El día después en Paiporta: sobrevivir entre el barro a la espera de ayuda y agua potable

Paiporta enfrenta devastación tras las inundaciones del barranco del Poyo, con miles de residentes demandando asistencia y agua potable, mientras la recuperación avanza entre desechos y vehículos arrastrados

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Carlos Rosique

Paiporta (Valencia), 31 oct (EFE).- Barrios enteros con treinta centímetros de lodo, centenares de coches apilados por cada acera, muebles en las avenidas, agua a presión, vehículos en el mismo cauce del barranco del Poyo -el causante de toda la destrucción- o la gente pidiendo agua por las calles son algunas de las imágenes del "día después" de la dana en Paiporta.

Existe tanta destrucción que, a los pocos minutos de entrar en la zona cero de la tragedia, uno parece acostumbrarse a la devastación. Pero el sentimiento de dolor que irradian las calles de Paiporta muestra la magnitud de un temporal de lluvias que ha dejado aquí medio centenar de víctimas mortales, dentro de los 155 que, por el momento, ha sufrido la provincia de Valencia.

Son continuos todavía los retenes de los coches fúnebres que llegan acompañados de un vehículo policial, lo que ratifica que la tragedia todavía no ha acabado en un municipio anegado por el barro a causa del desbordamiento del barranco del Poyo, que dejó hasta doscientos centímetros de agua en algunas calles.

Sin embargo, el barranco yace ahora tranquilo, con un pequeño caudal que no recuerda en absoluto la barbarie provocada. Empero, si uno aleja un poco la mirada del agua ve que a los lados del cauce lucen amontonados un número indeterminado de coches, totalmente empotrados contra las laderas del barranco.

La magnitud de la devastación la miden también las ruedas de un tráiler incrustado en la cuenca del barranco y que exhibe la fuerza con la que la corriente llegó a transitar por Paiporta. “Es como si fuera un videojuego”, comenta Sergio, uno más de los 25.000 vecinos de la población valenciana.

Paiporta, a unos cinco kilómetros al sur de València, recibió, a través del barranco del Poyo, todo el agua que había ido cayendo durante la tarde de este martes, más de 630 l/m2, según un observatorio de Turís, y 490 l/m2 en Chiva, algo más hacia el interior de la provincia.

Como relatan varios testimonios, en apenas cinco minutos el agua en el municipio valenciano pasó de tener dos dedos a cubrir más de metro y medio, llegando incluso a dos metros en algunos puntos. Esa situación se alargó desde las 20 horas de la tarde del martes hasta la 01.50 horas ya del miércoles, arramplando el agua con todo lo que tuvo a su paso.

Ahora, en las 48 horas después de la tragedia, el pueblo trata de asimilar y procesar toda esa tragedia, aunque lo hace mientras intenta habilitar las calles para que vehículos de emergencia puedan acceder y pese al dolor, como Vicente y Amparo, que lamentaban que en su calle había fallecido una persona y otra, en la perpendicular.

El gran problema ahora del municipio es el agua potable y la comida, lo que ha provocado que, en la tarde de este miércoles, miles y miles de personas hayan emprendido su camino a pie desde la ciudad de València para llevar botellas y garrafas de agua embotellada para la población de Paiporta y también para Catarroja, Albal, Sedaví o el barrio valenciano de La Torre.

La comunicación por vía ferroviaria parece casi imposible que vuelva en las próximas horas, pues las vías del metro de la Línea 1 de Metrovalencia estaban dadas la vuelta y totalmente en el aire, desligadas del puente por el que el metro pasaba para superar el barranco del Poyo. Más allá del cableado, que ha llegado al puente paralelo y que está a unos veinte metros, en vez de seguir en el que estaba hasta hace apenas unos días.

Los vecinos, por su parte, reclaman ahora mismo coordinación, “que llegue el Ejército” y más ayuda por parte de las instituciones y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, pues continúan con palas, azadas, palés y absolutamente todo lo que encuentran para tratar de eliminar el lodo y el barro de las viviendas y las aceras.

Mientras, otros llegan y acuden a supermercados de poblaciones cercanas, cargados de carros en los que llevan agua y productos básicos, pero sobre todo agua, porque ni los camiones de bomberos que han llegado con agua potable dan para abastecer a todo un municipio que llora en silencio a sus difuntos. EFE

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(foto)

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