Pablo Gil recupera los himnos revolucionarios perdidos en 'La marsellesa de los borrachos'

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Adrián Arias

Valladolid, 21 oct (EFE).- Dos viajes, el primero en la aún España franquista de 1961 y el otro en 2022, son el camino que traza 'La marsellesa de los borrachos', el primer largometraje del director madrileño Pablo Gil para recuperar aquellos himnos revolucionarios transmitidos de boca a oído y que sobrevivieron a la censura y la represión.

Estrenada este lunes en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), en la sección Tiempo de Historia, la cinta sigue la estela del viaje que realizaron en 1961 de manera clandestina el grupo italiano 'Cantacronache', un colectivo turinés vinculado a nombres como Italo Calvino y Umberto Eco, que se desplazó por España para grabar e internacionalizar canciones populares de resistencia.

Fue este un viaje, de por sí, de película. "Entraron de forma clandestina como turistas, pero con sus magnetófonos y carretes", explica en una entrevista con la Agencia EFE el director de la película, Pablo Gil, que narra cómo, en aquel viaje, los 'Cantacronache' hicieron paradas en ciudades como Guadalajara, Toledo, Cuenca, Ávila, Madrid, o toda la cornisa cantábrica, para volver a salir sin ser detenidos por Irún.

Emilio Jona es el protagonista de esta historia pues es el único testigo vivo de la travesía de 1961 y es él, más de 60 años después, el que recorre los pasos de aquel viaje para descubrir qué pocos quedan ya de aquellos días.

Y con todo ese material que recopilaron entonces en más de 9.000 pies de cintas, los 'cazadores de cantares' publicaron la obra 'Canti della nuova resistenza spagnola' (Cantos de la nueva resistencia española), que les valió una persecución del mismísimo Vaticano a instancias de España y su Iglesia, que mantenía por aquel entonces fuertes lazos con Roma.

Y, aunque fueron absueltos de los delitos de blasfemia e "insultos a un jefe del Estado extranjero", en alusión a Franco, estos 'Cantacronache' italianos no se libraron de las vejaciones y críticas en los medios de comunicación del régimen, que les bautizaron como 'La marsellesa de los borrachos'.

Un apelativo que hoy Gil eleva a logro, ya que el trabajo de estos cronistas italianos, que se centraron en las canciones de la posguerra más que en los himnos de la Guerra Civil, fue el germen de todo un movimiento musical que caló hondo en España y en Hispanoamérica en los lustros siguientes: la canción protesta.

José Agustín Goytisolo y su 'Canción de paz' o Antonio Soriano, en este lado del charco, y Víctor Jara, entre otros, al otro lado del océano, bebieron de estas coplas que llegaron a través de países como Uruguay. Cantares y rimas que aún resuenan en el acervo popular nacional, como 'La canción del burro' y su mítico 'Tururururú'.

Dos viajes reflejados en la película que convergen en una sola idea: la de que "las melodías despiertan la memoria", reflexiona Gil, que asume en esta obra el valor etnográfico y documental de unos cantares y grabaciones que en la actualidad duermen el sueño de los justos en un museo italiano que recientemente ha echado el candado, de ahí "la importancia de recuperar esta historia", remarca.

Y todo ello, con "una reflexión que queda fuera de la película" y es la de que "lamentablemente" este tipo de cultura y saber popular se está "perdiendo" por las nuevas formas de consumo globalizadas, aunque Gil aún atisba algo de esperanza: "En Toulouse unos chavales se acercaron para interesarse por estas canciones porque las querían incorporar en sus protestas y manifestaciones", celebra. EFE

(foto)

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