El secreto peor guardado de Andrea Fuentes

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 Francisco Ávila

 Barcelona, 25 oct (EFE).- Que Andrea Fuentes (Valls, Tarragona; 1983) sería antes o después la seleccionadora española de natación artística no era ningún secreto en el pequeño mundo de la antigua sincro. Todo era cuestión de tiempo, del que necesitaría Andrea para cumplir su misión y ésta la ha completado antes de hora.

Andrea Fuentes, con cuatro medallas olímpicas, se sienta en la mesa de las grandes del deporte español, donde solo Mireia Belmonte y Arantxa Sánchez Vicario, tienen las mismas, pero un día dijo basta y se fue sin hacer ruido, después del 'tsunami' de Londres 2012 que se llevó por delante a su mentora, Anna Tarrés.

Decidió Fuentes que era el momento de poner distancia, de dedicarse a un proyecto personal y junto a su marido, Víctor Cano, decidió instalarse en una casa 'foravila' en Llubí (Mallorca), donde durante un tiempo impulsó un biocentro de depuración alimentaria, mientras ejercía esporádicamente como entrenadora y asesora externa y se dedicaba a criar a su primer hijo.

Seis años después, en 2018, recibió una llamada que le cambió la vida. La Federación más antigua del mundo, la estadounidense, allí donde empezó todo, con Esther Williams y aquellas primeras grandes producciones cinematográficas en los cuarenta, buscaba reflotar un proyecto que no se colgaba una medalla olímpica desde 2004 (Atenas).

Era un proyecto para diez años, con el sueño de conseguir una medalla olímpica en Los Ángeles 2028, pero Andrea Fuentes es de las de "aquí y ahora", de esas mujeres que creen que "solo sientes miedo si piensas en el futuro" y tuvo claro el camino a recorrer.

Se quedó fuera Estados Unidos de los Juegos de Tokio, pero su plan estaba bien trazado. Acompañada por su pareja, el gimnasta Víctor Cano, la creatividad de las coreografías de Andrea y la vistosidad de las acrobacias que diseñaba Víctor, empezaron a llamar la atención.

Volcánica, creativa y empática, capaz de integrar en el equipo a Bill May, el hombre de referencia en este mundo; pasional y diferente; Andrea Fuentes creaba y el equipo empezó a creer en ella.

El culmen llegó el pasado verano en agosto. Su equipo logró la plata olímpica, en el podio se encontró con Anna Tarrés, que ganó el oro con China; y con Mayuko Fujiki, que llevó a España a un histórico bronce.

Desde ese momento, todo fue deprisa, deprisa. Fujiki ya dejó entrever que aquellos Juegos podrían ser los últimos con España; y la vuelta de Fuentes se gestó en un encuentro de madrugada, en un hotel cercano a la villa de deportistas de París. Una semana después todo estaba claro.

"El día que me quieran allí estaré. España es un equipazo... Algún día, algún día", había dicho repetidamente y en voz alta y el momento estaba cerca. La Federación estadounidense no la pudo convencer ni con una oferta estratosférica, porque el sueño americano se había cumplido con creces.

Tanto ella como Víctor Cano sabían que era el momento de volver a casa con sus hijos Kilian y Sira para empezar una nueva vida. La Federación Española tenía claro que tenía que recuperar el talento de Fuentes para seguir creciendo y seguir en lo más alto.

Hace solo cinco días que la familia se ha instalado en un apartamento cercano al CAR. El día 30 empezará su etapa como seleccionadora española tras perfilar un contrato por una sola temporada, a la espera de que las elecciones en la Federación Española aclaren el panorama y pueda firmar para el próximo ciclo olímpico.

Se siente preparada para todo, para llevar a España al siguiente nivel, donde está el equipo chino de Anna Tarrés, siempre con el mismo principio: "Odio los esquemas, me gusta mucho romperlos". Y ha llegado al equipo para ello. EFE

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