Alicante, 23 oct (EFE).- Las primeras evidencias neolíticas de mordeduras sobre huesos humanos de infantes en el levante peninsular han sido halladas en la Cova del Randero, en Pedreguer (Alicante), un canibalismo ritual en el que no hay ningún gesto de violencia y que no se llevó a cabo por motivos de nutrición.
Este descubrimiento de canibalismo no violento de hace 6.500 años y que no se llevó a cabo por motivos de nutrición, ya que los que poblaban esta cavidad gozaban de una economía asentada: vivían del pastoreo y del intercambio de carne de animales, ha sido dado a conocer este miércoles en rueda de prensa.
Han intervenido el presidente de la Diputación de Alicante, Toni Pérez; el diputado provincial de Cultura, Juan de Dios Navarro; el conservador de Prehistoria y director del Museo de Bellas Artes de Alicante, Jorge A. Soler, la técnico arqueóloga de la corporación provincial alicantina, Consuelo Roca de Togores, y el alcalde de Pedreguer, Sergi Ferrús.
Las mordeduras se han hallado en fragmentos de huesos de un bebé (perinatal de 40 semanas de gestación) y de un niño de unos 7 años de edad, y se produjeron ya cuando habían muerto (post mortem). En el caso de uno de los infantes, el consumo se llevó a cabo en huesos frescos, inmediatamente después de fallecer.
Por su parte, el jefe de Arqueología del Institut Valencià de Conservació, Restauració i Investigació (IVCR+i), Rafael Martínez Valle, ha resaltado que las mordeduras son "unos indicios ante la evidencia de un consumo humano" y ha reiterado que "no hay gestos de violencia" en este canibalismo ritual, del que se desconoce por el momento su motivo u origen.
"El hecho de que los individuos consumidos sean infantiles e, incluso, perinatales es un dato del máximo interés, ya que en otros yacimientos no se ha documentado hasta ahora. Entonces, entramos en otra esfera de lo que sería el consumo de unos seres próximos y podemos caer en el riesgo de especular respecto a qué origina esta práctica", ha apuntado Martínez Valle.
El resultado de esta investigación es el fruto de catorce campañas de investigación desarrolladas entre 2007 y 2021 en la Cova del Randero, situada a 170 metros sobre el nivel del mar, integrada por muchas galerías y que se usaban para guardar el ganado, la residencia de sus ocupantes y también como enclave funerario.
Por su parte, Soler ha resaltado que "lo novedoso" del estudio es "la presencia de las dentelladas" y que se da "en un contexto arqueológico muy preciso", si bien los expertos no han encontrado si ambos infantes padecían algún tipo de enfermedad. "Cuando hablamos del canibalismo que puede haber en la Cova del Randero no nos estamos refiriendo al que podría tener los aztecas, por ejemplo, a resultas de violencia u otra causa", ha aclarado.
Mientras, Roca de Togores ha concretado que en esta cavidad se han encontrado más de 3.600 restos de fauna, tanto doméstica (sobre todo, huesos de oveja y de cabra) como salvaje. Todos estos vestigios aparecieron con marcas causadas por sílex para desarticular y descarnar la carne para luego comerciar con ella. El resto se arrojaba a una especie de 'basurero'.
"Lo curioso" ha sido que dentro del 'basurero' se localizaron huesos humanos, fragmentos y post mortem. Al estudiar uno de ellos, que era una mandíbula de un infante, se constató que presentaba unas marcas similares a los restos de la fauna depositados, lo que llamó la atención de los expertos, ha revelado Roca de Togores.
Se trataba de marcas para desarticular mandíbula de cráneo, para quitar músculo y arrancar la carne (descarnado) y para extraer la médula (fractura), ha especificado la experta.
Los fragmentos de huesos del infante y del recién nacido en los que figuran mordeduras humanas corresponden, en el primer caso, a una mandíbula y una falange, y, en el segundo, a una costilla, un cúbito y una tibia, han detallado los expertos. El extremo del cúbito del perinatal se halla como deshilachado, lo que significa que había sido masticado hasta el punto de extraer también la médula interna. EFE
(foto)