tercer piso en el patio de al lado", recuerda.

"Allí llevan una semana, sin salir a la calle", indica José María, que explica que a consecuencia de la dana su madre perdió la silla de ruedas tipo scooter que le permitía moverse y que "ha quedado inservible", aunque desde Cocemfe han podido conseguirle una nueva.

"Moverse para ella sin un scooter es imposible, iba a hacer su aquagym y a recoger a mi sobrino al colegio, pero ya no hay ni colegio ni piscina, todo está arrasado, a kilómetros a la redonda no hay nada", afirma.

"Mi madre estuvo los tres primeros días llorando. Ahora vemos un poco más la luz porque hemos vaciado la casa y hemos quitado el barro. Saben que la casa está vacía pero limpia", señala para indicar que desde la Universitat Politècnica de València van a intentar recuperar "fotos de toda la vida" que resultaron afectadas por el agua.

"Lo ha perdido todo", afirma José María, que explica que aunque ya no hay agua en el bajo de su madre, aún están sin luz porque los enchufes "están mojados y habrá que esperar un poco". EFE

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