La investigación en robótica blanda abre un campo de infinitas posibilidades

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Cristina Sánchez Correa

Mérida, 27 oct (EFE).- A Concha Monje e Inés Tejado les une algo más que ser mujeres en áreas científico-técnicas. Ambas se dedican también a la investigación en robótica blanda en su vertiente asistencial, con soluciones como un 'collarín inteligente' que monitoriza el movimiento o mueve el cuello o un catéter que pretende ser autónomo.

El primer ejemplo es el último trabajo en el que está inmerso el grupo de investigación liderado por la reconocida experta en robótica humanoide Concepción Alicia Monje Micharet (Badajoz, 1977), catedrática de la Universidad Carlos III de Madrid, e impulsora del robot asistencial TEO, capaz de realizar algunas tareas del hogar como planchar o doblar la ropa y de comunicarse en lengua de signos.

El otro caso que ilustra el potencial de la robótica blanda, en concreto en su aplicación médica, es el prototipo de catéter autónomo basado en visión táctil, con navegación por medio del seguimiento de paredes, en el que trabaja su colega Inés Tejado Balsera (Quintana de la Serena, 1981), profesora titular en la Escuela de Ingenierías Industriales de la Universidad de Extremadura.

Las dos investigadoras han charlado con EFE sobre su trabajo, así como del presente y futuro de la robótica, una ciencia multidisciplinar que, según reconoce Monje Micharet, quizás no avanza tan rápido como la inteligencia artificial, entre otros motivos porque "todo lo corpóreo requiere de más tiempo" al tener que integrar múltiples elementos, pero sí lo hace a "un ritmo suficientemente alto como para poder resolver retos en un tiempo razonable".

Prueba de ello es su desarrollo en la industria, donde ya ha habido "muchísimos robots que han reemplazado al humano" en ciertos segmentos, desde la fabricación de teléfonos móviles o vehículos, hasta la automatización agrícola con cosechadoras robóticas o drones que vigilan y fumigan cultivos desde el aire.

La robótica industrial es "el gran pastel", donde se concentran los mayores recursos económicos, y luego está la de servicios, que está empezando a crecer, a un ritmo más lento, que se nutre del soporte que prestan los centros de investigación y las universidades, a base de fondos competitivos, de "pelear" en convocatorias públicas regionales, nacionales y europeas.

"Nos movemos exclusivamente por lo que nuestro talento e ideas consiguen de financiación competitiva", explica Monje.

La investigadora lo tiene claro, los robots del futuro serán blandos, porque esta capacidad de deformarse y, por tanto, de mayor movilidad, los hace más eficaces y seguros en sus interacciones con las personas y el entorno, encajan mejor los golpes y se desestabilizan menos al absorber mejor la vibración.

Esto abarca un cuerpo robótico que asiste a los humanos, como "un brazo tipo gusano que nos puede dar de comer o inspeccionar una tubería", y los llamados robots vestibles donde se encuadra su último trabajo, una ortesis cervical.

Se trata de "un collarín inteligente" con sensores que monitorizan todos los movimientos del cuello, lo que permite determinar si entran en un rango de normalidad o, por el contrario, hay una limitación física que requiera de intervención terapéutica; y que, al mismo tiempo puede actuar sobre esta parte del cuerpo en función de las necesidades.

En el caso de personas que no pueden mover su cuello, como sucede con los pacientes de ELA en estado avanzado, ese collarín va a tener "una rigidez suficiente como para mantener el cuello erguido" y posibilitar también, mediante un sistema de tendones, un movimiento ligero para cambiar el punto de vista hacia alguien que les habla, lo que ayudaría a dignificar la vida de estas personas.

La investigadora detalla que de la misma manera que hay soluciones que permiten traducir los movimientos del iris de los ojos del paciente en palabras, se podría controlar el desplazamiento del cuello al mirar en la pantalla los botones de girar a izquierda o derecha, o una aplicación que sea capaz de detectar sonidos: alguien hablando, un objeto que se cae, una puerta que se abre, etc, para orientar la cabeza.

Con Concha Monje comparte la también extremeña Inés Tejado Balsera su inquietud por la indagación en robótica.

La profesora de la UEx se inició en este ámbito hace unos ocho años con microrrobots nadadores, centrando su uso en el sistema circulatorio humano con fines diagnósticos, especialmente en zonas de difícil acceso, con la extracción de un tejido por ejemplo; de tratamiento, mediante la administración localizada de algún fármaco; e incluso para procedimientos quirúrgicos mínimamente invasivos.

Ahora, desde el cimiento de lo anterior, están trabajando en un catéter que pretende ser autónomo, en colaboración con médicos del Servicio Extremeño de Salud (SES) e investigadores del Centro de Cirugía de Mínima Invasión (CCMIJU) de Cáceres, referente en investigación sanitaria, para dar respuesta a dos posibles inconvenientes de un cateterismo tradicional: que se produzca una perforación de un vaso sanguíneo y el guiado del catéter de forma manual.

El prototipo está basado en robótica blanda, pues el extremo del catéter ha de ser de un material muy flexible y biocompatible, para circular con garantías por los vasos sanguíneos, y el guiado autónomo se hace basado en visión táctil, con una pequeña cámara en el extremo, por lo que se va dirigiendo tocando la pared.

Estudios diferentes el de estas dos investigadoras pero con un mismo objetivo: aprovechar los beneficios de la tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas. EFE

(foto)

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