Afectados por la dana vuelven a trabajar este lunes entre la obligación y el deseo de huir

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Nacho Herrero

Valencia, 4 nov (EFE).- La pasarela que une Valencia con algunas de las zonas más afectadas por la dana es un flujo constante de voluntarios que acuden a ayudar pero este lunes empieza a haber, a cuentagotas, quien la cruza en sentido contrario, hacia la ciudad: son vecinos afectados de los pueblos de L’Horta Sud, que comienzan a retomar su actividad laboral.

Unos, obligados; otros, necesitados de facturar y otros por poder salir al menos durante unas horas de la ‘zona cero’, aunque eso les provoque sentimientos encontrados.

“Voy a trabajar a ver cómo me siento, a ver si puedo tener un poco de paz en el trabajo pero a la vez me siento fatal porque aquí me necesitan. En Paiporta hay un negocio de mi familia y sé que necesitan ayuda, tengo amigos en Massanassa, en Catarroja, en Benetússer. Sé que me necesitan, pero... Me estoy yendo casi llorando y no sé cómo voy a volver”, explica a EFE Sandra, vecina de la pedanía de La Torre (València).

Ella trabaja en una tienda en el centro de la capital y, en su caso, le han dado facilidades. “Me han dicho que (me coja libres) los días que me hagan falta”, agradece. Acostumbrada a coger un autobús en su barrio que le trasladaba al centro, ahora tiene que buscar otra manera de acudir y así también tiene otra cosa en la que pensar.

“Estamos en casa y en la calle limpiando y ayudando, y cuando intentas descansar al anochecer, es ver noticias, redes sociales, estás tres horas al teléfono con la gente que te busca y que te quiere, que se agradece. En la tele están mintiendo muchísimo y al final quieres saber lo que está pasando", relata.

"Pero estás 24 horas con esto, yo no sé otra gente pero yo no duermo. Me acuesto y me duermo tarde porque no puedo, y a las cinco o las seis ya estoy en pie y estás agotada”, confiesa.

Por la rebautizada ‘Pasarel·la de L’Esperança’, un puente peatonal que une con València tanto este barrio como los pueblos más cercanos, pasa también Sergio, vecino de Benetússer, que trabaja en una fábrica de pinturas.

“A nosotros no nos han dicho que podamos no ir a trabajar y en este caso lo entiendo. La fábrica está en Riba-roja y entró mucha agua. Nos quedamos encerrados ahí el martes y ahora hay que achicar. Además, hay que llevar dinero a casa para ayudar”, recuerda.

“Tenemos que ir a trabajar porque (de) ayudas no hay nada”, destaca. En su pueblo, cuenta, se han quedado este lunes muchos voluntarios mientras muchos vecinos vuelven a sus trabajos, aunque apunta que también puede suponer cierta liberación.

“Ahora lo que tenemos son los voluntarios que vienen a ayudar porque los del pueblo tenemos que salir fuera. Había necesidad de salir un poco, de no estar tantos días ahí porque te entristece. Hay que intentar ayudar a la familia y a los amigos lo que podamos y lo que se pueda”, resume.

Cuando llegan al puente, Jose y Sandra, una pareja de autónomos que tiene un negocio de fotografía, llevan ya seis kilómetros andados desde Catarroja y les quedan aún casi dos más pero se consideran unos privilegiados: su empresa estaba al otro lado del nuevo cauce del Turia.

“Nosotros somos superprivilegiados. Venimos andando seis kilómetros y nos queda uno y medio pero lo tenemos ahí para poder trabajar. Pero hay gente que lo ha perdido todo y esa gente necesita que le ayuden como sea. Somos un país muy rico y creo que debe haber medios”, señala Jose.

“Yo he sido más de votar a la derecha pero me da igual derecha que izquierda, son una basura todos. Han abandonado a la gente”, lamenta. “Que no nos olviden en una semana”, apunta Sandra.

En su caso, y como autónomos, “si no abres el negocio y empiezas a facturar no comes y los gastos siguen viniendo”, recuerda Jose. “El día 1 pagué autónomos e impuestos exactamente igual. Haya dana o no, pagas. Tenemos que seguir adelante”, señala.

Dice que ahora hay mucha gente “envalentonada” porque “hay que sacar barro e intentar recuperar un poco la normalidad”. Pero asume que costará mucho y que no todos lo lograrán porque hay gente “más depresiva” o que ya no cuenta con tantas fuerzas.

“Al final vamos a caer, intentas apretar todo lo que puedes y hay gente muy joven que tiene mucha fuerza pero los que estamos en una edad, después de estar moviendo el barro, cuando te levantas casi no puedes ni ponerte derecho pero no hay más narices que seguir”, asume. EFE

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