Valladolid, 19 oct (EFE).- El director de cine mexicano Alonso Ruizpalacios reflexiona sobre el capitalismo, las relaciones de los migrantes y sus sueños en su largometraje 'La cocina', exhibido este sábado en el marco de la 69ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) y el único hispanoamericano que compite en la Sección Oficial de este certamen.
Un filme rodado en blanco y negro basado libremente en la obra de teatro 'The Kitchen' (1957), del británico Arnold Wesker, y que recrea el interior de un restaurante para turistas en una gran ciudad, que salta del inglés al español y que tiene como protagonistas a los actores Raúl Briones y Rooney Mara.
"Siempre fue la intención de retratar la experiencia de nuestros paisanos, el foco de esta 'peli' es la experiencia de los mexicanos fuera", ha asegurado en una rueda de prensa el cineasta, que abandona por primera vez su México natal, donde discurrían ‘Güeros’ (2014), 'Museo' (2018) o 'Una película de policías' (2021), para ubicar la historia en Manhattan.
Ruizpalacios ha explicado que conoció la obra cuando trabajaba en "un restaurante no muy Michelín" en Londres y que fue allí donde se enamoró del "universo de las cocinas", lugares "muy dramáticos" ya que son puntos de encuentros de muchas nacionalidades y que, aunque pensó que iba a ser su primera película, se ha convertido en la cuarta.
"Me quedé con ganas de hablar de esa Torre de Babel", ha afirmado.
Una fábula en blanco y negro
Esta coproducción entre Estados Unidos y México de 139 minutos transcurre en el interior de un restaurante de Manhattan donde la mayor parte de los trabajadores son inmigrantes ilegales, entre ellos el cocinero Pedro (Raúl Briones) y la camarera Julia (Rooney Mara) que, tras desaparecer dinero de la caja, son interrogados en lo que se convierte en una lucha para mantener sus trabajos y también sus sueños.
Un mundo que no puede pararse nunca, como recuerda en varias ocasiones el propietario, el señor Rachid (Oded Fehr), que se abre y se cierra con la mirada de estela (Anna Díaz) y en el que el blanco y negro hacen que el cielo no pueda diferenciarse de los techos del restaurante, una opción estética que el cineasta tenía claro desde que empezó a escribir el guion.
"Enmarca la historia como una especie de fábula, algo un poco más allá del realismo y que nos permite jugar con el color y con los contrastes, porque tiene una fotografía que juega mucho con el contraste, al igual que la película juega con los contrastes sociales y económicos".
Preguntado por la representación del racismo y su aceptación por parte de los propios migrantes, ha subrayado que su objetivo era "retratar una cocina dignamente", especialmente, sus jerarquías, por eso no quería hacer una cinta donde "los blancos o los yanquis son los malos, y el resto fueran los buenos".
"El racismo no tiene razas, aunque es cierto que algunas lo han ejercido más que otras", ha apuntado, para incidir en que las luchas entre los propios migrantes tienen que ver más "con el capitalismo, sobre quién controla los medios de producción, y que le preocupaba a Webster: un mundo en el que la productividad es el bien absoluto por encima de los sueños". EFE.
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