Adrián Arias
Valladolid, 23 oct (EFE).- Casi 10.000 kilómetros separan las capitales de Somalia y Ucrania; casi la misma distancia es lo que diverge esta última del estado de Míchigan (EE.UU.) y todos ellos suman el tortuoso viaje de un migrante, Ali Ahmed Warsame, que le llevó desde las "cárceles para indocumentados" de Europa hasta el "desencanto" del sueño americano, como muestra en su última película la cineasta Paula Palacios.
Estrenada este miércoles en la sección de Tiempo de Historia de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), 'Mi hermano Ali' se centra en la experiencia personal de una de las millones de personas que se ven forzadas a huir de sus hogares en busca de un futuro mejor con la esperanza de germinar un proyecto vital a miles de kilómetros, aunque estos no siempre acaben por florecer.
A pesar de esta odisea que llevó al joven Ali Ahmed de 15 años a estar "preso" en uno de los centros de internamiento de migrantes en Ucrania durante casi medio año en 2015, su historia como inmigrante es "una historia de éxito", como cuenta en una entrevista con la Agencia EFE la directora Paula Palacios, que muestra en su cinta cómo tras esa "horrorosa" experiencia en Ucrania, Ali consiguió cumplir lo que entonces era su sueño: "Ir a América".
De este modo, tras casi medio año "preso en esa cárcel" -como Palacios recalca en denominar estos centros- y tres años más en "otra cárcel a cielo abierto", como lo fue Ucrania, donde Ahmed "no podía estudiar o trabajar", se le presentó "la oportunidad perfecta", como fue un programa de la ONU en colaboración con una asociación cristiana de Míchigan, en Estados Unidos, en el que se inscribió y fue aceptado.
Así es cómo un joven somalí de 18 años y musulmán aterrizó con un programa de la ONU en Estados Unidos apoyado por una institución cristiana, que le ayudó durante los primeros compases en este nuevo país.
Allí, Ahmed descubrió la mezcolanza de religiones, culturas y tribus urbanas que le llevaron, paradójicamente, a acercarse más al Islam y su fe natal: "Él, como muchos otros somalíes inmigrantes, tuvo su primer contacto con el Corán en inglés", explica Palacios, que reconoce que, en este lapso, Ali experimentó un proceso de "radicalización religiosa".
Hasta tal punto que, en estos momentos, Ahmed, ya ciudadano estadounidense, vive a caballo entre Estados Unidos y un país árabe que Palacios prefiere no desvelar, ya que allí ha establecido su familia en torno a los prefectos del Islam y la sharía.
La historia de 'Mi hermano Ali' es la de un continuo choque cultural entre sus dos protagonistas, Ali Ahmed y la propia Paula Palacios quien, por primera vez, cambia la retaguardia de las cámaras por la vanguardia para sumergirse en primera persona en este viaje de conocimiento mutuo entre ambos.
Y es que, la relación entre Ali y Paula se remonta a 2011, cuando, estando ella realizando un documental en Ucrania, coincidió por primera vez con Ahmed, un jovencísimo somalí de 15 años al que acababan de advertir con su detención por intentar entrar en Europa de forma ilegal por segunda vez.
Allí, el flechazo amistoso fue mutuo: "Es un hombre con mucho carisma, de hecho en la cárcel ucraniana sus compatriotas le llamaban el 'presidente'", por sus conocimientos autodidactas de historia y geopolítica, explica Palacios.
Así, la historia de 'Mi hermano Ali' es la de una gota en el océano del problema mundial de la inmigración, un viaje por los tortuosos caminos del nómada y por la búsqueda de la identidad en un mundo lejano, distante y hostil. EFE
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